¿Lo recuerdas...?

¿Lo recuerdas, Sans?

¿Recuerdas aquella vez en la que desapareciste hace tantos años...?

Sentado en el blanco más puro que he conocido y conoceré me siento perdido. Perdido de todo corazón en este infinito mar blanco.

Sinsentidos que llenan mis sentidos por completo sin dejarlos plenos ni vacíos. Sin dejarlos hechos ni deshechos. Sin hacerlos vivos o muertos. Sin dibujarme y dibujándome...

La primera emoción que sentí... La primera de todas aquellas que desarrollé. La recuerdo. Sí, Sans, la recuerdo. Recuerdo tus infinitas lágrimas y tu cuerpo blanco contrastar en el papel como si hubiera pasado ayer. Aunque en realidad fue hace mucho tiempo, ¿no?

Tus rodillas rozaban y apuñalaban el suelo frío y muerto. Blanco. Lo acariciaban con letalidad y furia mientras tus manos recorrían un alma blanca e invertida con ira. Con rabia. Con dolor.

Recuerdo el ruido. El ruido de cientos... No; miles de papeles rompiéndose al unísono con una rasgada. Un corte asimétrico y doloroso que dejaba caer bajo tus lágrimas los rastros de un papel. Un simple e inútil papel rasgado. Una simple e inútil esperanza destruida por este mar blanco. N U E S T R O mar blanco...

como te consumías. Como si las llamas te tragaran. Poco a poco, y entre gritos y sollozos, tu cráneo desapareció en una danza cruel bajo mi mirada.

En ese momento sentí. Por primera vez, sentí. Sentí lágrimas en mi cuenca y una opresión en el pecho que me dificultaba hablar o moverme. Solo miré. Quizás pude haberlo evitado. Sin embargo, solo miré.

Miré como desaparecías. Como tus sueños se volvían polvo. Como tus emociones se perdían en el viento inexistente y en la bruma marina. En los anhelados colores. En este blanco tan T A N profundo que duele. Vi tu amor fundirse como un corazón de plata rodeado de espinas ensangrentadas. Vi tu alegría fundirse con mi tristeza en una danza. Sí, una danza. Una danza mística, espiritual. Una danza inexistente. Una danza metafórica. Muerta.

Una danza...

Recuerdo como pasaban los días a tu lado. Tus miradas, tus sonrisas, tus gritos, tus intentos... Tus fútiles intentos de hacerme ver el mundo, de imaginarme el color, la vida, la muerte, la belleza, la rareza y el amor.

Nada tenía sentido en aquel entonces. Nada tiene sentido ahora. Nada nunca tendrá sentido.

... Sans... Quiero recordarte todo eso.

Pero yo sé que lo recuerdas. Que en lo más profundo de tu alma —destruida, solitaria— existe un recuerdo casi ilegible; casi desaparecido y olvidado de mí. De nosotros. De nuestro mar blanco...

De nuestro corazón de plata enredado en las espinas de una crueldad futura que nunca llegó. Una espera eterna que nunca se cumplía por el egoísmo de un creador abandonado a sí mismo. Los sueños y esperanzas caían del cielo rotos y magullados para ir a parar a un vertedero de ilusiones en el que tu polvo ahora descansa llevado por el desespero y el dolor de un mundo nuevo y viejo.

Siempre me pregunto «¿Qué habría pasado?» Si el mundo como lo conocemos nunca hubiera existido. Si todo hubiera seguido su curso. Si él no se hubiera sumido en la nada...

¿Habríamos crecido? ¿Seguirías aquí?

Por más que mi mente trata de buscar una explicación al vacío el mar llega a mis sentidos de nuevo. Polvo... Todo lo que es blanco es polvo...

Así que, Sans...

¿Lo recuerdas...?

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F    I    N