Nota:Algunas de las siguientes imágenes no son de mi propiedad créditos a sus respectivos creadores
—Pokemon:Generation Breaker—
Capítulo 4: La ética de la batalla
Aurelia permanecía al margen, observando la batalla entre los estudiantes de las academias Diamante y Perla. La arena pública estaba llena de entusiasmo mientras ambos bandos demostraban sus habilidades. Sin embargo, Aurelia no podía evitar notar algo peculiar: aunque los estudiantes sabían combatir, sus ataques parecían rígidos, como si seguían un guion preestablecido.
—"Están tan concentrados en ejecutar estrategias memorizadas que olvidan adaptarse a la situación", —pensó Aurelia. Este enfoque contrastaba con lo que su padre le había enseñado: la clave de una buena batalla no estaba en la perfección técnica, sino en la conexión entre el entrenador y sus Pokémon.

El combate avanzaba. Los estudiantes animaban a sus Pokémon, empujándolos al límite mientras los observadores aplaudían cada movimiento. El equipo de la Academia Perla llevaba la ventaja; El Clefairy de una de las chicas estaba a punto de derrotar al Luxio de su oponente de la Academia Diamante.
Fue entonces cuando algo cambió. El chico de la Academia Diamante, frustrado al ver que su estrategia no funcionaba, tomó una decisión drástica.
—¡Luxio, ataca al entrenador! —ordenó con voz firme, señalando directamente a la chica rival.
El campo quedó en completo silencio por un momento. Los espectadores y los estudiantes observaron horrorizados cómo el Luxio, obedeciendo a su entrenador, cambió de objetivo y se lanzó hacia la chica de la Academia Perla.

—¡¿Qué estás haciendo?! —gritó Aurelia, entrando en acción.
Con un movimiento rápido, lanzó una de sus Pokébolas.
—¡Torchic, detén a Luxio con Ascuas!
El pequeño Pokémon salió de su Pokébola en un destello y, obedeciendo la orden de Aurelia, disparó una ráfaga de fuego que aterrizó justo frente al Luxio, deteniéndolo en seco. El Pokémon retrocedió, confundido por el ataque inesperado.
Aurelia se dirigió al chico con una mirada severa.

—¡Eso fue completamente inaceptable! ¿Cómo se te ocurre ordenar a tu Pokémon atacar a otro entrenador? Eso es ilegal y va en contra de todo lo que significa ser un entrenador Pokémon.
El chico bajó la mirada, visiblemente avergonzado, mientras los demás estudiantes observaban en silencio.
—Yo... lo siento... estaba frustrado. No sabía qué más hacer... —murmuró.
Antes de que Aurelia pudiera responder, un hombre con uniforme azul y blanco, encargado de supervisar las batallas en la arena, llegó al lugar.
—¿Qué está pasando aquí? —preguntó con autoridad.
Aurelia explicó rápidamente lo sucedido, dejando claro que había intervenido para evitar que alguien saliera lastimado. El supervisor se acercó y se dirigió al chico de la Academia Diamante.
—Tu comportamiento es inaceptable. Atacar a otro entrenador va en contra de las reglas más básicas. Tendrás que afrontar las consecuencias de tus actos.
El chico fue escoltado fuera de la arena mientras los demás estudiantes observaban con expresiones de mezcla entre sorpresa y preocupación.
Uno de los estudiantes de la Academia Perla se acercó a Aurelia, agradeciéndole por su rápida intervención.
—Gracias por ayudarnos. No sabemos por qué ese chico hizo algo tan extremo.
Aurelia asintió, todavía molesta por lo sucedido.
—No importa lo difícil que sea una batalla, nunca debes olvidar que esto se trata de respeto, tanto hacia los Pokémon como hacia los demás. Si alguien pierde de vista eso, no merece llamarse entrenador.
Con esas palabras, Aurelia reconogio su Torchic y se alejó del campo, reflexionando sobre lo que había presenciado.
Mientras se dirigía hacia el Centro Pokémon, no podía sacarse de la cabeza lo que había ocurrido. ¿Qué pudo llevar a alguien tan joven a tomar una decisión tan drástica?
—¿Será una cuestión de carácter... o algo que enseñaron en la Academia Diamante? —se preguntó en voz baja.
Aunque esta duda comenzó a rondar en su mente, Aurelia recordó el motivo principal de su viaje: encontrar a su madre. La visión que ella había tenido sobre los Ralts y su evolución seguía siendo su prioridad.
—Primero encontrare a mamá y veré qué está pasando. Todo lo demás puede esperar.
Con este pensamiento, Aurelia ajustó su mochila y se dirigió hacia la salida de la ciudad, lista para seguir adelante con su misión principal.
Capítulo 5: El caso de los Ralts
Al alba del día siguiente, Aurelia partió con rumbo a la Ruta 204 con la esperanza de encontrar alguna pista sobre su madre. El sol apenas se asomaba en el horizonte, tiñendo el cielo de tonos anaranjados y rosados. La brisa matutina era fresca y los campos de flores silvestres a los costados del camino se mecían suavemente con el viento.

