Invierno

Idealizar

¿Me amas a mí o a la versión idealizada de mí?

gruñiste,

mientras tus manos,

esas mismas que me rompieron,

se cerraban en el aire.

Idealizarte...

¿eso crees?

Yo te vi.

Vi la carroña en tus ojos,

la sangre seca en tus palabras,

la podredumbre en tus silencios.

Y aun así,

te besé los nudillos,

te lamí las heridas,

me tragué tu veneno

hasta hacerme adicta.

como un dios que destroza a quien se atreve a amarlo.

Como un verdugo que besa antes de degollar.

Me arrancaste la piel a tiras.

Me desollaste los sueños.

Me abriste en canal para ver si algo en mí aún latía.

Y yo te ofrecí mis entrañas

como un altar.

Y te dije: quédate.

Y te dije: rompe más.

Y te dije: hazlo de nuevo.

No idealicé tus errores:

los bebí hasta emborracharme.

No justifiqué tus golpes:

los tatué bajo mi piel

como mapas de regreso a ti.

Amé tus insultos como quien lame la hoja de un cuchillo.

Amé tus golpes como quien colecciona cicatrices.

Amé tu desprecio porque era lo único que me dabas.

Me decías:

no sirves para nada.

no eres suficiente.

Y yo sonreía, agradecida,

porque al menos,

me veías.

Nunca supe irme.

Me encadené sola.

Me arrastré a tus pies,

me rompí las uñas cavando un lugar en tu sombra.

Me advirtieron:

quien se quede, no volverá a ser la misma.

Y no lo fui.

Me arrancaste pedazos

hasta que solo quedé yo:

hueso, hambre y espera.

No te idealicé,

te acepté brutalmente.

No soñé contigo,

te sobreviví.

—¿Si te lastimé tanto, por qué lloras ahora que me voy? —me escupiste.

Y yo te escupí de vuelta:

Porque ahora ni siquiera valgo tu rabia.

Porque ahora no soy ni carne para tus dientes,

ni sangre para tus manos.

¿En qué momento dejé de ser tu herida preferida?

¿En qué instante mis gritos dejaron de ser tu canción favorita?

¿En qué segundo dejé de dolerte?

Dime,

¿por qué ahora me dejas morir como si nunca te hubiera sangrado?

¿Por qué ahora soy solo polvo en tu lengua?

¿Por qué ahora soy olvido?