𝕭𝐥𝐨𝐨𝐝𝐛𝐨𝐫𝐧𝐞 [Capítulo 3: Byrgenwerth]

#SundayOFC

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                                        Sangre sagrada;

                                        Un exceso de ambición;

                                        Teme a su blasfemia.

                                        Esa bendición impía.

                                        Oculta una maldición.

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Byrgenwerth... Byrgenwerth... Asesinos blasfemos.

Demonios enloquecidos por la sangre.

Expiación para los condenados, por la ira de la madre Kos.

—'Piedad...para el pobre niño marchito. Piedad... oh, por favor...'

Cómo saben. Byrgenwerth fue una antigua institución educativa. Y la tumba de los Dioses, labrada bajo Yharnam debería resultar conocida para todos los cazadores. Una vez, un grupo de eruditos descubrió un recipiente sagrado en lo más profundo de las mazmorras.

Con ello fue el inicio de la iglesia y el establecimiento de la sanación de sangre. En ese sentido, todo lo sagrado de Yharnam tiene su origen en Byrgenwerth. Pero hoy en día, la escuela se encuentra rodeada de un espeso bosque, olvidada y decrépita. Lo que es más, la iglesia ha declarado la universidad cómo terreno prohibido. No se sabe cuántos de sus estudiantes siguen con vida, pero solo ellos conocen la contraseña que da pase hacia detrás de la puerta que protege el sitio.

—'Teme a la vieja sangre.'

Al pronunciar el lema que antaño me suscitaba un interés inmenso, la puerta al frente mío se abrió de golpe dejando que una oleada de polvo se disuelva en el aire. Encendí la antorcha que llevaba conmigo, que a penas y alumbraba al frente de mi nariz mientras a duros intentos podía respirar con tanta suciedad en el aire. Mis pasos hicieron eco en la destruida edificación encontrandome con los vestigios de un antiguo guardián, el cadáver abandonado que yacía postrado sobre un asiento vestido con finas telas que habían perdido su belleza tras tantos años en cautiverio.

Removí cada uno de los escombros que obstruían el camino topandome con varios peldaños, escaleras helicoidales y grabados casi arcaicos. Hechos por ancianos y sabios que en sus desvaríos musitaban cánticos e ideas de todo tipo, quedando registrados en la eternidad de la piedra. Al culminar mi descenso atravesé el umbral puesto ante mí, mostrándome el deplorable panorama de lo que antes fue cumbre de elogios y reconocimientos. Caminé por el sendero acompañado de pedregales adyacentes, ramas secas que se partían al igual que las hojas crepitando. Percibía la húmedad en el aire, notando viejos vestigios de la humanidad a través del terreno, rastros de rieles para el ferrocarril de Yharnam y en defecto los restos de un pequeño pueblo hecho a base de tablones musgosos.

Observé los ponzoñosos pantanos que se acumulaban cómo la bruma espesa de sus gases debido a pequeñas erupciones burbujeantes que liberaban un olor fétido y nauseabundo. Los árboles se mecían constantemente gracias al viento y sus ramas bailaban cómo garras de proporciones amorfas. Después de unos cuántos minutos de caminata me topé con el viejo molino, a día de hoy había sido invadido por hierbas y la maleza había tomado completa posición de su mecanismo a tal grado que era irreparable. Me las arreglé cómo pude al salir, tras el azote de la licantropía los pasajes que se usaban cómo camino hacia la universidad se habían infestado de serpientes y cadáveres reanimados cubiertos en brea tras años de abandono. Ignore el arrastre de esas bestias, reptantes, al igual que los constantes sollozos que no hacían más que hacerme sonsacar las más vergonzosas reacciones.

Finalmente, tras cruzar la fosa que se había formado por los estragos geológicos pude acceder a mi antiguo hogar de estudio. La espesura de la neblina opacaba todo rastro de discernimiento, es cómo si hubiese sufrido un fuerte golpe. Los hechos siguientes que me acontecieron fueron nostálgicos, estos ciclos de experiencia tienen sus inicios en el viejo edificio. Las enormes estanterías atesoraban un sin fin de libros decrepitos, que se acumulaban en las paredes. Había además masas informes de ojos sellados en enormes recipientes recubiertos de una gruesa cera.

Oía cómo las aguas al lado de la universidad producían chapoteos por la brisa del viento, brumosas y aceitosas.

Recordé cómo había llegado aquí, tras tantos años de educación había sido inculcado ser de galardón y respeto. Mis padres eran magistrales, nobles del más alto calibre con un egoísmo incluso más grande que nuestro hogar. Un castillo que hoy en día se encuentra olvidado en las lejanas cumbres de Yharnam, dominio de Annalise. La reina de Cainhurst.