Aprovechando la calma de la mañana, decidió entrenar con sus Pokémon.Morgana(Sprigatito), Diva(Popplio y Apolo( Torchic) estaban llenos de energía tras haber descansado bien la noche anterior. Además,Hermès(Starly), al ser el más reciente en unirse a su equipo, necesitaba mejorar su sincronización con ella.
Caminando por la hierba alta, Aurelia se encontró con varios Pokémon salvajes. Pronto, sus ojos se fijaron en un Shinxque la observaba desde la distancia, sus ojos amarillos brillando con electricidad estática.
—¡Starly, usa Ataque Rápido!
Starly se lanzó a gran velocidad, pero Shinx reaccionó con un Chispa arrepentido, hiriendo al ave con un destello eléctrico.

—¡Resiste,Hermès! ¡Usa Tornado para crear distancia!
El pequeño Pokémon agitó sus alas con fuerza, levantando un torbellino de aire que hizo retroceder a Shinx. Viendo su oportunidad, Aurelia lanzó una Pokébola. Esta se balanceó varias veces sobre el suelo antes de detenerse con un clic .
—¡Lo logramos! —exclamó, recordando la Pokébola con una sonrisa.
Más adelante, se encontró con un Kricketot tarareando una melodía entre los árboles. Decidió intentar capturarlo, enviando un Torchic al combate.
—¡Apolo, usa Ascuas!
El ataque golpeó de lleno a Kricketot, debilitándolo lo suficiente para que Aurelia pudiera lanzarle una Pokébola y capturarlo con éxito.
Después del entrenamiento, improvisó un pequeño campamento al costado del camino. Sacó su equipo de cocina portátil y preparó un desayuno ligero mientras sus Pokémon descansaban y comían su propia comida.
Mientras los observaba disfrutar del momento, sus pensamientos volvieron a su madre. ¿Dónde estaría exactamente? Su padre había mencionado que estaba investigando a los Ralts debido a una visión preocupante. Si aquello era cierto, tal vez los Pokémon de la zona podrían darle alguna pista.
Justo cuando iba a dar el primer bocado de su desayuno, un sonido extraño llamó su atención . Era un ruido débil, como un gemido de dolor. De inmediato, se puso de pie y corrió en la dirección del sonido, con sus Pokémon siguiéndola de cerca.
No muy lejos de su campamento, se encontró con dos Ralts . Estaban malheridos , y no se trataba solo de raspones o golpes leves: sus cuerpos estaban cubiertos de cortes profundos y sangraban en varias partes .
Aurelia se arrodillo rápidamente junto a ellos, sintiendo un nudo en el estómago.
—Por Arceus... ¿quién les hizo algo tan horrible? —murmuró, con furia en la voz.
Sacó varias pociones de su mochila y comenzó a aplicarlas sobre los Ralts. Aunque sabía que solo con pociones normales no podría curarlos por completo, al menos logró sanar algunas de sus heridas y detener las hemorragias .
Sin embargo, no era suficiente.

