O8 - DINÁMICA: Agarrá la pala. :lock:

¡Actividad finalizada!

Agradezco mucho la participación, en unas horas se dirán por este medio los ganadores del título personalizado + el destacado de perfil.

Recuerdo que, cuando me preguntaban —alrededor de los 7 u 8 años— acerca de lo que quería ser cuando sea grande, solía responder que me gustaría ser bombero. Después, a los 10 años, cambié a ser policía (cosas de niños en ese entonces, porque no le tomaba con mucha seriedad). A los 14 años, que estaba con la influencia de mi familia, respondía con certeza que quería estudiar Medicina Humana, lo cual hacía que ella se llenara de mucho orgullo (esto se debe a que muchos de ellos están orientados en las ciencias de la salud, por lo que, al ver a un miembro de la familia escoger una carrera afín, les llenaba de júbilo y emoción).

Una vez que tomé como objetivo dicha carrera mencionada, es que emprendí el camino de prepararme para ingresar a una universidad estatal, ya que la carrera que quería era bien solicitada y demandada (además, de que no tenía los medios económicos para costear una privada). Siendo así, es que fui a una academia durante una cantidad de años. Sin embargo, como si fuera una historia de la «Odisea», no lograba el puntaje requerido en el examen y, por ende, fallaba en varios intentos. A pesar de ello, no me rendía, y es que seguí intentándolo. No obstante, había un límite y, con el pasar de los años, me di cuenta de que estaba perdiendo el tiempo (ojo, no tomé esa decisión a la ligera, puesto que la debatí bastante). Entonces, decidí optar por una segunda alternativa, la cual también contemplé ante dicho evento, la cual fue la carrera de Farmacia y Bioquímica.

Luego de debarirlo con mis padres, opté por rendir el examen de Farmacia y, como si tuviese el presentimiento desde antes de dar el examen, ingresé, y dentro de los 4 primeros puestos. Me sentí tan alegre al enterarme y, claro, mis padres principalmente. Sabía que había optado por una opción que no era la principal en mi meta, aunque consideré la segunda por no dejar de estudiar y aprovechar el tiempo al máximo; porque la situación del momento me hizo reflexionar y varios factores.

Una vez que empecé con mis clases, tenía ideas preconcebidas de la carrera (por comentarios de amigos y familiares), sin embargo, dentro me di cuenta de que no era así. Más bien, Farmacia es un mundo amplio y choca con una realidad que uno cree que es: donde no solo involucra medicamentos o atender detrás de una vitrina, sino que tienes más áreas donde poder desarrollarte y que tú eres el eje central en la vida de muchos pacientes. Así mismo, puedes estar en la industria farmacéutica, control de calidad, registros, aseguramiento, etc. Por todo ello, es que acepté una nueva concepción: que escogí la opción adecuada y no me arrepiento de haberlo hecho. Estoy feliz y agradezco por los eventos que han pasado. Si fuera a vivirlos nuevamente, haría lo mismo sin dudar, porque, no hay nada mejor que estudiar algo que te da placer y hacer que tu vida tenga sentido, así como la vocación del servicio a la sociedad.

Cuando que era niño (5 a 10 años), siempre soñé con ser astronauta. Me fascinaban las estrellas, los planetas y la idea de viajar por el espacio. Recuerdo pasar horas mirando el cielo cuando era de noche, imaginando cómo sería flotar entre las estrellas, explorar otros mundos o simplemente ver la Tierra desde fuera. Las películas espaciales, los documentales sobre la NASA y los libros ilustrados sobre el sistema solar me hacían soñar con un futuro lleno de aventuras espaciales. En mi mente infantil, no había un destino más emocionante que el espacio.

Pero todo cambió cuando llegué a los 11 años. No fue un cambio forzado ni repentino, sino un descubrimiento interno que me llevó a mirar en una dirección completamente distinta. Fue en ese momento de mi vida cuando comencé a interesarme por la ciencia y la medicina: el cuerpo humano, la muerte y los misterios que deja atrás. Recuerdo haber visto un programa de televisión sobre medicina forense, y aunque para muchos podía parecer algo frío o incluso perturbador, para mí fue revelador. Me atrapó la idea de que alguien pudiera reconstruir los últimos momentos de una persona a través de pistas silenciosas, pequeñas señales escondidas en el cuerpo, y dar respuestas cuando ya nadie más podía hacerlo.

Desde entonces, supe que quería convertirme en médico forense. Cambié mis dibujos de cohetes por esquemas del cuerpo humano, mis juegos espaciales por documentales sobre criminalística, y mi interés por las estrellas por una pasión por descubrir verdades ocultas. Comencé a investigar más, a leer sobre anatomía, ciencias forenses y los diferentes campos de la medicina legal. Me di cuenta de que detrás de esa profesión había una mezcla única de ciencia, empatía, lógica y justicia.

Muchisimas gracias por su atención :yellow_heart: :sunny:

Cuando era pequeño, solía soñar en grande con cosas que me hacían sonreír sin razón. Recuerdo que podía pasar horas en la cocina observando cómo se mezclaban los ingredientes, cómo el aroma se esparcía por la casa y cómo algo tan simple como un poco de harina y azúcar podía transformarse en algo que alegraba a los demás. Me imaginaba a mí mismo con un gorro de chef, cocinando para muchas personas, haciendo pasteles de colores y platillos que contaran historias. También tenía un cuaderno lleno de dibujos, con hojas dobladas y esquinas gastadas, donde nacían personajes que vivían aventuras en mundos que sólo existían en mi mente. Soñaba con ser cocinero, sí, pero también con ser dibujante, con darle forma a las emociones a través de lápices y colores.

Pero el tiempo pasó y con él llegaron las responsabilidades, las decisiones difíciles, las realidades que nadie te cuenta cuando eres niño. Aprendí que no todos los sueños se pagan con billetes y que el talento no siempre es suficiente cuando las cuentas esperan. Poco a poco, fui dejando atrás esas pasiones. Guardé los lápices en una caja, dejé de buscar recetas nuevas y me dije a mí mismo que crecer era renunciar a ciertas cosas, aunque doliera.

Hoy, miro atrás y a veces siento un nudo en el pecho. No porque me arrepienta del camino que he tomado, sino porque extraño a ese niño que soñaba sin miedo. Aún me detengo frente a una pastelería y me quedo mirando con nostalgia, o me pierdo en los trazos de una ilustración ajena, preguntándome cómo habría sido mi vida si hubiese tenido la libertad de seguir esos caminos. A veces pienso que no es que esos sueños hayan muerto, sino que simplemente están dormidos, esperando su momento para volver a florecer.

Y aunque ahora no pueda dedicarme por completo a lo que alguna vez amé, tengo la esperanza de que en algún rincón del futuro pueda volver a acercarme a ellos, aunque sea como un hobbie, como un pequeño refugio. Me gustaría volver a cocinar, sin presión, por el puro gusto de compartir un pedazo de mi alma en cada plato. Me gustaría volver a dibujar, sin buscar la perfección, sólo para expresarme como antes, con la misma libertad que tenía de niño.

Quizá no logré convertirme en el chef famoso ni en el artista que ilustra portadas de libros, pero sigo siendo esa persona que ama crear, que encuentra belleza en lo simple y que, a pesar de todo, no ha olvidado lo que le hacía feliz. Porque a veces, los sueños no se pierden… sólo esperan a que uno tenga el valor y el tiempo para volver a buscarlos. Y yo tengo fe en que algún día lo haré.

:hearts:

cuando era niño siempre soñaba con segregar a las minorías sociales en base a su raza de proveniencia :two_hearts: