La herida como hogar

Hay dolores que se vuelven tan familiares que parecen parte de ti. No los eliges, pero los conservas como si te definieran. ¿Y si has confundido tu historia con tus cicatrices?. A veces, el sufrimiento da identidad cuando el mundo no ofrece otra. Te invito a no huir del dolor, pero tampoco a instalarte en él. La herida no es una casa: es un puente. Un lugar por el que debes pasar, pero no vivir. Quedarse allí puede parecer seguro, pero es un exilio disfrazado de refugio. Nadie te pide que seas feliz todo el tiempo, pero sí que no te encadenes. Sanar no es olvidar, es cambiar el lugar que el dolor ocupa en ti. Eres más que lo que te rompió. Y mereces descubrirte sin esa sombra constante.