Un lecho amordazado, donde yace la mujer de octavas nupcias y el hombre más infiel
—¡Cariño mío, más despacio que me destripo!
Pareciese no importarle, pues estaba tan desesperado que cuando la tiró en la cama, la cabeza de la mujer pegó contra la madera, provocándole una cortadura que se le vió hasta el cerebelo.
—¡Más que abrirte la cabeza no va a ser! ¡Deja de exagerar, mujer!
—¡Al menos llama a un médico a que me cosa!
El médico demoró diez horas en llegar
Teniendo en cuenta que este patán terminó en menos de un minuto
—¡Venga, médico que me estoy a punto de desangrar! Ojalá usted fuese como mi esposo, queriendo hacer un récord mundial del más rápido, lo que menos se espera es que usted sea tan lento!
—Perdone señora, es por orden de gravidez.
El médico le cosió la cabeza y se fue
—Ahora sí mi amor, ¡sigamos!
El hombre la tiró en la cama y la hundió tanto que casi le ahoga con la almohada
—¡Espera, cariño, que siento algo que me pincha en el cerebro!
—¿Qué te pincha, mujer? ¡Deja de ser tan exagerada!
—¡Que sí, que sí, que me pincha!
—¿No será porque te quedó la sensación de que te acaban de coser?
—¡Ah, bueno, puede ser!
Los dos estúpidos siguieron con su lecho de amor
—¡Espera, cariño, que siento algo que me duele adentro!
—¿Y ahora qué, mujer? ¡Qué pesaá!
—¡Qué sí, qué sí, que me duele! A ver, mira pa dentro.
El hombre mira dentro de su cavidad uterina y le dice:
—¡Mujer, tienes como un bicho dentro finito!
—¡Te dije que había algo!
El hombre le mete un dedo, sin suerte de sentir algo le mete dos dedos
Y al seguir sin sentir algo le mete la mano
—¡Más despacio, hombre y menos profundo que me estas tocando el óvulo!
—¡Cuál óvulo, mujer, si ese es el clítoris! ¡Dejá de opinar que no sabés naá!
—Hombre, más que tú sé, ¡sos vos el que no sabe naá!
La mujer sentía un tremendo dolor en su brazo izquierdo
—¡Cuando me tocas ahí me duele el brazo!
—¿¡Cómo te va a doler el brazo, mujer!?
—¡Qué sí, qué sí, que me duele! Llama al médico otra vez, a ver.
El médico viene y tarda venticinco horas en llegar
—¿Qué le pasa a la señora?, ¿qué le duele?
—¡Hombre, ahora nada!
—Igual hay que inspeccionar, por seguridad, señora.
—¡Cariño, que me ha dicho señora!
—¡Vos no te metás con mi mujer! Es más, le echo por machista. ¡Vaya a meter manos a otro lao y a llamar señora a otras minas!
Y el tipo y la tipa nunca más pudieron tener relaciones sexuales con genitalidad sin protección alguna y el tipo le fue infiel y ambos se volvían a casar y a divorciar infinitamente, fin.
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