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#10). Símiles y Metaforas

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El Símil

Cuando se hace una comparación formal entre dos objetos, buscando impresionar la mente con algún parecido o semejanza, la figura se llama "símil". En Isaías 55:10‑11, hallamos un hermoso ejemplo de esto: "Porque como desciende de los cielos la lluvia y la nieve y no vuelve allá sino que harta la tierra y la hace germinar y producir y da simiente al que siembra y pan al que come: así será mi palabra, que sale de mi boca, no volverá a mí vacía; antes hará lo que yo quiero y será prosperada en aquello para que la envié". Las oportunas y variadas alusiones de este pasaje presentan la benéfica eficacia de la palabra de Dios, y esto en un estilo muy impresionante.

Los símiles ocurren con frecuencia en las Escrituras y teniendo por objeto ilustrar la idea del autor, no envuelven dificultades de interpretación. Cuando el salmista dice: "Soy semejante al pelícano del desierto; soy como el búho de las soledades; velo y soy como el pájaro solitario sobre el tejado" (Salmo 102:6) sus palabras son una vívida descripción de su absoluta soledad. En Mat. 28:3, se dice del ángel que movió la piedra de la puerta del sepulcro, que "su aspecto era como un relámpago y su vestido blanco como la nieve"... En Romanos 12:4, el apóstol ilustra la unidad de la Iglesia y la diversidad de sus ministros individuales por medio de la siguiente comparación: "De la manera que en un cuerpo tenemos muchos empero todos los no tienen la misma operación, así muchos somos un cuerpo en Cristo, mas todos los unos de los otros". Compárese, también, 1 Cor. 12:12. En todos estos casos, así como en otros, la comparación se interpreta por sí sola, en tanto que las imágenes intensifican el pensamiento principal.

Hallamos un hermoso ejemplo de símil en el final del Sermón del Monte (Mat. 7: 24‑27): "Cualquiera, pues, que me oye estas palabras y las hace, le compararé a un varón prudente que edificó su casa sobre la peña". Tenemos, por un lado, la figura de una casa cimentada sobre la roca inconmovible, a la que ni las tormentas ni los aluviones pueden conmover; por la otra parte tenemos una casa construida sobre movible arena, incapaz de resistir la violencia de los vientos y los aluviones. La similitud así formalmente desarrollada se convierte, realmente, en una parábola y la mención de

Es común a todos los idiomas una clase de ilustraciones que, con propiedad, podrían llamarse

Un ejemplo parecido de ilustración lo hallamos en Mat.. 7:15‑20. "Guardas de los falsos profetas que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, mas de dentro son lobos rapaces". Aquí tenemos una metáfora atrevida, vigorosa, que nos obliga a pensar en el falso maestro como en un lobo oculto a la vista del público por medio del disfraz que le proporciona el cuero de una oveja. Pero el versículo siguiente introduce otra figura enteramente distinta: "Por sus frutos los conoceréis"; y luego, para dar aún mayor sencillez a la figura, nuestro Señor pregunta: "¿Cojéense uvas de los espinos o higos de los abrojos?" La pregunta exige una respuesta negativa y ella misma constituye una negativa llena de énfasis. En consecuencia, procede a usar la fórmula de comparación: "Así, todo buen árbol lleva buenos frutos, mas el árbol maleado los lleva malos"; y entonces, abandonando la comparación formal, añade: "No puede el buen árbol llevar malos frutos ni el maleado llevarlos buenos. Todo árbol que no lleva buen fruto cortase y échase en el fuego. Así que (en vista de estos hechos tan bien conocidos, innegables, aducidos por mí como ilustraciones, repito la afirmación que hice hace poco), "por sus frutos los conoceréis". En otro capítulo demostraremos que toda verdadera parábola es un símil, aunque no todos los símiles sean parábolas. Los ejemplos de comparación supuesta que hemos dado, aunque se distinguen tanto del símil como de la parábola propiamente dichos, contienen elementos esenciales de ambos.

La Metáfora

La metáfora es una comparación implicada y en todos los idiomas ocurre con mucha mayor frecuencia que el símil. Se diferencia de éste en ser una forma de expresión más breve y más contundente y en que transforma las palabras, de su significado literal a otro nuevo y notable. El pasaje que se halla en Oseas 13: 8: "Los devorare como león", es un símil o sea una comparación formal; pero Gén. 49:9: "Cachorro de león es Judá", es una metáfora. Podemos comparar alguna cosa con la fuerza salvaje y la rapacidad del león, o con el vuelo rápido del águila, o con la brillantez del sol, o con la belleza de 1a rosa, ‑y en cada uno de esos casos empleamos las palabras en su sentido literal. Pero cuando decimos "Judá es un león". "Jonatán era un águila", "Jehová es un sol", "mi amada es una rosa", inmediatamente percibimos que las palabras "león", "águila", etc., no están empleadas literalmente sino que con ellas se quiere denotar, únicamente, alguna cualidad o característica de estas criaturas. De aquí que la metáfora, como su nombre lo denota (Griego,

