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White Tiger: el legado del tigre

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El legado es cuando una persona deja de hacer una cosa que hacía durante un tiempo ya sea por la avanzada edad, lesiones, falta de entusiasmo, pocas ganas de trabajar, etcétera. A veces estás personas debido a su trayectoria dejan una herencia para que ellos sigan con su tarea y hoy veremos cómo ava seguirá los mismos pasos

White Tiger: el legado del tigre-[BI]El legado es cuando una persona deja de hacer una cosa que hacía durante un tiempo ya se

Funeraria de Nueva York

La lluvia caía suavemente sobre Nueva York, pintando las calles con un gris melancólico. Afuera de una funeraria en el barrio latino de la ciudad, un grupo de personas vestidas de negro se reunía en silencio. La familia Ayala estaba de luto. Héctor Ayala, el primer White Tiger, había fallecido, dejando tras de sí un legado lleno de heroísmo… y sacrificio.

Dentro de la funeraria, el ambiente era solemne. El ataúd cerrado reposaba en el centro de la sala, rodeado de coronas de flores blancas. Un monje cristiano de ascendencia latina, vestido con su túnica marrón y una cruz de madera colgando de su cuello, hablaba con voz serena mientras dirigía las últimas palabras para el difunto.

—"Héctor Ayala fue un hombre valiente, un hijo, un hermano, un amigo. Su vida fue prueba de su dedicación a la justicia, a su familia y a su comunidad. Aunque hoy nos reunimos para despedirnos, su espíritu vivirá en aquellos a quienes tocó con su bondad y determinación."

Ava Ayala, de apenas 19 años, escuchaba en silencio. Su mirada estaba fija en el ataúd, pero su mente vagaba por recuerdos de su hermano mayor. Héctor había sido todo para ella: un protector, un ejemplo a seguir, un héroe. Sabía que había llevado una vida difícil, que había sido perseguido injustamente y que había luchado más allá de sus límites. Ahora, con él ido, un vacío crecía dentro de su corazón.

Su madre, con los ojos hinchados por el llanto, le tomó la mano con suavidad.

—"Él estaría orgulloso de ti, mi niña."

Ava solo asintió, incapaz de responder.

La ceremonia continuó con palabras de amigos y conocidos, cada uno compartiendo historias sobre Héctor. Algunos hablaban de su amabilidad, de cómo ayudaba a los vecinos sin pedir nada a cambio. Otros, en voz más baja, recordaban sus días como White Tiger, como un vigilante que luchó por la justicia, pero que también sufrió la carga de su responsabilidad.

Cuando la ceremonia terminó y la gente comenzó a marcharse, Ava se quedó un momento más frente al ataúd. En sus manos sostenía el Amuleto del Tigre, un objeto que había pertenecido a su hermano y que, según la leyenda, otorgaba poderes extraordinarios.

Lo miró con incertidumbre. ¿Era realmente su turno? ¿Podría ser la sucesora de Héctor?

—"¿Qué quieres de mí?" —murmuró, apretando el amuleto con fuerza.

No había respuesta, solo el murmullo del viento colándose por las rendijas de la ventana.

Esa noche, de vuelta en su casa, Ava se encerró en su habitación. Su madre y sus tíos intentaban seguir adelante con sus vidas, pero ella no podía sacudirse la sensación de que algo la llamaba. Sentada en su escritorio, dejó el amuleto frente a ella y lo observó con detenimiento.

—"Si esto realmente tiene un propósito… ¿por qué me lo dejaste a mí, Héctor?"

Suspiró y apoyó la cabeza en su mano. Todo parecía ir demasiado rápido. Apenas estaba terminando el colegio, tenía planes de ir a la universidad… y ahora esto.

Fue entonces cuando algo llamó su atención. En la repisa de su escritorio, entre los libros de historia y los cuadernos de dibujo, vio un viejo libro de cuero con símbolos extraños en la portada. No recordaba haberlo visto antes.

Intrigada, lo tomó y lo examinó con cuidado. El cuero marrón estaba desgastado por el tiempo, y el borde de las páginas tenía inscripciones en un idioma antiguo. En la portada, grabado en oro, se encontraba el símbolo de un tigre.

Un escalofrío recorrió su espalda.

—"¿De dónde salió esto…?"

Ava tragó saliva y, con el corazón latiendo con fuerza, pasó la mano por la portada, sintiendo la textura de los grabados. Tomó aire y, lentamente, abrió el libro.

Ava miró con atención la portada del viejo libro. En letras doradas y estilizadas, el título se revelaba con un nombre peculiar:

"Crónicas del Tigre Blanco: La Sangre del Guardián"

Sintió un escalofrío al leerlo. ¿Era una historia? ¿Un mito? ¿O algo más? Con manos temblorosas, pasó la primera página y se encontró con un texto antiguo, escrito con una caligrafía detallada y elegante.

"Desde tiempos inmemoriales, el Tigre Blanco ha caminado entre nosotros. Un espíritu guerrero que elige a su portador entre aquellos de sangre noble y corazón valiente. El amuleto, forjado en la era de los antiguos reinos, ha sido pasado de generación en generación, atado a un linaje que, con cada nuevo heredero, enfrenta el peso de su destino."

Ava frunció el ceño. ¿El amuleto ha existido desde hace siglos? Pasó más páginas y encontró dibujos detallados de personas que habían portado la piedra a lo largo de la historia. Reyes, guerreros, guardianes… y, sorprendentemente, su familia.

Mientras avanzaba en la lectura, la historia se volvía más impactante. Descubrió que los Ayala no solo habían sido portadores del amuleto por casualidad. Su familia había estado involucrada en su protección durante generaciones.

Había menciones de un antepasado suyo, un soldado que luchó durante la independencia de América Latina, quien utilizó el amuleto para proteger a su gente. Otro, en el siglo XIX, era un vigilante en España, defendiendo a los débiles de los opresores. Y luego, el último registrado antes de Héctor, un hombre del siglo XX, cuyos rasgos le resultaban extrañamente familiares.

Ava sintió que el aire abandonaba sus pulmones. El dibujo del último portador antes de su hermano… era idéntico a Héctor.

No podía ser una coincidencia.

Leyó con más atención los detalles de aquel guerrero. Según el libro, se llamaba Juan Esteban Ayala y vivió en los años 20 en Puerto Rico. Protegió a su gente de invasores y criminales, y desapareció misteriosamente una noche sin dejar rastro. Pero la semejanza con Héctor era aterradora. Parecía un reflejo, como si el destino hubiera querido repetir la historia.

—"Esto es una locura..." —susurró Ava, cerrando el libro de golpe.

Su mente iba a mil por hora. Si el amuleto ha estado en su familia tanto tiempo… ¿era su destino seguir el camino de Héctor?

Ava se quedó unos minutos mirando el amuleto sobre la mesa. Sabía lo que tenía que hacer.

Se levantó de su escritorio y salió de su habitación. Caminó por los pasillos oscuros de la casa hasta llegar a la puerta del sótano. Un escalofrío recorrió su cuerpo. Sabía que ahí abajo estaba el traje de su hermano.

Bajó lentamente las escaleras de madera, cada paso resonando en el silencio. Encendió la luz y observó el lugar lleno de cajas, herramientas y recuerdos familiares cubiertos de polvo.

Avanzó hasta el rincón donde Héctor guardaba sus cosas. Allí, sobre una mesa, vio una caja negra. La abrió con cuidado… y ahí estaba.

El traje de White Tiger.

Estaba intacto. La tela negra con detalles blancos parecía nueva, como si el tiempo no la hubiera tocado. La máscara, con los ojos rasgados del tigre, reflejaba un brillo especial bajo la luz tenue del sótano.

Ava tragó saliva. Extendió la mano y tocó el traje con cuidado. El tejido era fuerte, resistente… pero también familiar.

Respiró hondo y se quitó la sudadera. Era hora de probarlo.

Minutos después, Ava se miró en un viejo espejo. El traje le quedaba perfecto, como si hubiera sido hecho para ella. Era diferente a cuando lo veía en su hermano… pero, al mismo tiempo, se sentía natural.

El amuleto brilló débilmente sobre su pecho.

Ava se quedó en silencio. Se veía como una heroína. Pero… ¿estaba lista para serlo?

Con esa pregunta en su mente, cerró los puños. Ya no había vuelta atrás.

Ava se ajustó la máscara y saltó de un edificio a otro, sintiendo el viento golpeando su rostro. El traje se movía con ella como una segunda piel, ágil y flexible.