Necesitaban atención médica inmediata .
—No puedo dejarlos aquí... Pero, ¿aguantarán el viaje hasta el Centro Pokémon en Ciudad Jubileo? —susurró, con preocupación.
Apretó los dientes y miró a sus Pokémon. No podía perder tiempo dudando .
—No hay opción, los llevaré yo misma.
Con decisión, tomó a los dos Ralts en brazos y, con sus Pokémon a su lado, corrió de regreso hacia la ciudad, con la esperanza de llegar a tiempo .
Aurelia llegó a Ciudad Jubileo con el aliento entrecortado, el sudor recorriéndole el rostro y el cuerpo. Sus piernas ardían por el esfuerzo, pero no tenía tiempo para descansar. Sujetaba con firmeza a los dos Ralts heridos en sus brazos mientras cruzaba las puertas del Centro Pokémon a toda prisa.
La Enfermera Joy, que se encontraba detrás del mostrador, levantó la vista y se alarmó al verla entrar así.
—¡Enfermera, por favor! ¿Puede curarlos? —preguntó Aurelia con la voz entrecortada, tratando de recuperar el aliento.
Si no fuera por su entrenamiento con su padre, probablemente se habría desplomado en ese mismo instante.
La enfermera no perdió tiempo. Al ver a los dos Pokémon malheridos, llamó rápidamente a Chansey,

quien corrió con una camilla portátil. Con cuidado, tomaron a los Ralts de los brazos de Aurelia y los llevaron a la sala de emergencias.
Aurelia se dejó caer en una de las sillas de la sala de espera mientras la enfermera le ofrecía un vaso de agua. Bebió con avidez, sintiendo cómo su cuerpo le exigía descanso, pero su mente solo podía pensar en los Ralts.
—Ahora dime, ¿qué pasó? —preguntó la Enfermera Joy con el ceño fruncido, en un tono tanto de preocupación como de urgencia.
Aurelia exhaló lentamente antes de responder.
—No lo sé exactamente. Los encontré así, poco después de acampar en la Ruta 204. Escuché un ruido extraño y fui a investigar… y entonces los vi, tirados en el suelo, cubiertos de heridas y sangrando.
La enfermera asintió con seriedad mientras escuchaba.
—Usé algunas pociones para estabilizarlos, pero sus heridas eran demasiado graves… No podía dejarlos allí, así que los traje lo más rápido que pude —continuó Aurelia, mirando hacia la puerta por donde se habían llevado a los Ralts. Apretó los puños sobre sus rodillas.
—De lo único que estoy segura… es que usaron Teleport para escapar de algo o de alguien —añadió en un susurro.

El silencio se instaló por un momento. La enfermera Joy intercambió una mirada con Chansey, luego volvió a enfocarse en Aurelia.
—Si eso es cierto… entonces hay algo o alguien ahí afuera que representa un peligro —dijo la enfermera en tono grave—. Voy a hacer todo lo posible para salvarlos.
Aurelia asintió en silencio, sintiendo una mezcla de alivio y preocupación. Había muchas preguntas sin respuesta… pero lo primero era asegurarse de que los Ralts sobrevivieran.
Mientras tanto, en la Ruta 204, una figura se adentraba en lo que había sido un campamento improvisado.
Era una mujer que aparentaba estar en sus cuarentas, de ojos color violeta y cabello corto marrón, con un mechón grisáceo que resaltaba entre sus hebras. Su vestimenta, un elegante uniforme violeta con detalles en rosa, recordaba a la de una maestra de ceremonia, aunque cualquiera que la conociera bien sabría que era mucho más que eso.
Amélïe Moon, la detective sobrenatural… y madre de Aurelia.

A su lado, avanzaban con paso firme tres Pokémon: Gardevoir, Gallade y Ferropaladín. Los tres mantenían la guardia en alto, como si sintieran que algo fuera de lo común había ocurrido allí.
Amélïe escudriñó el lugar con detenimiento, sus ojos violetas brillando con astucia.
—Mi hija estuvo aquí… pero dejar su campamento de esta forma y marcharse sin más no es propio de ella —murmuró en tono serio, recorriendo con la vista los restos de la fogata y las huellas en el suelo—.
Busquen cualquier rastro de lo que pasó.
Apenas terminó de hablar, una voz femenina resonó en su mente. Era Gardevoir, comunicándose telepáticamente.
—Señora… he encontrado el rastro de su hija. No está lejos de aquí. Sígame.
Amélïe asintió con determinación y siguió a Gardevoir sin dudar, con Gallade y Ferropaladín pisándole los talones.