Las fuentes de donde se extraen las metáforas bíblicas deben buscarse principalmente en el escenario natural de las tierras bíblicas, en las costumbres y antigüedades del Oriente y en el culto ritualista de los hebreos. En Jer. 2:13 hallamos dos metáforas muy expresivas: "Dos males ha hecho mi pueblo: dejáronme a mí, fuente de agua viva, por cavar para sí cisternas rotas que no detienen aguas". Una fuente de aguas vivas, especialmente en un país como Palestina, es de valor inestimable, muchísimo mayor que el de cualquier pozo o cisterna artificiales, los que, a lo sumo, sólo pueden recoger y mantener el agua de la lluvia y están expuestos a romperse y perder su contenido. ¡Cuán grande es la demencia del que abandone el manantial, la fuente viva, por la cisterna de resultados inseguros! La ingratitud y apostasía' de Israel están notablemente caracterizadas por la primera figura y su pretensión de suficiencia propia, por la segunda.

Las siguientes metáforas fuertes, tienen su base en los hábitos bien conocidos de los animales; "Issachar, asno huesudo, echado entre dos fardos" (Gen 49:14) ; ama el reposo, como la bestia de carga que se acomoda buscándolo. "Neftalí, cierva dejada, que dará dichos hermosos" (Gen. 49:21). Se alude, especialmente, a la elegancia y belleza de la cierva, brincando graciosamente, en goce de su libertad, y denota en la tribu de Neftalí un gusto para dichos y expresiones llenos de belleza, tales como elegantes cánticos y proverbios.

Las siguientes metáforas se basan en prácticas relacionadas con el culto y el ritual dé los hebreos. "Purifícame con hisopo y seré limpio" (Salmo 51:7) es una alusión a la forma ceremonial de dar por limpio al leproso (Lev. 14:6‑7) y su casa (v. 51) y la persona contaminada por haber tocado un cadáver (Núm. 19:18‑19) . Así también, todas las bien conocidas costumbres relacionadas con la Pascua, como el sacrificio del cordero, la remoción cuidadosa de, toda levadura y el uso de pan ázimo, forman la base del siguiente lenguaje metafórico: "Limpiad... la vieja levadura para que seáis nueva masa, como lo sois, sin levadura; porque nuestra Pascua, que es Cristo, fue sacrificada por nosotros. Así que hagamos fiesta, no en la vieja levadura ni en la de malicia y de maldad, sino en ázimos de sinceridad y de verdad" (1 Cor. 5: 7‑8) . Aquí las metáforas son continuas hasta formar una alegoría.

A veces un escritor u orador, después de usar una metáfora notable pasa a elaborar las imágenes que surgen de ella y al hacerlo así construye una alegoría; a veces introduce cierto número y variedad de imágenes juntas; otras veces, dejando de lado toda figura, continúa con lenguaje sencillo y común. Así en Mat. 5:13, el Señor dice: "Vosotros sois la sal de la tierra". No es difícil deducir la comparación implicada en esta figura, pero inmediatamente después de esta elaborada figura se introduce otra metáfora diferente la cual se lleva adelante con aún mayores detalles: "Vosotros sois la luz del mundo: una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder. Ni se enciende una lámpara y se pone debajo de un almud mas sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en casa. Así alumbre vuestra luz". (Mat. 5:14‑16) . Aquí se ofrece a la mente una variedad de imágenes; una luz, una ciudad sobre una montaña, una lámpara, un sostén para lámpara y un almud romano o medida para áridos. Pero en medio de estas imágenes variadas corre la figura principal de una luz cuyo objeto es enviar lejos sus rayos e iluminar todo lo que esté a su alcance. Una metáfora tan extendida siempre se convierte, estrictamente hablando, en alegoría. San Pablo emplea con buen efecto una doble metáfora en Efes. 3:17 donde ruega "que habite Cristo, por la fe, en vuestros corazones; para que

A veces el punto más notable de alusión en una metáfora puede ser asunto de duda o de incertidumbre. En el Salmo 45:1, en el original hebreo es difícil determinar el sentido que se da a la palabra que en castellano se ha traducido por "rebosa", traducción que quizá no sea perfecta.

