𝙀𝙡 𝙍𝙚𝙮 𝙙𝙚𝙡 𝙉𝙤𝙧𝙩𝙚

✧ 𝘾𝙖𝙥𝙞𝙩𝙪𝙡𝙤 1 ✧

𝐺𝑢𝑒𝑟𝑟𝑎 𝑑𝑒𝑙 𝐴𝑛𝑖𝑙𝑙𝑜

Gritos de guerra, cientos, miles de ellos, daban inicio a la batalla en los valles nevados del río Carnen, siendo la mañana del 14 de marzo del 3019 de la T.E, el ocaso del crudo invierno que azotaba el norte.

Acero enano y hombre, unido una vez más, chocaria contra las hordas del mal, rompiendo como olas contra las rocas. El ejército aliado, compuesto por alrededor de 5.000 hombres y enanos, se enfrentaba a las oleadas de los orientales, quienes triplicaban sus fuerzas.

Allí, peleando hombro con hombro junto a los suyos, se encontraba Brand, hijo de Bain y nieto de Bardo Cazador de Dragones, blandiendo a Anûrel, "Guardian de Valle" en Oestron, la espada del rey. Pero no estaba solo, por supuesto que no, porque junto a él se encontraba el rey bajo la montaña, Dain II, su mas grande amigo, blandiendo su hacha como solo un guerrero enano podia hacerlo. Ambos, hombre y enano, pelearian uno al lado del otro con una fiereza sin igual, siendo los estandartes de sus ejércitos, la representación del coraje y valentía de los hombres del norte y los enanos de Erebor.

La batalla fue salvaje y caótica, confusa y desorganizada, como si dos olas chocarán una con la otra con una brutalidad total. Se prolongó durante horas, pero llegada la media tarde las fuerzas orientales habían logrado cruzar por completo el río y abrumar a los defensores.

Mermados, ambos ejércitos, hombres y enanos, se retiraron hacia Erebor. La moral estaba hecha pedazos y cientos habían perecido, sin embargo, Brand y Dain, decididos a defender su hogar, organizaron una última defensa a los pies de la Montaña Solitaria. Los últimos rayos de sol desaparecerían en el horizonte, siendo reemplazados por grandes nubes negras, las cuales desataron una furiosa e incesante tormenta sobre los defensores, al mismo tiempo que caía la noche.

El sonido de las gotas de agua impactando contra las armaduras era lo único audible en ese momento, ya que el silencio era casi total... hasta que, a lo lejos, los tambores de guerra comenzaban a retumbar en el valle, cuernos sonaban y miles de pisadas lodosas se acercaban.

Los orientales finalmente habían llegado al valle de la Montaña Solitaria, siendo superiores aún con las cuantiosas bajas que habían sufrido. Por unos instantes hubo un momento de contemplación entre los ejércitos enfrentados, pero rápidamente cuantiosos cuernos sonaron y los orientales se lanzaron en una carga frenética contra las formaciones aliadas, iberándose de esta forma una batalla colosal y mucho más sangrienta que la anterior.

Los enanos en el centro de la formación aguantaban con su infantería pesada, mientras la infantería ligera de los hombres mantenía los flancos y los arqueros disparaban flechas oleada tras oleada. Por cada minuto que pasaba eran más cuerpos los que adornaban el campo de batalla, provocando que más de uno se resbale a causa de la combinación de sangre, tripas y barro exparsiados por doquier.

La batalla se prolongó durante tres días, hasta que en la mañana del 17 de marzo Brand, el que hasta entonces era el rey de Valle, sería alcanzado por varias flechas enemigas que cegaron su vida en pocos segundos, ante la mirada atónita de sus hombres y la del Rey bajo la Montaña. Este último, en una demostración de amistad y coraje sin igual, blandio su hacha y protegió el cuerpo del hombre de cualquiera que se le acercara, acabando con muchos orientales en el proceso pero, pese a su determinación, sumada a la rabia que lo volvían aún más peligroso, el rey enano pereceria ante las espadas de sus enemigo cayendo junto a su amigo.

Los ejércitos de Valle y Erebor, con sus reyes muertos, la moral por los suelos y sus fuerzas siendo superadas, se batirian en retirada hacia el interior de la montaña, aguardando su inevitable final. A su vez, las fuerzas orientales comenzarían con el asedio de la ciudad, buscando matar de hambre a los pocos defensores que quedaban aún con vida.

El ambiente dentro de la ciudad sería de desesperanza total, con decenas y decenas de heridos siendo tratados, otros exhaustos y otros con un sentimiento muy humano: miedo, miedo de saber lo que les pasara no solo a ellos, sino que también a sus familias.

Mientras los días pasaban más gente parecía aceptar que no había nada que pudieran hacer, incluso algunos se plantearon el rendirse ante sus enemigos y pedir clemencia. No obstante, el 27 de marzo un rayo de esperanza apareció en forma de un zorzal, una pequeña ave usada como mensajera por los hombres del norte. Esta les traía noticias desde el sur: Sauron, el enemigo del mundo, había sido derrotado.

Aferrándose a la esperanza que les quedaba, los principes Bardo II y Thorin III reunieron a las fuerzas que les quedaba en las puertas de Erebor. Ambos, buenos amigos como lo fueron sus padres, se miraron por un par de segundos y asintieron con la cabeza: el hombre desenvaino su espada, el enano empuño su hacha y juntos, hombro a hombro, realizaron la última carga de hombres y enanos, dispuestos a vencer o morir de pie.

Los orientales, sorprendidos por el ataque y con el golpe a su moral debido a la derrota del Señor Oscuro, tratarían de defenderse pero la desorganización reinaria entre sus filas, luego el caos y la lucha individual por salvar cada uno su pellejo. Los hombres del norte y los enanos, envalentonados, romperian el asedio y pondrían en fuga a los enemigos que quedaban.

La batalla, la guerra, había terminado pero el sentimiento de los vencedores no sería de alegría, ni siquiera de satisfacción. El ambiente era lúgubre y desolador, triste y acongojante, pues lo que alguna vez fue el bello valle de la ciudad homónima y Erebor, ahora era un campo de muerte y sangre, con miles de cadáveres adornando lo que fue un campo de batalla. Habían vencido, es cierto, ¿Pero a que costo?

C O N T I N U A R A