Cuando se reunieron con la Pokémon psíquica, la detective colocó una mano en el suelo y cerró los ojos.
Un brillo tenue iluminó su frente mientras activaba su don: la retrocognición.
De inmediato, una serie de imágenes se proyectaron en su mente como si estuviera viendo el pasado a través de un velo invisible.
Aurelia, encontrando a los dos Ralts gravemente heridos Las heridas profundas, el sangrado… el desesperado intento de los pequeños Pokémon por huir con Teleport.
El esfuerzo de su hija por estabilizarlos y su carrera contrarreloj hacia Ciudad Jubileo.
Amélïe abrió los ojos lentamente, su expresión ahora era de seriedad absoluta.
—Así que esto es lo que ocurrió… —susurró.
Se puso de pie y miró a sus Pokémon. Sus sospechas eran ciertas: algo o alguien había atacado a esos Ralts. Y si habían huido usando Teleport en ese estado… significaba que el peligro seguía ahí afuera.
—Debemos averiguar quién o qué está detrás de esto —afirmó con voz firme—. Y si mi hija ya se ha involucrado en esto… tendré que darme prisa.
Sin decir más, Amélïe se ajustó la capa y avanzó con paso decidido. Sus Pokémon la siguieron sin dudar.
De vuelta en el Centro Pokémon de Ciudad Jubileo, y tras haber descansado un poco, Aurelia le pidió permiso a la enfermera Joy para usar el baño del centro. La enfermera, que acababa de atender de urgencia a los Ralts heridos, accedió sin problema.
Aurelia no perdió tiempo y se dirigió al baño. Al entrar, soltó un suspiro de alivio antes de sumergirse en el agua caliente junto a sus Pokémon, dejando que la calidez relajara su cuerpo tras la intensa jornada.
Poco después de cambiarse la joven entrenadora volvió a la parte delantera del centro Pokémon donde la esperaban La enfermera Joy, Chansey y los Ralts ya curados
—Gracias por dejarme usar el baño, enfermera Joy. ¿Cómo están ellos? —preguntó Aurelia con interés y preocupación.
Los dos Ralts la observaron con ojos grandes y llenos de curiosidad. Aunque se veían mucho mejor, aún parecían algo nerviosos.

—De nada —respondió la enfermera con una sonrisa—. Los Ralts están completamente curados. Si quieres, podemos reincorporarlos a la naturaleza con ayuda de los Rangers… a menos que prefieras llevarlos tú misma o capturarlos.
Aurelia se arrodillo suavemente frente a ellos.
—No quiero obligarlos a nada, pero… ¿quieren venir conmigo? Prometo cuidarlos y protegerlos.
Los dos Ralts intercambiaron miradas. El primero dio un paso adelante con timidez, mientras que el otro dudó un momento antes de imitarlo.
La enfermera Joy sonrió.
—Parece que ya tomaron su decisión.

Aurelia sacó dos Pokébolas y las extendió frente a ellos. Los Ralts las tocaron con suavidad y las esferas se cerraron con un suave clic .
—Bienvenidos al equipo —susurró con una sonrisa, sintiendo una nueva determinación crecer en su interior.
Ahora solo quedaba descubrir quién o qué les había hecho daño.
—Por cierto —añadió la enfermera Joy—, no sé si te has dado cuenta, pero esos Ralts son una hembra y un macho. No soy profesora Pokémon, pero sé que los Ralts siguen una jerarquía muy estricta. En una manada, las Gardevoir suelen estar a cargo, mientras que los Gallade las protegen.
Aurelia ascendió, procesando la información.
—Si la Ralts hembra que tienes es la cría de la Gardevoir líder de la manada en la Ruta 204 y está sola con otro Ralts macho, significa que algo muy malo está pasando allí —continuó la enfermera, su tono reflejando preocupación—. Así que ten cuidado.
Aurelia sintió un escalofrío recorrerle la espalda.
—Entiendo. Gracias por la información, enfermera Joy. Tendré cuidado —respondió con seriedad.
Con sus nuevos compañeros a su lado y una creciente inquietud en el pecho, Aurelia salió del Centro Pokémon con una sola meta en mente: descubrir la verdad.
Comments (2)
God
Gracias