El punto exacto de alusión en las palabras "sepultados juntamente con él a muerte por el bautismo" (Rom. 64) y "sepultados juntamente con él en el bautismo" (Col. 2:12) es asunto disputado. Los amigos de la inmersión insisten en que hay en esas palabras una alusión a la manera en la cual se celebraba el rito del bautismo de agua; y la mayoría de los intérpretes han reconocido que existe tal alusión. Se pensaba en la inmersión del bautizado como en un entierro en el agua, pero en ambos pasajes el contexto demuestra que el gran pensamiento predominante en la mente del apóstol era

Pasando ahora de las figuras más comunes del lenguaje llegamos a aquellos métodos trópicos peculiares de trasmitir ideas y de impresionar con la verdad, que tienen especial prominencia en las Santas Escrituras. A estos se les conoce con el nombre de fábulas, acertijos, enigmas, alegorías, parábolas, proverbios, tipos y símbolos.

A fin de apreciar y de interpretar con propiedad estas formas especiales del pensamiento, es de todo punto necesaria una comprensión clara de las figuras retóricas más comunes, de que hemos tratad; pues se hallará que la parábola corresponde con el símil y la alegoría con la metáfora y, asimismo, pueden hallarse rastros de otras analogías en otras figuras. Un análisis y tratamiento científico de estos tropos más prominentes de la Biblia nos obligarán a distinguir y discernir entre algunas cosas que en el lenguaje popular se confunden con mucha frecuencia.

De estas figuras especiales la más ordinaria en dignidad e intento es la fábula. Consiste, esencialmente, en el hecho de introducir en las imágenes del lenguaje a individuos de la creación irracional, así como a la naturaleza, tanto la animada como la que no lo es, como si estuviesen poseídos de razón, y de habla y hasta representándoles como actuando y andando, aunque ello sea contrario a las leyes de su ser. Hay un notable elemento imaginario en toda la maquinaria de las fábulas.

Sin embargo, la moral que con ellas se busca enseñar, generalmente es tan evidente que no hay dificultad .en comprenderla.

La fábula más antigua de la cual exista rastro es la de Jotham (Juec. 9: 7‑20) . Se representa a los árboles como saliendo a buscar y ungir un rey. Invitan a la oliva, la higuera y la vid a venir y reinar sobre ellos, pero todos se niegan, alegando que sus propósitos y sus productos naturales requerían todo su cuidado. Entonces los árboles invitan al escaramujo, el cual no se rehúsa pero con hiriente ironía insiste en que ¡todos los árboles vengan y se refugien bajo su sombra! ¡Que el olivo, la higuera y la vid se acojan a la sombra protectora de una zarza! Y de no hacerlo así, se añade significativamente, entonces "fuego salga del escaramujo que devore los cedros del Líbano". El mísero, inservible escaramujo, enteramente incapaz de proteger con su sombra ni aun al arbusto más pequeño, podía muy bien, sin embargo, servir para encender un fuego que pronto devoraría hasta los más nobles árboles. De esta manera Jotham, haciendo una inmediata aplicación de su fábula, predice que el débil e inservible Abimelech, a quien los de Sichem tanto se habían apurado a constituir en rey, resultaría una maldita antorcha que quemaría sus más nobles caudillos.

Salta a la vista el hecho de que todas estas imágenes de árboles que hablan, que andan, etc., es pura fantasía. No se fundan en ningún hecho y sin embargo, presentan un cuadro vívido e impresionante de las locuras políticas de la humanidad al aceptar el patrocinio o dirección de caracteres tan indignos como el de Abimelech.

Otra fábula muy semejante a la de Jotham se halla en 2 Rey. 14:9. Los apólogos de Jotham y Jonás son las únicas verdaderas fábulas que aparecen en la Biblia. En su interpretación hay que guardarse del error de querer exprimir demasiado las imágenes. No hay porque suponer que cada palabra y alusión tenga un significado especial. Recordemos siempre que un aspecto distintivo de las fábulas es que no son paralelos exactos de las cosas que están destinadas a aplicarse. Están basadas en acciones imaginarias de criaturas irracionales o de cosas inanimadas y, por consiguiente, jamás pueden corresponder con la vida real. También debemos notar lo bien que el espíritu y propósito de la fábula armoniza con la ironía, el sarcasmo y el ridículo. De aquí que sea tan conveniente para exponer necedades y vicios del hombre. Muchos de los proverbios más útiles no son más que fábulas compendiadas (Prov. 6:6; 30:15, 25‑28). Aunque la fábula pertenece al elemento terreno de moralidad prudencial, aun de ese elemento puede echar mano y valerse la sabiduría divina.

El acertijo difiere de la fábula en que tiene por objeto confundir y poner en perplejidad al que lo oye. Adrede se hace oscuro, a fin de poner a prueba el ingenio y penetración del que se proponga resolverlo. El salmista dice: "Acomodaré a ejemplos mi oído: declararé con el arpa mi enigma" (Salmo 494). "Abriré mi boca en parábola; derramaré enigmas de lo antiguo" (Salmo 78:2) . De modo que los acertijos, los dichos obscuros, los enigmas, que ocultan el pensamiento y al mismo tiempo incitan a la mente inquisitiva a descubrir sus ocultos significados, tienen su lugar en las Escrituras.

