Había pasado mucho tiempo desde que grandes entrenadores marcaron la historia, entre ellos Red, Blue, Green y otros nombres que resonaban en el pasado.
Desde entonces, muchas cosas habían cambiado. Antes, ser un entrenador Pokémon era toda una travesía, con escasa información y recursos disponibles. Sin embargo, con el paso de los años, esta vocación se había vuelto mucho más accesible.
Algunos consideraron que esta facilidad había debilitado a los entrenadores modernos, incapaces de convertirse en verdaderos Maestros Pokémon. Era una opinión que ciertas organizaciones oscuras estaban dispuestas a aprovechar.
Capítulo 1: La extraña nueva entrenadora
En Ciudad Arena, una joven de unos 16 años caminaba con determinación hacia el laboratorio Pokémon local. Era de complexión delgada, atlética, con el cabello rojo atado en una cola de caballo y ojos verdes llenos de energía. Vestía una remera negra con detalles azules, un pantalón negro con líneas azules y zapatillas deportivas del mismo tono, con detalles en blanco.
El laboratorio, aunque claramente más grande y tecnológico que en los días de Dawn, mantenía cierto aire nostálgico. Al entrar, el joven se dirigió directamente a la zona de los Pokémon iniciales. Sin embargo, en lugar de las clásicas tres pokébolas sobre una mesa, había nueve mesas, cada una con tres pokébolas.
Aurelia, como se llamaba la joven, quedó impresionada. Sus padres le habían contado que en el pasado se elegía entre solo tres iniciales, pero ahora tenía 24 opciones frente a ella. La decisión parecía abrumadora, y mientras observaba las mesas con una mezcla de emoción y confusión, apareció una mujer de unos 30 años.

Llevaba una bata de laboratorio sobre una blusa azul y una pollera de jean. Su cabello negro corto estaba perfectamente peinado, y calzaba botas de tacón negras. Estaba revisando unos documentos en su escritorio, casi sin mirar a la recién llegada.
—Hola, soy Zhu-Yang, la profesora a cargo de este laboratorio. Hace mucho que no recibimos visitas. ¿Qué te trae por aquí? —preguntó con un tono casual mientras seguía concentrada en sus papeles.
—Hola profesora. Soy Aurelia Moon y vine a recibir mi primer Pokémon.
¿No le informaron de mi llegada? —respondió la joven con un toque de preocupación.
—¿Aurelia Moon ? Ah, Moon… Sí, ahora lo recuerdo. Tu padre llamó hace unos días para avisar que vendrías, aunque, para ser sincera, no esperaba que fuera cierto. Hoy en día, las academias Pokémon son las que entregan iniciales. ¿Acaso te faltó ese día? —respondió la profesora, alzando una ceja incrédula.

—Mi padre nunca me inscribió en una academia Pokémon. Solo me permitieron asistir a la escuela básica porque estaba ocupado. Luego me entrenó él mismo. Terminé mi instrucción hace una semana, por eso estoy aquí —explicó Aurelia con seriedad.
—Oh, ya veo. Tu padre es uno de esos entrenadores tradicionalistas que han comenzado a aparecer últimamente. Ahora entiendo tu situación. Y, dado que hace tiempo que nadie viene a este laboratorio, te dejaré elegir tres Pokémon.
—¿Tres? ¿En serio? —preguntó Aurelia, incrédula pero emocionada.

—Sí, hazlo. Aquí tienes iniciales de todas las regiones conocidas. En cada mesa encontrarás un Pokémon de tipo fuego, agua y planta. Espero que tengas suerte; algunos de ellos son algo tercos. Me pregunto qué tipos elegirás.
Aurelia se sintió nerviosa al escuchar esto. No sabía si elegir todos los Pokémon de una sola mesa o tres de diferentes mesas. Cerró los ojos y respiró profundamente, tal como su padre le había enseñado, intentando calmarse. Sin embargo, algo extraño ocurrió. Sin darse cuenta, su cuerpo empezó a moverse solo. En un estado casi de trance, elige tres pokébolas de tres mesas diferentes.
—Me ha impresionado, chica. En todo el tiempo que llevo aquí, nunca había visto a alguien elegir así, por puro instinto. La mayoría elige por el aspecto de los Pokémon, pero tú has seleccionado de una manera… interesante —comentó Zhu-Yang, observándola con curiosidad.

Las palabras de la profesora sacaron a Aurelia de su trance. Miró las tres pokébolas en su cinturón y frunció el ceño, confundida.
— ¿Qué pasó? —preguntó, incrédula.
—En serio, ¿no recuerdas haber elegido estas pokébolas?
—No… Solo recuerdo que traté de calmarme porque estaba nerviosa —respondió Aurelia.

—¿No sabes por qué elegiste esas pokébolas? ¿Tampoco sabes qué Pokémon hay dentro? —insistió la profesora, intrigada.
Aurelia se quedó en silencio por un momento. Luego miró las pokébolas con atención y contestó con seguridad:
—Estas contienen una Sprigatito de Paldea, un Torchic de Hoenn y una Popplio de Alola.
Zhu-Yang casi se cayó al suelo del impacto. Aurelia había identificado no solo a los Pokémon, sino también sus géneros, sin abrir ni siquiera las pokébolas. Esto era imposible, incluso con la parte superior transparente de las esferas.
— ¿Estás seguro de eso? —preguntó la profesora, tratando de recuperar la compostura.
-Si. Es lo que siento. Profesora, ¿puedo retirarme ahora?
—Normalmente diría que sí, pero ya que te llevas tres de mis Pokémon, quiero ver cómo te manejas en combate. ¿Aceptas? —propuso Zhu-Yang con una sonrisa provocadora.
Aurelia dudó por un momento, pero algo dentro de ella le decía que podía lograrlo. Finalmente, ascendiendo con determinación.
—¡Acepto!
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