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Poppy playtime un apretón fuerte Capítulo 2: La entrada a Playtime Co.

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El viento azotaba con desgano las paredes grises de la antigua fábrica, como si incluso la naturaleza misma intentara mantener distancia de aquel lugar. Ethan había permanecido largo rato frente a la entrada oxidada, mirando las letras que una vez decoraron la fachada con orgullo infantil: PLAYTIME CO. Ahora, descoloridas y deformadas por el tiempo, parecían más una advertencia que una bienvenida.

El eco de sus pasos sobre el concreto agrietado era lo único que lo acompañaba mientras cruzaba el patio principal. Cada sonido rebotaba entre los muros vacíos, como si la fábrica susurrara en lenguas olvidadas. Pero Ethan no se detuvo. La cinta que había recibido —esa inquietante grabación que mostraba a la muñeca Poppy hablando con voz dulce— aún vibraba en su mente. Y esa última frase, escrita con trazo tembloroso, seguía siendo su único hilo:

“Encuentra la flor.”

Amapola roja.

Símbolo de algo más.

Empujó la puerta principal con ambas manos. El chirrido metálico llenó el aire como un lamento. Al otro lado, lo esperaba la penumbra.

El vestíbulo principal de Playtime Co. no era un simple salón; era una cápsula del tiempo. La decoración conservaba restos de color: murales de empleados sonrientes, eslóganes optimistas, vitrinas rotas con juguetes desgastados que parecían observar desde el polvo. A lo lejos, una gran figura pintada en la pared mostraba una versión caricaturesca de un niño abrazando a un monstruo de peluche azul. Huggy Wuggy. Ethan no recordaba haber jugado con uno de niño, pero su imagen le provocó un escalofrío involuntario. Era como si su sonrisa fuera demasiado amplia… como si estuviera viva.

A su derecha, un mostrador de recepción abandonado. A su izquierda, una sala cerrada con una puerta de cristal reforzado. En el centro del vestíbulo, un pequeño tren de juguete en un riel circular, detenido por el tiempo, se encontraba en posición. Cada vagón llevaba un color: rojo, amarillo, rosa, azul.

Ethan se acercó al teclado junto a la puerta cerrada. La pantalla mostraba:

“Introduce el código.”

Recordó la cinta. Recordó la voz. Los colores.

¿Y si el código no era más que eso?

Rojo. Amarillo. Rosa. Azul.

Pulsó las teclas correspondientes.

Por un segundo, nada.

Luego, un pequeño pitido.

Y el sonido de una cerradura cediendo con un “clic”.

La puerta se abrió.

Dentro, una pequeña sala de empleados. Oscura, con el aire pesado de años sin ventilación. En una de las esquinas, una vieja televisión con reproductor VHS aún parpadeaba en azul. A su lado, una cinta con la etiqueta escrita a mano:

“GRABPACK: Instrucciones de uso”

Ethan se inclinó y la introdujo.

El zumbido de la máquina pareció llenar el lugar.

La imagen era extrañamente alegre. Un dibujo animado mostraba un operario sonriente colocándose un arnés en la espalda, del cual salían dos brazos mecánicos. La voz que narraba era artificial, demasiado entusiasta.

—“¡Bienvenido al equipo, nuevo empleado de Playtime Co.! El GrabPack es tu mejor amigo. Con estas manos extendibles, podrás alcanzar objetos, operar máquinas a distancia, y trabajar con mayor eficiencia.”

La animación mostraba los brazos disparándose para tomar una caja, accionar un interruptor, incluso cargar herramientas peligrosas.

—“¡Recuerda! ¡No uses el GrabPack en humanos! ¡Y mantente siempre dentro del protocolo de seguridad!”

La imagen se desvaneció.

La cinta se detuvo.

Ethan miró hacia la pared, donde el dispositivo estaba colgado, cubierto por una lámina de acrílico quebrada. A pesar del abandono, el GrabPack parecía funcional, aunque solo tenía un brazo: el izquierdo.

Se lo colocó lentamente.

Las correas le apretaban el pecho.

El gatillo respondió con suavidad.

Apuntó a una caja al otro lado de la sala y presionó.

La mano se disparó con fuerza, sujetó el objeto, y volvió a él en un solo movimiento fluido.

Sí. Estaba listo.

Regresó al vestíbulo.

Una nueva puerta, situada entre dos vitrales sucios, brillaba con un sensor azul. Ethan alzó el GrabPack y lanzó la mano mecánica contra el sensor. Un chasquido eléctrico. Otro “clic”.

La puerta se abrió.

Un nuevo corredor, más oscuro que el anterior, se extendía hacia el interior de la fábrica.

Y allí, al final del pasillo, bañado por la penumbra filtrada, lo vio por primera vez:

Una figura gigante, peluda, azul, de pie en un podio.

Huggy Wuggy.

Pero Ethan aún no se acercó.

Aún no sentía el miedo.

Aún creía que todo esto era parte del misterio…

No sabía que, en cuestión de minutos, algo lo haría desear nunca haber entrado a esa fábrica.

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