El célebre acertijo de Sansón tiene la forma de un pareado hebreo (Jueces 14:14) Del

La clave de este acertijo aparece en los incidentes relatados en los versículos 8 y 9. Del cuerpo de una fiera devoradora procedió el alimento que tanto Sansón como sus padres habían comido; y de aquella osamenta que había sido una encarnación de fortaleza, procedió la dulce miel que las abejas habían depositado allí.

Un ejemplo notable de acertijo en el N. Testamento es el de que hallamos en Rev. 13:18 acerca del número profé

Uno de los "antiguos obscuros dichos" es el fragmento poético atribuido a Lamech (Gén. 4:23‑24). La oscuridad que rodea a este cántico indudablemente proviene de nuestra ignorancia de las circunstancias que lo originaron. Posible es que todo el cántico fuese un acertijo y que haya ocasionado tanta perplejidad a las mujeres de Lamech como a los intérpretes bíblicos.

Existe un elemento enigmático en el diálogo de nuestro Señor con Nicodemo (Juan 3:1‑13) . La profunda lección contenida en las palabras del versículo 3: "El que no naciere otra vez, no puede ver el reino de Dios", llenaron de perplejidad y confusión al príncipe judío. En lo profundo de su corazón, el Señor, que "sabe lo que hay en el hombre", descubrió su necesidad espiritual. Sus pensamientos estaban demasiado fijos en las cosas externas, lo visible, lo carnal. Los milagros de Jesús le habían impresionado grandemente y quería hacer averiguaciones de aquel gran obrador de maravillas, como de un

El mismo estilo de discurso enigmático aparece en los dichos del Señor en la sinagoga de Capernaum (Juan 6:53‑59); también en sus primeras palabras a la samaritana (Juan 4:10‑15) y en su respuesta a los discípulos cuando volvieron y "maravilláronse de que hablaba con la mujer", y le pidieron que comiera. Su respuesta al respecto fué mal entendida por ellos, como pasó con Nicodemo y con la samaritana. Dice San Agustín: ‑"¿Cómo extrañarnos de que la samaritana no entendiera agua? ¡He aquí que los discípulos aun no entienden comida!" Pensaban si alguien le habría traído de comer durante la ausencia de ellos. Entonces Jesús habló más claramente: "Mi comida es que

Las palabras del Señor en Luc. 22:36 son un enigma. Estando para salir para el Getsemaní se dio cuenta de que la hora del peligro llegaba. Recordó a sus discípulos la ocasión cuando les envió sin bolsa, alforja ni zapatos (Luc. 9:6) haciéndoles confesar que nada les había faltado. y entonces les dice: "Pues ahora, el que tiene bolsa, tómela y también la alforja, y el que no tiene, venda su capa y compre espada". Quería impresionarles con el sentimiento de que el momento de terrible conflicto y peligro era ahora inminente. Tienen que esperar ser asaltados y deben estar preparados para toda defensa justa. Habían de ver horas en que una espada les sería más útil que una capa. Pero es evidente que el Señor no quiso decir que debían, literalmente, armarse con espada en beneficio de su causa (Mat. 26:52; Juan 18:36) . Querían prevenirles significativamente del amargo conflicto que se acercaba y de la posición a que tendrían que hacer frente. El mundo estaría contra ellos y les asaltaría en muchas formas y, por consiguiente, debían prepararse para la defensa propia y la lucha viril. No es a la espada del Espíritu (Efes. 6:17) que el Señor se refiere aquí sino a la espada como símbolo de ese heroísmo guerrero, de esa confesión audaz e intrépida y ese propósito inflexible de sostener la verdad que pronto sería un deber y una necesidad de parte de los discípulos a fin de defender su fe. Pero los discípulos entendieron mal sus palabras y hablaron de dos espadas que tenían en su poder! Jesús no se detuvo para entrar en explicaciones y cortó esa conversación "en el tono de quien se da cuenta de que los demás aún no están en condiciones de entenderle y que, por consiguiente, sería inútil hablarles más sobre el particular". Su lacónica respuesta: "¡Bastal" fue una "manera suave de abandonar el asunto con cierto dejo de ironía. Más que vuestras dos espadas no necesitáis!"

Un enigma análogo aparece en Juan 21:18, donde Jesús dice a Simón Pedro: "Cuando eras más mozo, te ceñías e ibas donde querías; mas cuando ya fueres viejo extenderás tus manos y te ceñirá otro y te llevará donde no quieras". El escritor añade inmediatamente que Jesús dio a entender con eso, (semainon) "con qué muerte había de glorificar a Dios". Pero es sumamente improbable que en ese entonces Pedro comprendiera el significado de esas palabras. Compárese también Juan 2:19.

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