La Gota de Lluvia.
¿Te has parado a pensar alguna vez si te ha caído dos veces la misma gota de lluvia? Las posibilidades son casi nulas, pero ¿y si ocurriese?
Cuando era un niño no me gustaban los días de borrascas. Recuerdo llenarme de barro al saltar en los charcos y mi madre riñéndome al verme tan sucio o poner la radio mientras veía aburrido por la ventana cómo el cielo se caía en el campo de fútbol. Al menos escuchaba jazz con truenos.
La mañana de la que os hablaré es diferente. Me levanté con los pelos revueltos y el pijama del revés. Esa noche hubo una tormenta, pero cesó de llover antes del amanecer. Abrí con desgana la puerta de casa para coger el correo y ¡plong! Un goterón me cayó en la cabeza. Qué sensación más odiosa. Mi cara somnolienta se arrugó en un escalofrío. Iba a secarme el pelo con las manos cuando algo me tiró de un mechón.
- ¡Noooo! ¡Por favor, no me estrujes!
Toqué algo muy extraño en la coronilla, se movía como un insecto. Gritando comencé a sacudir la cabeza con fuerza.
- ¡Que no...! ¡Auch! ¡Deja de golpearme y quédate quieto! ¡Tengo que pedirte un favor! - y esa cosa acompañó su última palabra tirándome aún más de los pelos. - Soy una gota de lluvia extraviada, no debería de haber caído aquí. Déjame tu mano, éste sitio agobia.
- ¡Las gotas de agua no hablan! ¡Tú eres un bicho parlante asqueroso!
- Pero ¿qué sabras tú de las gotas de lluvia? Bájame de aquí y te lo explico todo.
Acerqué la mano a mi cabeza y noté unas patitas subiendo a ella. Cuando la gota de agua estuvo acomodada en mi palma la bajé hasta poder verla: era un ser humanoide. Se le notaban los huesos y no tenía pelo, sus ojos eran grandes y espejados. Iba desnuda y su piel era de un ligerísimo tono azul. Parecía un extraterrestre enano. Acerqué un dedo para tocarla, pero me dió un mordisco que me dejó una media luna roja en la yema del índice. No noté daño alguno, pero la gota parecía orgullosa de lo que había hecho.
- Te dije que no me estrujases.
- Ah, perdón... ¿De verdad eres una gota de lluvia?
- Claro, vivimos dentro de las nubes y cuando la presión baja caemos. Para no golpearnos contra el suelo formamos una cápsula de agua donde nos refugiamos, por eso no nos véis.
- ¿Y cuando caéis en la boca de alguien? ¿O cuando os acumulan en un cubo? - Dije horrorizado.
- Esos son problemas de gotas, no te agobies por ello. - El ser miró a los lados y luego, con sus ojos brillantes susurró. - Oye niño, por favor, ayúdame.
- ¿A qué?
- He caído en otro lugar. Debería de haberlo hecho en un jardín para que pueda alimentar a las plantas.
- Hay un prado lleno de flores cerca del lago de La Ondina, a veinte minutos andando. ¿Te gustaría ir alli?
La gota asintió con la boca entreabierta. La acomodé en el bolsillo de mi pijama ya del derecho y eché a correr en dirección al prado. Ella parecía disfrutar de la velocidad, se reía a carcajadas y gritaba de alegría. Cuando estuvimos cerca de nuestro destino paré para respirar.
- Serías una de las primeras gotas en tocar el suelo, eres rápido. - Dijo mi compañera. - ¿Estamos cerca?
- Pasamos esa curva del camino y lo veremos.
Seguimos un poco más adelante y el paisaje cambió. Un enorme prado envuelto en colores cortaba el camino. En su extremo más al Este había una casita y en el centro un árbol con las hojas rojizas.
- Ahí viven los relojeros. No nos dejan pasar al prado, aunque llegar a ese árbol del centro sin pisar ninguna flor y sin que se de cuenta nadie es el juego favorito de mis amigos. Siempre los pillan cuando no han dado ni tres pasos, aunque vale la pena la regañina con tal de saber cómo es ese árbol. Tiene una forma rara...
Mi compañera no habló, solo tenía ojos para las flores.
- Déjame aquí.
- Como quieras. - La cogí con mucho cuidado y la coloqué en los pétalos de una adormidera. Parecía encantada con la elección de la flor.
- ¡Muchas gracias! Dame el dedo que te mordí.
- No me hiciste dado.
- Dámelo. - Gruñó.
Se lo dí. Me dio un beso en la herida que hizo que el pequeño corte se conviertiese en una cicatriz plateada.
- ¿Podré venir a verte?
- Soy una gota de agua, voy a alimentar a las flores y a evaporarme. No sé cuánto tiempo estaré aquí.
- ¿Podría pasarme mañana?
- Por supuesto. - Sonrió - Bueno, vuelve a tu vida humana. ¡Adiós!
- ¡Adiós gotita!
Me marché a mi casa, nunca sospeché que a la mañana siguiente ya no estaría la gota en el prado. Intenté adentrarme en él, pero la relojera me dio un tirón de orejas y me llevó a casa de nuevo. Siempre recordé a mi pequeña amiga.
Me hice mayor, encontré trabajo como cartero y conocí a quien luego se volvería mi esposa y con quien tendría dos hijos. Apenas regresé al prado, no solía haber cartas para los relojeros. Una mañana mientras me dedicaba a mi ronda diaria comenzó a llover. Una lluvia muy débil.
- ¡Hola niño! ¿Me llevas a ese lugar lleno de flores de nuevo?
No tuvo que decir más. Supe que había vuelto mi amiga.
![Un Cuento para la Noche V.-[C]
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[CU]La Gota de Lluvia.
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¿Te has parado a pensar alguna](https://image.staticox.com/?url=https%3A%2F%2Fpm1.aminoapps.vertvonline.info%2F6953%2Fde419e65378882ba2a7361088cd84c70b06173f9r1-1024-768v2_hq.jpg)
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