La familia fantástica se ha estado adaptando a la tierra del UCM, durante este tiempo han descubierto cosas interesantes en esta tierra llena de grandes héroes y hoy veremos cómo reed y su equipo se acostumbra a esta vida
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Nueva York. Edificio baxter
La mañana comienza soleada sobre el icónico Edificio Baxter, un lugar que por décadas ha sido símbolo de ciencia y aventuras imposibles. Pero esta vez, la escena es distinta. En el interior, la familia más extraordinaria del mundo enfrenta un nuevo tipo de desafío: la vida moderna.
Reed Richards, también conocido como Mr. Fantástico, trabaja frente a una pantalla holográfica gigante, examinando datos complejos con su usual intensidad. A su lado, su esposa Sue Storm —la Mujer Invisible— intenta organizar el desayuno mientras consulta recetas en una tablet, un gesto cotidiano que parece costarle más que pelear contra invasores interdimensionales.
Johnny Storm, la Antorcha Humana, entra en la cocina volando brevemente sobre la encimera, robando una tostada mientras revisa su perfil de redes sociales en un holograma flotante.
—¡Ey, tengo dos millones de seguidores más desde que hicimos aquel rescate en Corea del Sur! —dice con una sonrisa arrogante.
—¿Estás midiendo tu impacto en el mundo por los likes, Johnny? —responde Sue, rodando los ojos mientras coloca los platos.
—No me juzgues. ¡Hasta Ben está en Insta ahora!
En ese momento, Ben Grimm —La Mole— entra al comedor vestido con una bata y pantuflas, sosteniendo una taza enorme con las palabras “It’s Clobberin’ Time!” impresas. Suspira y se sienta.
—Esto de tener fans en TikTok que me piden que rompa paredes por diversión es... raro. Antes las paredes venían a mí.
El tono distendido cambia cuando la pantalla del centro de mando muestra una alerta urgente. Reed, con su usual seriedad, amplía la proyección. Las noticias internacionales muestran imágenes aéreas de la selva del Amazonas, donde una espesa niebla negra cubre un área del tamaño de una ciudad pequeña. De entre esa niebla, figuras humanoides oscuras emergen, con ojos brillantes y movimientos agresivos.
—¿Qué demonios es eso? —pregunta Johnny, ahora completamente serio.
—Informes preliminares hablan de desapariciones de aldeanos, alteraciones climáticas locales y pérdida total de señal en un radio de cincuenta kilómetros —explica Reed mientras analiza los datos en tiempo real—. Algunos testigos describen a los seres como "sombras vivientes".
Sue cruza los brazos.
—¿Esto tiene algo que ver con los sincorazón de los que han estado hablando los Vengadores últimamente?
—Es una posibilidad, Sue —responde Reed—. Las lecturas de energía coinciden con las distorsiones dimensionales observadas en Finlandia y Oregón. Pero aquí… hay algo diferente. La densidad de la niebla y la forma en que absorbe la luz... esto no es un simple fenómeno. Esto es una invasión.
Ben deja la taza sobre la mesa con firmeza.
—Entonces, ¿qué estamos esperando? ¿Cuándo salimos?
Reed gira su rostro elástico hacia su equipo.
—De inmediato. Hay demasiadas variables que desconozco, y no me gusta sentirme ciego. Si esto es parte de algo más grande —como lo que los Vengadores han enfrentado—, necesitamos estar allí antes de que sea demasiado tarde.
Johnny se enciende en llamas, listo para despegar.
—¡Brasil, allá vamos! Espero que la selva esté lista para un poco de calor.
Sue se pone su traje mientras mira a Reed.
—¿Llamamos a alguien más?
—No por ahora. Somos los Cuatro Fantásticos. Esto es lo que hacemos.
Con decisión, la familia sube a su icónico Fantasticar, ahora rediseñado con tecnología moderna y propulsión cuántica. El vehículo se eleva desde la plataforma del edificio Baxter, brillando bajo el sol de Manhattan mientras se dirige hacia los cielos con destino al corazón de Sudamérica.
Desde la distancia, en las sombras de la ciudad, una figura encapuchada observa el despegue a través de un dispositivo mágico. Sus ojos brillan de satisfacción mientras susurra:
—Todo avanza según lo previsto… pronto, el mundo sabrá qué significa vivir en la oscuridad.
