Mi Líder Agente niñera y yo - Capítulo 5

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Indice

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Capítulo 1: Bajo el mismo techo

Capítulo 2: León y Ratón

Capítulo 3: Secretos

Capítulo 4: Un nombre

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Mi Líder Agente niñera y yo

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Capítulo 5: Fachada

Los días estaban cada vez más borrascosos y las nubes más grises. Daba la impresión de que en algún momento estas se volverían del negro más oscuro, robandose la luz por completo y desatando un huracán tan destructivo como Miriam en el corazón del chico. El clima, sin embargo, volvía a ambos más emocionales de lo que eran realmente, pues en esa semana Kilian se perdía en sus deslumbrantes sentimientos de romance truncado, mientras la joven estaba hundida en una rabia sombría similar al cielo que los unía.

"Kilian harás el desayuno", "Kilian aquí está sucio", "Kilian el almuerzo", y más órdenes salían de su boca y el joven obedecía sin rechistar, e incluso parecía disfrutarlo en ocasiones, por el sencillo deseo de ver esas pequeñas y efímeras sonrisas que Miriam dejaba escapar; sonrisas casi torcidas que dejaban poco claro su significado. Y la chica se iba frustrando más y más conforme su víctima se mantenía impasible, e incluso de mejor ánimo que antes.

La joven había empezado a ocupar la ropa de la dueña de casa, y aunque tenía su libre permiso ella no lo aceptaba; no porque lo sintiera incorrecto, si no que era totalmente distinto a lo que ella usaría. Sólo encontró al final del closet un par de jeans y una polera no floreada como el resto, que le parecían decentes para ocupar. Todo lo demás, o le hacía sentir patética o le daba la impresión de lucir como un niña regañada, que era aún peor.

¡Esas prendas eran fatales! Pero su ropa pronto llegaría, así que solo tenía que soportar un poco más llevando esas cosas que le recordaban a…

- ¡Kilian, el chocolate!

El chico asomó su figura desde la cocina, trayendo una pequeña tacita verde con líquido humeante y dulce hacia la joven. Con cuidado, el chico dejó la taza junto a Miriam, que sentía como se le revolvía el estómago viendo la alegría contenida que le producía a Kilian el simple gesto de ver cómo bebía el chocolate.

- ¿Quieres algo más?

La chica no pudo más. Golpeando la pobre taza contra el suelo, la chica se levantó y tomó al sorprendido Kilian por la camisa. El retrocedía ante el avance de Miriam, que se iba inundando en lágrimas de rabia.

- ¡Te odio Kilian! ¡Te odio, te odio, te odio!

Sin saber qué decir, en la mitad de la cocina el chico veía como la joven parecía verse derrotada. Su amabilidad estaba hiriendo la fachada de la chica, cuyas órdenes crueles había ido subiendo de tono todo el día, hasta ese punto: el momento en el que la chica tenía blancos los nudillos que se aferraban a su camisa, llorando enojada junto a él.

- ¿¡Porque no te quejas!? ¿¡Cómo esperas que esto funcione si ni siquiera te resistes!?

- M-Miriam, yo…

¡No seas tan blando, maldita sea! ¡Odio que la gente sea así, sin decir una palabra, solo acatando a los demás!

- Perdón...

Las manos de Kilian se posaron suavemente en los puños de la chica, que temblaban sin control, como ramitas agitadas por el viento. Su llanto empezó a inundar el silencio entre lágrimas, aferrada al idiota que la miraba, sin saber qué hacer con la joven que se asomaba entre la fachada malvada, aquella que no entendía y le frustraba no entender, la joven que se escondía debajo del odio y el enojo, y Kilian por un momento, se vió reflejado en las lágrimas de Miriam, como si ambos tuvieran las mismas quemaduras bajo la piel.

- ¡No me sonrías cuando te doy ordenes! ¡Quéjate como todos, idiota! ¡No dejes que los demás pasen encima de tí! ¡No seas como-

La chica volvió en sí. Se dio cuenta de que se había dejado llevar, y había dicho más de lo que debía, llevándose las manos a la boca con rostro de pánico. A pasitos pequeños, se fue alejando del chico, hasta finalmente dar la vuelta y huir corriendo. Kilian solo escuchó el golpe de la puerta del baño, con las lagrimas calidas de Miriam aun empapando sus manos.

“No, no, no. Cálmate, por favor cálmate…”

Miriam estaba sentada tras la puerta de baño, mordiéndose los labios para que no se escucharan sus llantos. Estaba rompiendo la promesa que se había hecho a sí misma, al dejar al descubierto su frágil corazón. Nunca pensó que lo que planeaba le saldría al revés.

