El pasillo lo engulló con un susurro de soledad. No había luces, solo la linterna que Ethan había improvisado con su teléfono, cuya batería menguaba lentamente. Cada paso levantaba polvo del suelo y arrastraba ecos que parecían más densos de lo normal. Como si la oscuridad no solo estuviera en las paredes, sino colgando en el aire mismo.
La huella azul tallada junto a la puerta abierta aún ardía en su mente.
“Él escucha.”
Ahora, avanzaba con los músculos tensos y la mirada alerta, atento a cualquier sonido, cualquier señal de movimiento. Pero lo único que lo acompañaba era el zumbido lejano de una tubería que goteaba y el rechinar de la antigua estructura respirando.
Había visto desaparecer a Huggy Wuggy sin una sola pista. Pero algo en sus entrañas le decía que no estaba solo allí abajo.
El pasillo desembocó en una amplia sala técnica. Viejos generadores ocupaban las paredes, junto con es de control desgastados por el tiempo. Algunos botones aún parpadeaban débilmente en rojo. Había un cartel oxidado en lo alto:
“Subestación Eléctrica – solo para ingenieros.”
Ethan avanzó con cuidado. Los tubos retumbaban levemente a su alrededor, como si algo —algo enorme— estuviera moviéndose a través de ellos en la distancia.
Miró a su alrededor. Sobre una mesa maltratada descansaban herramientas rotas y una libreta manchada. En ella, apenas legible entre garabatos y manchas secas, había una anotación:
“Si la energía falla otra vez, accionar las palancas en orden. OTRA VEZ: AZUL - ROJO - AMARILLO - VERDE.”
La habitación tenía un aspecto diferente al resto de la fábrica. Más fría. Más cerrada. Como si estuviera aislada a propósito. En una esquina había una pantalla vieja, cubierta de polvo. Ethan la encendió con un botón oxidado. Un zumbido estático llenó la habitación, y por un instante la imagen parpadeó mostrando una cámara de seguridad.
Solo una.
El vestíbulo.
Pero Huggy Wuggy ya no estaba allí.
El podio seguía vacío.
Ethan dio un paso atrás, como si la ausencia de la criatura en la imagen pudiera de alguna manera proyectarse en su realidad inmediata.
—Dios mío... ¿Dónde estás? —susurró.
Un estruendo interrumpió sus pensamientos.
Un sonido de algo golpeando metal. No fuerte. Lejano. Pero presente.
La tensión se coló en su respiración.
Giró sobre sí mismo, iluminando con su luz el corredor por donde había venido. Nada. Pero al mover la linterna, por un breve instante, algo pareció moverse al final del pasillo. Como una sombra fugaz. Una silueta. Alta. De brazos largos.
Corrió hacia el generador.
Encontró las palancas. Estaban numeradas, pero con etiquetas despegadas. Recordó el orden: azul, rojo, amarillo, verde.
Accionó la primera.
Click.
Un ligero zumbido.
Luego la segunda.
Click.
Un foco en la esquina parpadeó con vida.
La tercera.
Click.
El zumbido aumentó. Más luces en la consola despertaron.
Y la última.
Click.
Un rugido mecánico se activó. Como si la bestia dormida de la fábrica hubiera inhalado aire por primera vez en años.
La energía había regresado.
Ethan exhaló. Por un momento creyó estar a salvo.
Hasta que escuchó otro ruido.
Esta vez más cerca.
Una respiración.
Fuerte. Profunda. Como si algo estuviera justo al otro lado del umbral de la sala, respirando con una ansiedad feroz.
Volteó bruscamente con el GrabPack en alto, pero no había nada.
Solo oscuridad… y la sensación punzante de ser observado.
Volvió sobre sus pasos. El pasillo que antes había atravesado ahora parecía más estrecho. Más oscuro. A su alrededor, las sombras bailaban con formas caprichosas. Una en particular se deslizó por la pared, sin que hubiera objeto físico que la proyectara.
La linterna falló un segundo.
Y en ese parpadeo… alguien —algo— estaba parado al final del pasillo.
Cuando la luz volvió, se había ido.
—Basta… basta… —susurró Ethan, agitado, acelerando el paso. Su respiración formaba nubes blancas en el aire, como si la temperatura hubiera caído de pronto.
Al llegar al vestíbulo, se detuvo de golpe.
Todo parecía igual… excepto que ahora la energía había regresado. Las luces del techo parpadeaban en una sinfonía intermitente de amarillo pálido. El ambiente había cambiado.
Y Huggy Wuggy ya no estaba.
El podio estaba vacío, como antes… pero ahora había huellas.
Huellas azules. Grandes. Repartidas por el suelo, como si algo pesado hubiera descendido del pedestal y caminado por la fábrica.
Ethan se inclinó. La felpa que cubría esas marcas estaba húmeda. Como si estuviera viva. Como si hubiera sido dejada hace apenas segundos.
Giró la mirada hacia una nueva sección del vestíbulo que ahora, gracias a la electricidad, estaba accesible. Sobre una de las plataformas industriales, colgaba una grúa aérea. Al fondo, una puerta cerrada con el símbolo de un GrabPack dibujado: dos manos extendidas, una roja y otra azul.
Ethan miró su propio GrabPack. Solo tenía una mano.
La otra era necesaria.
Mientras se acercaba al área de carga, una nueva cinta VHS, azul celeste, descansaba sobre una mesa polvorienta. Justo frente a la zona de mantenimiento. La introdujo en el reproductor sin pensarlo, aún respirando con dificultad.
La pantalla cobró vida, y esta vez no era una animación alegre.
Eran grabaciones reales.
Trabajadores en una sala de descanso, hablando bajo. Se les notaba tensos.
—“No lo sé, simplemente… no era Huggy cuando volvió. Algo estaba mal.”
—“Dijeron que fue un fallo, pero nadie lo vio fallar. Solo desapareció. Y luego lo encontraron en la zona de drenaje, como si alguien… o algo lo hubiera arrastrado allí.”
—“¿Y qué hay de la niña del prototipo Daisy? Dicen que la escucharon cantar. Aún después de que la desactivaran.”
Pantalla negra.
Solo una palabra en letras blancas:
"RESTRINGIDO".
Ethan se quedó inmóvil. Tragó saliva. Sintió cómo la fábrica se cerraba lentamente sobre él.
Ahora tenía un nuevo objetivo: encontrar la segunda mano del GrabPack.
Pero mientras se dirigía a la zona de carga, la sensación de ser observado no desaparecía. Las luces se apagaban a sus espaldas una por una.
Y en algún lugar de la oscuridad...
Huggy lo seguía.
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