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La Fantasticar aterriza suavemente en una pista improvisada, rodeada de vegetación espesa y altos árboles que anuncian la cercanía con la selva amazónica. A lo lejos, un grupo de soldados armados espera con una figura central al frente: un hombre alto, musculoso, de piel morena y expresión firme, vestido con un traje verde intenso adornado con una estrella dorada en el pecho. Porta una capa de tonos dorados y verdes, y en su espalda lleva un escudo de diseño tribal futurista.
—Bienvenidos a Brasil, Família Fantástica —dice con voz clara—. Soy João Alves... aunque últimamente me conocen como Capitán Brasil.
Reed da un paso al frente, observando al héroe con interés.
—Un placer conocerte, João. Tu nombre ha comenzado a aparecer en algunos informes. Supongo que no es coincidencia que nos encontremos ahora.
—No lo es —responde Capitán Brasil mientras los guía hacia una base oculta camuflada entre árboles gigantes—. He estado luchando contra una amenaza oscura que, por lo que veo, ustedes también conocen.
Dentro de la base, una mezcla entre tecnología de punta y elementos culturales brasileños, las pantallas muestran imágenes inquietantes. En varias de ellas se reproducen escenas de ataques en aldeas amazónicas: figuras sin rostro que emergen de pantallas planas, tabletas y smartphones, capturando a personas sin dejar rastro. Algunas cámaras muestran el denso núcleo de la selva, cubierto por una niebla espesa que parece devorar la luz.
—Los llaman Sincorazones. No sabemos de dónde vienen exactamente —explica João mientras proyecta un mapa digital con los puntos de aparición—. Pero parecen sentirse atraídos por la tecnología. Cada aparición ha estado relacionada con dispositivos de última generación... como si las pantallas fueran portales.
Sue frunce el ceño mientras observa una escena donde una niña desaparece al mirar una tableta encendida.
—¿Están usando la luz como vehículo? ¿Como una puerta?
—Es una posibilidad —responde Reed, ajustando los datos en la pantalla—. Si las ondas de frecuencia han sido manipuladas para actuar como puentes dimensionales, podrían estar utilizando nuestras propias herramientas en nuestra contra.
Ben, con los brazos cruzados, mira una de las imágenes donde los sincorazones marchan entre la niebla.
—Malditos monstruos... esto no es solo una invasión. Es una cacería.
Johnny se mantiene en silencio por unos segundos, luego pregunta:
—¿Y tú? ¿Cómo te convertiste en... Capitán Brasil?
João sonríe apenas, caminando hacia una vitrina donde se guarda una réplica del escudo que porta.
—Fui soldado. Operaciones especiales. Durante una misión en el Pantanal, encontré una reliquia con un símbolo muy antiguo, vinculado a la orden original de los "Guardiões do Sol", una sociedad que protegía el equilibrio entre lo humano y lo natural. Al tocarla, algo despertó en mí. Mi fuerza se multiplicó, mi velocidad aumentó… y tuve visiones. De mi gente, de mi país, pidiendo protección. Supe que debía ser su escudo. Así nació el Capitán Brasil.
Sue asiente con respeto.
—Una causa noble. Me recuerda por qué empezamos todo esto.
Johnny, un poco más bromista, añade:
—Y al menos tú no tuviste que ser golpeado por rayos cósmicos en el espacio...
Ben lanza una carcajada seca.
—A veces pienso que salimos perdiendo en ese trato.
Reed se gira hacia los demás con una expresión grave.
—Ya no podemos esperar. Si estos seres están usando tecnología para invadir, su alcance será global muy pronto. Tenemos que ir al epicentro.
João proyecta una imagen aérea de un punto crítico dentro del Amazonas: un cráter gigantesco rodeado por una nube negra en forma espiral. Es allí donde se han perdido todas las señales y donde se presume que está el origen de la distorsión.
—Este lugar es conocido como O Coração da Sombra. Los locales evitan acercarse desde hace semanas. Pero si queremos respuestas, debemos ir allí.
Reed asiente. Luego se gira hacia el equipo.
—Prepárense. Esto no será una simple expedición.
Sue toca el hombro de Reed.
—Vamos a enfrentarnos a algo que no entendemos aún... pero no estamos solos.
Johnny extiende su puño hacia Ben.
—Hora de patear traseros sombríos.
Ben lo choca y murmura:
—Ya era hora de algo de acción real.
Con todo listo, los cinco héroes —Reed, Sue, Johnny, Ben y João— salen de la base y se internan en la selva. Montados en vehículos especializados y con equipos avanzados de rastreo, la travesía hacia el corazón de la amenaza comienza.