Sus lágrimas brotaban como cascada, pero su mente era lenta en saber lo que realmente le provocaba tal sentimentalismo: la actitud del chico o lo que le recordaba. Quizá todas ellas, incluso podía ser algo más.

Kilian no quería mover sus manos, y que cayeran las lágrimas de Miriam al suelo. Era como preciadas perlas de dolor confiadas a él por accidente. Pero el silencio lo alertó, más que el disparo de un arma. No se escuchaba nada, ni el más mínimo gimoteo de la chica, y eso le aterraba. Al tratar de abrir la puerta a la fuerza, asustó a Miriam, que la retuvo y la trabó desde adentro. Ahora ella estaba mirando la cerradura, pero era como si viera a través de esta, con Kilian gritando del otro lado.

- ¡Miriam, por favor abre!

- ¡Vete! No quiero escucharte. - La voz de Miriam bajaba de volumen al hablar, rota su fachada y aún incapaz de volverse a poner de pie. No estaba acostumbrada a ser perseguida. Ya no.

- ¡Dime que hice! Dímelo por favor, no me preocupes así y abre...

- ¡Dejame sola!

Abreme, por favor... -La voz de Kilian sonaba cada vez más preocupada y triste.

- ¡Basta! - Dijo, lanzando una jabonera de cerámica hacia la puerta, deseando que llegara a la cabeza de Kilian.

- ¡Abre la maldita puerta Miriam! - aulló, con un sonoro golpe a la madera al escuchar la explosión del pequeño objeto al impactar y despedazarse.

El grito de Kilian los sorprendió a ambos. Él estaba enojado, preocupado, triste, confundido... Era una mezcla tan rara de emociones que habían estallado en un solo momento desesperado: tantas palabras que nunca encontraron sus momentos y ahora se fugaban en un solo alarido, luego de tantos silencios injustos.

Miriam fijó su vista en el suelo, secándose el llanto con su manga: era un desastre, como el interior de ambos. Estaba lleno de jabón, que se seguía esparciendo sin prisa, mientras los trozos más grandes de cerámica le cerraban el paso junto a la pasta dental aplastada.

La puerta por fin se abrió con la temblorosa mano de la joven. En ese momento ambos vieron bien al otro, al fin y por primera vez. Ella al mirarlo vio una extraña expresión de preocupación indescifrable, un aterrador brillo en el que aún ardía esa maldita amabilidad que le laceraba el alma. A los ojos de Kilian en cambio, Miriam se veía diferente: tenía el cabello más alborotado, los ojos rojos, estaba más pálida, con ambos pies lastimados por la cerámica y le daba la impresión de que su niñera era hermosamente inofensiva. Ella solo quería huir lo más lejos que pueda y nunca volver, cerrando con fuerza los ojos mientras se abrazaba a si misma, tratando de disminuir el sentimiento de derrota que la consumía como fuego.

Quizás la falta de maldad en los ojos de Miriam, su brillo de dolor tras la tormenta, lo tenso de la situación o quizás solo una alza en la adrenalina de Kilian le dió la valentía para llevar a cabo su impulso. Dió un gran paso, tirando a la joven por su muñeca y la rodeó con sus brazos.

Ninguno de los dos estaba seguro de lo que pasaba pero ahora algo los conectaba: sea un secreto compartido, el sentimiento más irracional de todos, o una mera confusión, dolor, las ganas de no volver a verse y de no estar ahí, o lo que sea.

Kilian tenía sus sentimientos por ella tan enredados en su ser como un árbol de manzana parasitario, que extendía sus raíces por todo el campo y más allá de este, hasta un infinito incierto que se asemejaba a la sensación del cuerpo delicado de la joven respirando sin ritmo, sin saber qué hacer, con las ganas de salir huyendo a flor de piel. Para Miriam era nuevo todo, horrible y desconocido, mientras una semilla caía del manzano de Kilian hacia el campo estéril de su corazón y sería comida para aves, o crecería para formar un gran y hermoso árbol, retorcido e implacable, tan voraz como lo era ya el que daba flores sin fin en la mente del chico.

Nadie dijo nada, pero algo se había roto. Algo que ella desearía nunca haber destruido.

Por la noche, lo último que oyó Kilian de su niñera fue la puerta de la entrada cerrándose lentamente, y los pasos de la joven alejándose de allí...

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Pronto más capítulos llegarán. ¡#TeamMiri !

Nosotros fuimos Hiboulla y Derek, y te deseamos...

¡Feliz lectura!