░▒▓█ k̶̶i̶̶l̶̶o̶ ̶a̶ ̶K̶̶i̶̶l̶̶o̶ █▓▒░ 040

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¦ #Tenjiku(天竺)

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|!¤*~*¤!|INTRODUCCIÓN|!¤*~*¤!|

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Kokonoi vio su mundo desmoronarse en cuestión de segundos. El dinero que tanto valoraba flotaba en el mar, reducido a billetes empapados y polvo blanco disuelto en el agua. Su seguridad, su estabilidad, todo lo que había construido con esfuerzo y sangre, se desvanecía ante sus ojos. Nunca había sentido tanto vacío.

El peso de la traición, del fracaso y de la incertidumbre lo ahogaba más que las olas. Mikey había desaparecido, Sanzu sonreía como si todo siguiera igual, pero Kokonoi solo sentía un nudo en el pecho. ¿Qué quedaba para él ahora? Nada. Solo los recuerdos de un imperio perdido y el miedo de no saber qué vendría después.

Entonces vio las huellas en la arena. Y en lugar de alivio, sintió terror. Porque si Mikey seguía ahí, si realmente no había desaparecido, significaba que el infierno aún no terminaba.

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Disfruten de mi trabajo, es mi promesa que habrá al menos una vez al mes parte de mi alma esplayada sobre el fondo.

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|!¤*'~``~'*¤!| FICHA |!¤*'~``~'*¤!|

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《Título》

Kilo a Kilo

《Autor》

—(••÷ 𝔸𝕜𝖆𝕿𝖘𝖚𝖐𝖎𝖔𝖋𝖇𝖑𝖔𝖔𝖉 ÷••)—

《Estado》

Completo

《Partes》

One-Shot

《Palabras》

1509

《Caracteres》

8830

《Personaje》

Kokonoi Hajime

《Serie》

Palabras

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El agua se tragaba los billetes como si fueran hojas secas arrastradas por el viento. Eran cientos de miles de yenes que flotaban por segundos antes de hundirse, perdiéndose en la inmensidad del mar. Entre las olas, los paquetes de cocaína se disolvían, dejando un rastro blanco y difuso en la superficie.

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Kokonoi Hajime observaba todo con los labios apretados. Sus dedos se cerraban y abrían en puños tensos, su mandíbula estaba rígida. Nunca había creído en la suerte, pero si existía, definitivamente lo había abandonado esa noche.

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—¿En qué momento llegamos a esto…? —murmuró, más para sí mismo que para los demás.

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El ruido del helicóptero retumbaba sobre sus cabezas, los focos iluminaban el barco como si fuera mediodía. La policía había llegado demasiado rápido, demasiado organizada. No fue un golpe de mala fortuna, alguien los había vendido.

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—¡Nos jodieron! —gritó Sanzu Haruchiyo, sacando una pistola y disparando al aire como un acto de furia desesperada. Su rostro estaba cubierto de sudor, sus ojos brillaban con una locura febril.

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—¡Baja esa mierda, idiota! —gruñó Kokonoi, tirando de su brazo.

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Pero Sanzu solo se rió, ladeando la cabeza de una manera inquietante.

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—¡No hay salida, Koko! ¡Nos tienen rodeados! —se giró hacia Mikey, quien aún no había dicho una palabra.

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Manjirō Sano estaba en el borde del barco, viendo la escena en completo silencio. Sus ojos negros no reflejaban nada.

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—Mikey, di algo… —susurró Kokonoi, sintiendo que se le formaba un nudo en la garganta.

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Pero Mikey no respondió. Ni siquiera parecía escuchar.

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El rugido de los motores policiales se hizo más fuerte. No quedaba tiempo.El agua salpicaba la cubierta mientras las olas golpeaban con fuerza el casco del barco. Las sirenas policiales resonaban en la distancia, acercándose demasiado rápido.

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Kokonoi tragó saliva. La situación era un desastre. Todo el dinero, toda la droga, todo lo que habían construido con Bonten estaba ahora en el fondo del mar.

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Sanzu seguía riendo. Su risa era histérica, descontrolada, como si estuviera disfrutando la caída.

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—¡¿Quién fue?! —gritó de repente, girándose hacia los de la tripulación. Sacó su pistola y la apuntó al primero que vio. —¡¿Quién nos vendió?!

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El hombre levantó las manos temblando.

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—N-no lo sé, Haruchiyo-san… ¡Yo no fui!

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—¡No me mientas! —Sanzu apretó el gatillo.

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—¡Sanzu, basta! —rugió Kokonoi, empujándolo con fuerza para que bajara el arma. —¡Matar a uno de los nuestros no va a cambiar nada!

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—¿Y qué propones, Koko? —Sanzu se inclinó hacia él, sus ojos color rosa brillaban de locura. —¿Rendirse como cobardes?

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Kokonoi no respondió. No porque no tuviera una respuesta, sino porque sabía que Sanzu no quería escucharla.

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El viento agitó el abrigo blanco de Mikey mientras seguía observando el mar.

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—Nos vendieron.

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Su voz fue tan baja que casi se perdió entre las olas.

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Pero Kokonoi y Sanzu la escucharon.

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—¿Quién? —preguntó Kokonoi con un hilo de voz.

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Mikey inclinó la cabeza apenas un poco.

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—Izana.

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Silencio.

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Sanzu se congeló. Su rostro pasó de la locura a la incredulidad en un segundo.

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—No… no puede ser.

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—Hicimos un trato con los criminales equivocados. Izana nunca tuvo la intención de ayudarnos. Solo esperó a que cayéramos.

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Las sirenas policiales eran ensordecedoras ahora. No quedaba tiempo.

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—Nos hundimos.

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Y Mikey sonrió.

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Pero no era una sonrisa de burla. Era algo más… algo roto.

Kokonoi sintió el frío recorrer su espalda. No podía ser verdad. Izana estaba muerto, asesinado hacía años.

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—Mikey… —empezó, tratando de entender.

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—No es literalmente Izana. —Mikey habló con una calma que helaba los huesos. Sus ojos, oscuros como la noche, estaban fijos en la nada. —Pero es su legado. Kisaki, su gente, aquellos que lo seguían… nunca dejaron de moverse en las sombras.

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Kokonoi apretó los dientes. Claro. Se habían confiado demasiado en su poder, en su control del submundo. No habían visto venir la traición.

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Sanzu se llevó una mano al rostro, tapando su risa ahogada.

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—Nos jodieron… nos jodieron bonito…

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El primer disparo de los policías sonó como un trueno en la noche.

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—¡Al suelo! —gritó uno de los hombres de Bonten, desenvainando su arma.

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Pero era inútil. Estaban rodeados.

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Kokonoi vio a Mikey. Aún estaba de pie en el borde del barco, inmóvil.

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—¡Mikey, muévete! —intentó alcanzarlo, pero Sanzu se interpuso.

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—Déjalo.

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—¡¿Qué carajos dices, Sanzu?!

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Pero Sanzu solo sonrió.

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—Si Mikey quiere quedarse, que se quede.

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Kokonoi sintió la furia y la desesperación encenderse en su pecho.

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—¡No es el momento de tus malditos juegos!

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Se giró de nuevo hacia Mikey.

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—Mikey, dime algo. ¡Lo que sea!

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Pero Mikey solo cerró los ojos.

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Y entonces saltó.

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Kokonoi sintió su estómago caer.

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—¡MIKEY!

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El agua se tragó su cuerpo en segundos.

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El silencio que quedó fue peor que cualquier grito.

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Sanzu miró el punto donde Mikey había desaparecido y soltó una carcajada.

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—Así que así termina Bonten…

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Los disparos continuaban. La policía avanzaba.

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Pero Kokonoi no podía moverse.

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Solo veía el mar.

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Y Mikey ya no estaba.

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El mundo se había reducido a dos opciones: hundirse con Bonten o salir de ahí con vida.

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Kokonoi no estaba listo para morir.

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Soltó a Sanzu con un empujón.

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—¡Si quieres morir, hazlo! Pero yo no pienso quedarme a ver cómo nos vuelan la cabeza.

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Sanzu lo miró por un momento y luego soltó una carcajada.

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—Eres un maldito egoísta, Koko.

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—¿Y tú qué? —espetó Kokonoi. —¿Acaso quieres morir por un fantasma?

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Los disparos seguían resonando. Los hombres de Bonten caían uno a uno.

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La policía ya estaba en la cubierta.

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—¡MANOS ARRIBA!

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Kokonoi tragó saliva. Sus piernas querían moverse, pero su mente se bloqueaba. No podía pensar.

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Y entonces, un brazo lo jaló con fuerza.

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—¡Nos largamos, Koko!

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Sanzu lo arrastró sin darle tiempo a reaccionar. Saltaron por la borda, el agua helada envolviéndolos de golpe.

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Kokonoi sintió que sus pulmones se cerraban.

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El peso de la ropa lo hundía, pero Sanzu no lo soltó.

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Ambos emergieron a la superficie, jadeando por aire.

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El barco ardía a lo lejos. La policía había tomado el control.

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—Maldita sea… —Kokonoi escupió agua. —Esto no tenía que acabar así.

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Sanzu sonrió, su cabello pegado a la cara por el agua salada.

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—No ha acabado, Koko.

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—¿Qué?

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—Mikey sigue ahí.

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Kokonoi sintió un escalofrío.

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—Mikey está muerto.

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Sanzu negó con la cabeza.

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—Mikey no muere tan fácil.

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La luna brillaba sobre el agua oscura.

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Y Kokonoi no estaba seguro de si quería creerlo o no.

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El agua fría mordía la piel de Kokonoi y Sanzu mientras se alejaban del barco en llamas. Nadaban con dificultad, sus cuerpos entumecidos por el frío y el agotamiento. A lo lejos, las sirenas de la policía se mezclaban con los gritos de los hombres capturados.

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Kokonoi no podía dejar de pensar en Mikey.

Había visto su cuerpo hundirse, devorado por la oscuridad del mar. Y, sin embargo, las palabras de Sanzu resonaban en su mente.

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—Mikey no muere tan fácil.

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Era absurdo.

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—Deja de decir idioteces —murmuró Kokonoi, sintiendo el sabor salado del agua en su boca.

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—No son idioteces. —Sanzu sonrió con una calma perturbadora. —Mikey es… diferente.

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Kokonoi frunció el ceño.

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—Diferente o no, el mar no perdona.

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Sanzu no respondió.

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El silencio se extendió entre ellos, roto solo por el sonido de sus brazadas.

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Finalmente, lograron llegar a la orilla. Se arrastraron fuera del agua, sus cuerpos temblando por el frío y la adrenalina.

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Kokonoi se dejó caer sobre la arena, mirando el cielo.

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Todo había terminado.

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Bonten, Mikey, su vida como la conocía… todo se había hundido con ese barco.

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—¿Qué harás ahora? —preguntó Sanzu de repente, sentándose a su lado.

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Kokonoi cerró los ojos.

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—No lo sé.

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Sanzu sonrió de lado.

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—Tal vez deberíamos desaparecer.

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—¿Y luego qué?

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Sanzu se encogió de hombros.

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—Veremos si Mikey vuelve.

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Kokonoi sintió un escalofrío.

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Porque, en el fondo, una parte de él quería creer que Mikey realmente volvería.

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El amanecer pintaba el cielo con tonos naranjas y rosados cuando Kokonoi y Sanzu comenzaron a caminar por la costa. Sus cuerpos estaban entumecidos, pero sus mentes seguían alerta.

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El mar seguía rugiendo a sus espaldas, como si se burlara de ellos.

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Kokonoi no podía quitarse de la cabeza la imagen de Mikey cayendo.

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—¿A dónde vamos? —preguntó, su voz ronca por el cansancio.

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—A donde Mikey nos lleve. —Sanzu sonrió, como si aquello tuviera sentido.

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Kokonoi chasqueó la lengua.

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—Mikey está muerto.

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Sanzu lo miró con una calma inquietante.

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—¿Seguro?

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El silencio entre ellos se hizo pesado.

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El mundo que conocían se había derrumbado en una sola noche.

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Ya no quedaba dinero, ni poder, ni Bonten.

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Solo quedaban ellos dos y la sombra de Mikey.

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—Necesitamos desaparecer —dijo Kokonoi, más para convencerse a sí mismo.

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—Sí, pero antes… —Sanzu se detuvo de golpe.

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Kokonoi lo miró, siguiendo su línea de visión.

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Y entonces lo vio.

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Huellas.

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Huellas frescas en la arena, justo donde el agua del mar debería haberlas borrado.

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Sanzu sonrió con satisfacción.

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—Te lo dije, Koko. Mikey no muere tan fácil.

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Kokonoi sintió un escalofrío recorrerle la espalda.

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Porque, por primera vez en su vida, no sabía si quería encontrarlo.

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> ᒮ× DESPEDIDA ×ᒳ <

Que les pareció? Les agrada el estilo de escritura que implemente esta vez?

Fue algo divertido crear este One-shot, probablemente mi inspiración fue i.puñsada por el amor que le tengo al personaje de Izana Kurokawa y su relación con Kakucho Hitto, me molesta un poco lo mucho que quedan de fondo los hermanos, pero al menos mande a Mikey al piso con un recipiente

Todavía pueden agregar palabras a ese blog de ShitPost, iré a él a buscar inspiración y tarde o temprano se publicará algo de eso.

Como me encanta buscar las imágenes para la estética de los blogs, luego en eso pierda horas y horas.

Nos vemos en el próximo blog, Carpe Diem, Quam Minimum Credula Postero, momento mori.

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-Hasta que llegue la eternidad nos encontrarás persiguiendo el sol.

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