Entre los árboles, las sombras se alargan... y algo los observa en silencio.
Los cinco héroes avanzan entre la maleza espesa del Amazonas, donde la luz apenas logra atravesar la copa de los árboles. El aire es denso, cargado de humedad y una energía oscura que se siente incluso en la piel. A medida que se acercan al lugar señalado, el paisaje cambia. La vegetación se torna extrañamente marchita, como si algo estuviera drenando la vida del entorno.
—No me gusta esto… —dice la Mole, con su voz grave, mientras pisa una rama seca que se convierte en polvo—. Ni un solo pájaro, ni un ruido. Es como un cementerio.
Reed consulta su dispositivo, el cual parpadea con interferencia.
—Estamos entrando en una zona de distorsión. Las partículas en el aire están cargadas con una energía extradimensional. Están... vivas.
Johnny, encendiendo brevemente su cuerpo, murmura:
—Algo nos está mirando...
De repente, una vibración sutil sacude el suelo. Desde la bruma que cubre el cráter emergen docenas de figuras oscuras: Sincorazones con formas animales, humanoides y grotescas, todos con los característicos ojos amarillos brillando como antorchas malditas. Sin emitir sonido alguno, se lanzan al ataque.
—¡Formación defensiva! —grita Capitán Brasil, alzando su escudo.
La batalla estalla. João lucha como un guerrero ancestral, con precisión y fuerza. Golpea con su escudo, derribando a varios sincorazones de un solo golpe. Johnny vuela sobre el campo de batalla lanzando fuego como un dragón celeste, mientras Sue crea campos de fuerza que protegen a sus compañeros y lanza ráfagas invisibles para repeler a los enemigos.
Ben, la Mole, se lanza de lleno al combate, haciendo temblar la tierra con cada puñetazo. Reed se expande, se enrosca y se divide para mantener a raya a los sincorazones, usando su inteligencia para dirigir la ofensiva. El equipo trabaja en sincronía.
Pero a pesar del esfuerzo, los sincorazones parecen multiplicarse. La niebla se hace más espesa. Desde lo alto de una roca negra, una figura encapuchada observa la lucha.
El Maestro de Maestros.
—Qué espectáculo más trágico… —susurra, sin ser visto por los héroes—. Luchan por un mundo que ya está perdido. Los portales se abren, las barreras caen. La guerra llama.
Con un gesto, abre un portal oscuro tras de sí.
—Pronto, el Consejo de los Señores del Caos decidirá el destino del multiverso. Y este planeta… —hace una pausa, mirando hacia el cielo—. No es más que el primer campo de batalla.
Y desaparece en la oscuridad.
De vuelta en la lucha, Reed logra detectar una fuente de energía al fondo del cráter. Junto a Capitán Brasil, avanza con determinación, abriéndose paso mientras los demás cubren su avance. Llegan a una especie de altar antiguo, tallado con símbolos extraños que parecen reaccionar a la presencia del equipo.
—Aquí es donde comienza todo... —susurra Reed—. Esto no es solo un portal. Es un ancla. Algo lo sostiene desde otra dimensión.
João coloca su escudo en el centro del altar. Este reacciona, brillando con una luz verde intensa.
—Este lugar… fue creado para contener el mal. Pero algo ha roto el sello.
Con la energía combinada de Reed y João, logran activar un mecanismo oculto. Desde el altar, una onda de luz se expande, purificando la niebla y desmaterializando a los sincorazones restantes. Los que luchaban contra Sue, Ben y Johnny se desvanecen en humo negro.
Silencio.
Los cinco se reagrupan, respirando con fuerza. Las nubes oscuras se disipan. El cielo vuelve a verse claro por primera vez en semanas. A lo lejos, aves vuelven a cantar.
—¿Lo logramos? —pregunta Johnny, bajando la guardia.
Reed, con expresión seria, responde:
—Por ahora. Pero esto fue solo una manifestación menor. Hay fuerzas mayores operando detrás de todo esto.
João recoge su escudo, lo mira un momento y luego les sonríe.
—Sea lo que sea… Brasil no luchará solo.
Sue asiente con determinación.
—Y nosotros tampoco. Somos más que una familia. Somos un escudo para este mundo.
Ben, como siempre, rompe la tensión con un gruñido.
—¿Podemos volver ahora? Me muero por una caipiriña.
