Mi Líder Agente niñera y yo - Capítulo 3

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Indice

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Capítulo 1: Bajo el mismo techo

Capítulo 2: León y Ratón

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Mi Líder Agente niñera y yo

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Capítulo 3: Secretos

Kilian abrió los ojos, con la boca seca y un peso en el alma. Tuvo un mal sueño, en el que una leona lo devoraba, y de un solo mordisco desaparecía entre las fauces del felino. Despertó asustado, en las primeras horas antes del alba, y bajó a la cocina por un poco de agua.

Ese sería su secreto, pues aquella chica había caído, fulminada por el sueño en el mismo lugar donde vegetó todo el día. Sin la tensión y el miedo que provocaba en la vigilia, Kilian se acercó hacia la durmiente joven. Contempló sus rasgos finos y delicados, su respiración calmada que ascendía y descendía como un barco internado en el mar, sus labios sedosos que le daban la apariencia de una muñeca y por sobre todo, sus manos pálidas que se abrazaban entre ellas, como talladas en porcelana.

Absorto, llegó incluso a pensar que es chica parecía un ángel: no solo con sus aspecto frágil al descansar, sino con su furia interna cuando lo veía. Solo en ese momento, Kilian entendió la descripción “Ángel caído”: la figura de la belleza maligna, envuelta en vaqueros, en volcanes de ira que amenazan con estallar, en camisas negras, en las cobijas que iba a traerle.

Ella no despertó. La cubrió con una manta, pues después de todo no podía dejar a aquella intrusa, que parecía tan desamparada, bajo las garras de la noche gelida. Quizá su corazón era demasiado blando, o solo la había juzgado mal, pero sea cual sea la justificación estúpida que lo impulsó en esas horas sin luna, la arropó como a una niña de mal carácter.

Maldita sea, era hermosa.

Sin embargo, iba a ser su secreto, tanto para mantenerse ileso, como para evitar indagar en aquella caja de Pandora que encontró.

Allí, en la noche profunda, mientras cubría a aquella aterradora joven, sus delicadas manos tomaron con fuerza el brazo desprevenido de Kilian. Presa del pánico, solo quedó petrificado a espera de su destino fatal ¡Ella despertó! ¡Era su fin!

…

Pasaron los minutos, y nada ocurrió.

Abrió de nuevo los ojos. Mientras el terror desaparecía, pudo notar entre la escasa luz de la habitación una lagrima descender por la tersa mejilla de la chica que, aún dormida, sostenía con desesperación el brazo de un ser onírico, ahora interpretado por Kilian.

- Por favor no te vayas...

La joven habló en sueños, mientras su llanto ascendía como las notas de una canción. Una única súplica salió de su boca de fresa, cuyo único testigo sería Kilian, y la ausente luna de marzo. Nunca le diría a aquella leona que plagaba sus sueños que en esa sala, en la hora de las brujas, la primera noche que pasó bajo ese techo, él consoló su llanto con una suave caricia, mientras ella se aferraba a alguien que solo podía existir durmiendo. Alguien que ya no estaba, y que aún ardía en su corazón.

Aquella mañana, entre sus sábanas, Kilian recordó su secreto mientras los gritos de su “niñera” hacían eco en la casa.

- ¡Despierta inútil! ¡Come algo para que no mueras!

La prefería dormida. Sin duda.

Killian escucho sus pasos acercándose a la puerta de su cuarto. Se escuchaban fuertes, como si ocupara botas de hierro. Cuando cesaron, la vio allí, parada frente a la puerta, con sus ojos castaños clavados en el. La belleza de estos eclipsaba totalmente el enojo que transmitían...

- Toma. - Le dijo Miriam, lanzando con fuerza un paquete de galletas a la cara de este.

Killian no pudo responder. El golpe fue tal que escuchó que una parte de su cráneo había sido fracturado. O quizá eran las galletas.

Miriam estaba un poco más calmada y ansiosa de que se comiera ya los bocaditos para que el joven no se muriera de hambre, ya que solo por estar allí, con ese rostro patético y débil, al ver su actitud pasiva y comportamiento temeroso, la ira brotaba de ella. Sólo no podía evitarlo: odiaba aquella cosa frágil con forma de chico, y su aire de ser nada más que una simple víctima. Pero en una parte profunda y oculta de su corazón él le preocupaba, le recordaba alguien que conocía…

Y aunque ella sentía ese casi imperceptible sentimiento, por comparación no lo aceptaba.

El joven con la cabeza dolorida y las galletas en la mano, dijo en voz baja y un miedo increíble (sin saber realmente porqué se originaba ese esa sensación):

- P-puedo hacer el desayuno.

Ella lo miraba con cara seria. El chico se preguntó si había dicho lo correcto. Con las manos temblorosos y miedo por la reacción, trató suavemente de estirarse hasta su bate. Parecía que esta vez lo necesitaría.

- Más te vale que te quede delicioso- Contestó amenazante Miriam.

Killian, casi alegre por la respuesta, salió corriendo por la puerta, teniendo mucho cuidado al pasar por al lado de la chica.

Prendió la llama de la cocina, tomó un sartén de la alacena y  lo miró para ver si estaba limpio. Lo puso al fuego y le puso aceite. Corrió al refrigerado y estuvo unos segundos procesando lo que cocinaría. Tomó un plato que tenía tocino y dejó arriba un par de huevos que sacó de la puerta del refrigerador.

Cuando volvió adelante del sartén vio lo caliente que estaba el aceite, con miedo de las posibles quemaduras le bajó el calor del fuego, y puso los trozos de tocinos. El aceite saltando lo asustó, pero le tenía menos miedo al aceite hirviendo que a un desayuno fallido, que podría terminar en una golpiza por su malvada niñera.

Terminado de freír todo, lo sirvió en dos platos de manera que se viera casi profesional y dejo ambos en la mesa. Cuando Miriam se sentó Kilian se quedó parado al lado de la mesa, como un esclavo esperando la reacción de su amo.

Le sirvió una taza de café a ella, pero el problema era dónde se sentaría él. Junto a ella parecía ser muy cercano, al frente tendría sus ojos clavados a él si subía la vista. No había muchas maneras de estar lejos en una mesa para cuatro.

- ¿No te sientas?-Preguntó fuerte Miriam

- S..sí-Tartamudeó el chico con la mirada baja.

Se sentaría al frente. Solo debía mirar nada más que el plato.

De repente, el recuerdo de la noche anterior asaltó su mente. La miró: su cabello hermosamente despeinado, y la suave manera en que tomaba café con los ojos cerrados le parecían salido de una fantasía. Ya no podía dejar de observarla, cuando la mirada de Miriam se encontró con la suya. Se sonrojó por completo, y ese par de segundos donde cada uno veía dentro del otro pareció una eternidad...

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Pronto más capítulos llegarán. ¡Arriba la Gran Hermana!

Nosotros fuimos Hiboulla y Derek, y te deseamos...

¡Feliz lectura!