Me exigían en creces ser un joven sobresaliente en todas las ramas, no poseo recuerdos añorados más allá de las casuales charlas que tenía con la servidumbre y no llegué a entablar relaciones estrechas cómo las amistades o el amor. Me había envuelto en una coraza impenetrable que rechazaba ideas tan vulgares y 'mundanas', la soledad no solo había logrado aislarme sino que cada día alimentaba mi curiosidad cómo mi amargura. Los días transcurrieron con normalidad hasta que alcancé la suficiente edad cómo para ser itido en el orgullo de Yharnam, Byrgenwerth.

Peregrinos de todo el mundo, estudiantes innatos, autodidactas y maestros. Todos los eruditos siempre llegaban a Byrgenwerth para adquirir los más grandes conocimientos. Poca fue mi alegría cuándo cometí uno de los peores pecados que han marcado mi vida, desearía jamás haber sido partícipe de los horrores que relataré a continuación.

En una de las expediciones de la universidad se halló un cáliz sagrado, por su estado podíamos intuir que pertenecía a una era anterior a la humana. Los denominamos Pthumerios, una antigua civilización que había logrado pactar con los Dioses, pertenecientes de ciudades olvidadas cómo la serían Izl e Irithyll que ahora solo pertenecen a las leyendas y los cuentos. Al hacer uso de ese cáliz pudimos excavar en la más profunda tierra, eran el emplazamiento mismo de Yharnam, abarcaban extensas regiones cómo una red de túneles que se entrelazaban enfermizamente.

Y en lo más recóndito de sus prehistóricos pasillos encontramos la vieja sangre, podíamos percibir un aura a su alrededor cómo algo oscuro y prohibido, corrupta.

Esto fue motivo de debate para todos los involucrados, se ordenaron investigaciones, pruebas, y las solicitudes se abarrotaban en la recepción de la escuela.

En ese momento no me había dado cuenta, pero tenía la vaga sensación de que había un interés insano y antinatural hacia la sangre, un indicio del que hasta ahora me arrepiento evadir.

Desde ese momento oí hablar a mis compañeros algunos que otros cotilleos o rumores acerca de la disparidad que generó el descubrimiento. Laurence, uno de los estudiantes más brillantes de Byrgenwerth creía que el camino hacia la trascendencia se hallaba mediante la sangre, mientras que el maestro Willem opinaba que la sangre era irrelevante y que no deberíamos depender de ella. Proponía que debíamos alinear nuestras mentes para intentar conseguir más ojos y captar espectros de luz, ondas y resonancias que se escapan a nuestro entendimiento.

Y así cada vertiente de pensamiento experimentó por sus propios medios hasta que las discusiones fueron tan graves que significaron la fractura de las relaciones entre Willem y Laurence.

—'Maestro Willem, he venido a despedirme de usted.'

—'Oh, lo sé, lo sé ¿Y ahora piensas traicionarme?'

—'No. Pero no vas hacerme caso. Le aseguro que nunca olvidaré nuestra máxima.'

......

—'Debo marcharme ya.'

—'Por los Dioses témela, Laurence.'

Subí por las escaleras hasta la segunda planta del edificio, el polvo estaba impregnado hasta en los muebles. Deslicé mi mano por la baranda topandome con dos puertas enormes, usé la llave del observatorio lunar que había traído desde mi hogar. Cuándo el cerrojo cedió los portones se abrieron, cruzando el umbral contemplé el mirador. Era casi onírico. La luna siempre se posicionaba en el horizonte y su bello reflejo se plasmaba sobre las aguas, un suspiro se escapó de entre mis labios. Hasta que el lento rechinar de un asiento captó mi atención. Meciéndose constantemente el anciano murmuró con dificultad una frase ininteligible.

—'Maestro Willem. Es un placer volver a verlo.'

El sabio extendió su báculo hacia mí, pude sentir una fuerte presión en mi pecho que me obligaba a denotar mi condescendencia. Y entonces, en la misma osadía por la que me encaminé en esta impía travesía propuse mi petición. Volver a ser su aprendiz así como él ser mi mentor, el vejestorio asintió mientras musitaba en sollozos de escalofriante tonalidad. Y así cómo lo hice hace años abrí uno de los libros vacíos en el repertorio de la colección hecha por mi institución, hojeé sus amarillentas páginas con pluma y papel. Me dictó una especie de... fórmula, métodos secretos y prohibidos. Conocimientos ocultos que cualquier alquimista, hechicero o científico de la antiguedad hubiera deseado tener entre sus manos. Una maravilla. Era el primer paso hacia mi meta.

'Nuestɾɑ sed de sɑngɾe nos cɑlmɑ, cɑlmɑ nuestɾos miedos. Peɾo ten cuidɑdo con lɑ fɾɑgilidɑd de los hombɾes, su voluntɑd es débil γ sus mentes jóvenes.'

                                                    —Vicaria Amelia.