Todos ríen suavemente mientras se alejan del altar, conscientes de que la paz recuperada es solo temporal.
en lo alto del icónico Edificio Baxter. La ciudad de Nueva York bulle bajo la luz del atardecer mientras la familia más extraordinaria del mundo reflexiona sobre su última misión.
En el laboratorio principal, pantallas holográficas proyectan imágenes del Amazonas, esquemas de los Sincorazón, lecturas energéticas y coordenadas multiversales. Reed Richards, serio como siempre, teclea en su consola mientras una inteligencia artificial procesa los datos recolectados.
Sue Storm observa una de las pantallas con los brazos cruzados, pensativa. Johnny Storm, apoyado contra la pared, gira una esfera de plasma entre sus dedos, inquieto. Ben Grimm, la Mole, está sentado en una silla reforzada, masticando un sándwich mientras escucha con atención.
—Lo que vimos allá… —comienza Sue— no fue solo una amenaza local. Fue una advertencia. Estos Sincorazón... algo los guía, algo los suelta donde hay grietas entre realidades.
Johnny asiente.
—Y no solo atacan al azar. Usan tecnología, manipulan emociones... estaban demasiado organizados para ser solo bestias oscuras.
Ben gruñe.
—Tienen un propósito. Y eso es lo más preocupante.
Reed, sin apartar la vista del análisis, interviene:
—Tienen razón. Las lecturas energéticas que captamos en Brasil coinciden con otras registradas en Oregón, Sudáfrica, Noruega y Corea del Sur. Hay un patrón. Están buscando puntos de fractura dimensional.
De pronto, entra en la sala un niño de cabello claro y ojos brillantes: Franklin Richards, el hijo de Sue y Reed, de apenas diez años, pero con uno de los poderes más grandes del universo.
—¿Están hablando de los Sincorazón? —pregunta, curioso pero serio.
Reed gira hacia él, sorprendido.
—Deberías estar en el piso de entrenamiento con Valeria…
—Me aburrí. Y escuché lo que dijeron. Lo de las grietas… yo también lo he sentido.
Sue se acerca a su hijo, preocupada.
—¿Sentido? ¿Cómo?
Franklin mira a sus padres, luego al cielo a través de la gran cúpula del laboratorio.
—En mis sueños. Hay... una gran tormenta acercándose. Mundos chocando, héroes de otros universos... y una figura oscura que ríe mientras todo se rompe. Lo llaman “La Guerra del Multiverso”.
El silencio cae como una losa sobre la sala. Reed se pone de pie, tratando de disimular la tensión en su rostro.
—¿Estás seguro?
Franklin asiente.
—Creo que es lo que viene. Y creo que los Sincorazón son solo la primera ola.
Ben se cruza de brazos, dejando su sándwich a un lado.
—Entonces, ¿qué hacemos?
Johnny da un paso al frente, más serio que nunca.
—Nos preparamos. Como siempre lo hemos hecho.
Reed mira a su familia, su equipo, su hogar. Luego, gira hacia una pantalla donde aparece una imagen del Maestro de Maestros, captada brevemente en el Amazonas por un dron.
—Este es uno de los rostros detrás del telón. No está solo. Hay otros... un consejo.
Sue cierra los ojos un momento.
—El Consejo de los Señores del Caos…
—Y si eso es cierto —añade Reed—, entonces no estamos ante una amenaza aislada. Estamos ante el principio de algo mucho más grande. Algo que no solo pondrá en peligro nuestro mundo... sino todos los mundos.
Franklin se acerca al ventanal principal, desde donde se ve el cielo teñido de naranja.
—¿Papá...? —pregunta con voz suave— ¿Crees que ganaremos?
Reed se queda callado por un momento... y luego camina hacia su hijo, poniéndole una mano en el hombro.
—No lo sé. Pero sé que vamos a pelear por lo que amamos. Por cada persona en cada rincón del multiverso.
La familia se une a su alrededor. La Mole da un suave golpe en la espalda de Franklin, Johnny sonríe con confianza, Sue toma la mano de su hijo, y Reed los rodea a todos con su brazo.
El silencio vuelve. Pero esta vez, es un silencio de decisión, de unión.
Desde el Edificio en su máxima altura, vemos a la familia fantástica reunida en la terraza, mirando el cielo. Las primeras estrellas comienzan a brillar.
Más allá de la atmósfera, un velo de oscuridad comienza a tomar forma entre las estrellas… y una voz resuena en la inmensidad:
—“La guerra está más cerca de lo que creen…”
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