Había pasado la noche en vela, repasando lo que había leído sobre el amuleto y su familia. Seguía preguntándose si de verdad era digna.

Se detuvo en el borde de un tejado y miró la ciudad de Nueva York al amanecer. Las luces, el movimiento de la gente, la vida diaria... Todo parecía normal, pero en su interior, su mundo estaba cambiando.

—"¿De verdad puedo hacer esto?" —murmuró.

Cerró los ojos y respiró hondo. Su hermano no dudaba. Los anteriores portadores tampoco. ¿Por qué ella sí?

De repente, un viento extraño sopló a su alrededor. Ava sintió un escalofrío. Abrió los ojos rápidamente y… el mundo a su alrededor cambió.

La ciudad desapareció. Estaba en un lugar distinto, un bosque blanco y dorado, con enormes árboles de hojas luminosas.

Frente a ella, sobre una roca gigante, un majestuoso tigre blanco la observaba con ojos penetrantes.

Ava retrocedió un poco, instintivamente poniéndose en guardia.

—"No temas, Ava Ayala."

La voz resonó en su mente. Era profunda, serena, pero imponente.

—"¿Q-qué eres tú?"

—"Soy el Tigre Blanco. La esencia que ha guiado a tu linaje por generaciones."

Ava parpadeó. ¿El dios del amuleto? ¿Era real?

—"He visto tu corazón, y sé que dudas."

Ava bajó la mirada.

—"No es que no quiera… pero, ¿y si fallo? ¿Y si no soy lo suficientemente fuerte?"

El Tigre Blanco bajó de la roca con un movimiento elegante y se acercó a ella.

—"Ninguno de los portadores antes de ti tuvo miedo de enfrentar su destino. No porque fueran invencibles, sino porque entendieron que su deber iba más allá de sí mismos. ¿Vas a deshonrar su legado permitiendo que el miedo te controle?"

Ava sintió una presión en el pecho.

—"No es miedo…"

—"Sí lo es." —interrumpió el Tigre—. "El miedo a fracasar es solo una excusa para no intentarlo. Tu hermano nunca temió porque entendía algo que tú aún no comprendes: ser el Tigre Blanco no se trata de ganar o perder… sino de proteger."

Ava apretó los puños.

—"¿Y si muero?"

—"Cada portador antes que tú ha aceptado que su vida no es más importante que el deber que llevan. Todos, en algún momento, supieron que la muerte es solo otra parte del viaje. Pero mientras sigas de pie, mientras sigas luchando… el legado del Tigre Blanco continuará."

La joven respiró hondo. Las palabras del espíritu eran poderosas.

No debía dudar. No debía temer.

El amuleto en su pecho brilló intensamente, y de pronto, Ava sintió una ola de energía recorriendo su cuerpo.

—"Entonces, lo aceptaré."

El Tigre Blanco asintió y, en un destello de luz, el bosque desapareció.

De vuelta en el tejado de Nueva York, Ava abrió los ojos. Ya no tenía dudas.

Era la Tigre Blanco.

En ese momento, su sentido mejorado captó un sonido de radio desde un pequeño puesto de noticias en la calle.

—"¡Noticia de último minuto! Un hombre con equipo de choque identificado como Shocker está asaltando un banco en el centro. La policía ha rodeado la zona, pero el criminal los mantiene a raya con sus poderosos guantes sónicos."

Ava sonrió debajo de la máscara.

—"Hora de poner a prueba mi entrenamiento."

Con un ágil salto, se lanzó hacia su primera batalla.

Ava Ayala se movía entre los tejados con agilidad felina, sintiendo la adrenalina en su cuerpo. El Tigre Blanco estaba listo para su primera batalla real.

El banco estaba rodeado por patrullas de policía. Desde dentro, se escuchaban explosiones y gritos.

—"Ese tipo no se anda con juegos…" —susurró mientras observaba desde una azotea.

A través de los cristales rotos, vio a Shocker dentro del banco, con sus guantes vibratorios cargados de energía. Los oficiales estaban afuera, sin poder acercarse.

—"Perfecto, ahora todo el mundo verá que los vigilantes solo traen problemas." —decía Shocker con una sonrisa arrogante—. "Sin héroes interfiriendo, la policía puede hacer su trabajo en paz."

Ava frunció el ceño. Ese tipo estaba usando su crimen para hacer una declaración en contra de los justicieros.

—"Bueno, eso no lo permitiré."

Sin dudarlo, Ava saltó al interior del banco, aterrizando en una pose perfecta.

—"Te estás llevando mucho tiempo, Shocker. Si de verdad crees que la policía es suficiente, ¿por qué aún no te han detenido?"

Shocker giró la cabeza y sonrió al verla.

—"Vaya, vaya… La gata de turno. ¿Quién eres tú? ¿Otra Spider-Girl?"

Ava cruzó los brazos.

—"Tigre Blanco. Y estoy aquí para detenerte."

Shocker suspiró.

—"Mira, no tengo tiempo para un novato con complejo de héroe. Además, los vigilantes como tú son un peligro para la ciudad. No necesitamos más personas con máscaras jugando a ser justicieros."

Ava apretó los puños.

—"¿Peligro? Los criminales como tú son el verdadero problema. Si no robases bancos, yo no estaría aquí."

Shocker sonrió y encendió sus guantes vibratorios.

—"Entonces ven y haz algo al respecto, gata callejera."

Ava se lanzó contra él con una velocidad impresionante, pero Shocker activó sus guantes y disparó una onda de choque.

La explosión de energía la lanzó contra una pared, rompiendo parte del mármol del banco.

—"Demasiado lenta." —se burló Shocker.

Ava se levantó rápidamente. El dolor era fuerte, pero su instinto la mantenía enfocada.

—"Bien, si así quieres jugar…"

Se movió con rapidez, tratando de rodearlo, pero cada vez que intentaba acercarse, Shocker liberaba otra ráfaga de energía, forzándola a esquivar.

La pelea era difícil. Los poderes de Shocker eran problemáticos, y cada golpe de sus guantes causaba destrozos.

La policía observaba desde afuera, sin poder intervenir.

Ava saltó de nuevo, esta vez usando una columna para impulsarse y atacar desde arriba. Extendió sus garras y logró arañar el traje de Shocker.

—"¡Argh! ¡Maldita sea!"

Shocker retrocedió y aumentó la potencia de sus guantes. El suelo tembló mientras una onda de choque derribaba escritorios y rompía vidrios.

Ava rodó por el suelo, recuperando el equilibrio. Sabía que tenía que encontrar una forma de acercarse sin recibir esos golpes directos.

Recordó lo que el Tigre Blanco le dijo.

—"No dudes. Usa tu instinto. Confía en tu poder."

Ava cerró los ojos un segundo y respiró hondo.

Cuando los abrió, sus sentidos estaban más agudos. Escuchaba el latido del corazón de Shocker, sentía la vibración de sus guantes antes de que dispararan.

Sonrió.

—"Mi turno."

Se movió con rapidez, corriendo en zigzag para evitar los disparos de energía.

Shocker fallaba cada vez más, frustrado porque su oponente se movía demasiado rápido.

—"¡Quédate quieta!"

—"No, gracias."

Ava saltó y golpeó a Shocker con una patada en la mandíbula, haciéndolo tambalear.

Sin dejarle recuperarse, giró en el aire y le dio otro golpe en el estómago, quitándole el aire.

Shocker trató de contraatacar, pero Ava ya estaba detrás de él.

—"Se acabó."

Usó sus garras para destrozar el sistema de energía de sus guantes, causando una sobrecarga.

Shocker gritó mientras la electricidad lo derribaba al suelo.

Ava lo inmovilizó, presionando su rodilla contra su espalda.

—"Dijiste que los vigilantes éramos un peligro para la ciudad."

Se inclinó hacia su oído.

—"Pero, dime… ¿quién es el que acaba de salvar este banco?"

Shocker gruñó, pero no podía moverse.

En ese momento, la policía entró al banco y lo arrestó.

Ava los miró y asintió antes de desaparecer entre las sombras.

Esa noche, en su casa, Ava se sentó en su cama, mirando el amuleto.

Había derrotado a Shocker. Había probado su valía.

Pero, ¿qué significaba ser la Tigre Blanco?

Miró por la ventana hacia el cielo estrellado.

—"Hermano… sé que esto es solo el comienzo."

Recordó las palabras de su abuelo en el libro, las palabras del Tigre Blanco.

No se trataba de ganar o perder. Se trataba de proteger.

Apretó el amuleto con fuerza y sonrió.

—"Siempre te recordaré."

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