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»──── « Historia » ────«

Dedicatoria

El décimo treinta y un día de la Helada del año Ciento Setenta y Uno de la Cuarta Era a la mitad del día, poseídos por una inquebrantable voluntad, cayeron en el borde de Valenwood y Cyrodiil toda una corte que intentaba detener la avanzada invasora, a ellos dedico mis palabras y mi mayor respeto. Entre ellos estaban el Centurión Cunius Nigilus, el Auxiliar Helvius Cartia y el hijo del Legado Percius Aretino, Tito Aretino.

Capítulo Primero

En el Seno del Hogar

Desde pequeño, Bruma fue la niña de mis ojos. Aquella ciudad gris que me vio crecer y que con sus muros cubría las heladas del norte y me calentaba dentro de mi morada. Mi padre siempre me decía que quien no quiere a su patria no se quiere a sí mismo, que el patriotismo debe ser parte esencial de mi identidad como ciudadano Imperial, que han habido años de progreso, desarrollo y conflicto para que yo ese día, pudiera tener un plato de comida en mi mesa. Si les soy sincero, mis estimados, creí por mucho tiempo que aquello era una tontería, era una manipulación de los grandes para mandarme al frente a morir por un honor inexistente, pero no. Desde que los primeros seres vivos se manifestaron en Nirn, se asentaron en un lugar que llamaron Hogar y ese Hogar nadie debe tocarlo ni con el pétalo de una rosa. Como decía aquel cántico que entonaban las tropas al marchar “¡Salve, oh tierra gentil! ¡Salve, oh madre de amor! ¡Cuando alguno pretenda tu gloria manchar, verás a tu pueblo, valiente y viril!”.

Ya en mi adolescencia, no era muy seguidor del pensamiento militarista, dentro de mis posibilidades, lo evitaba a toda costa. Sin embargo, mi padre deseaba verme algún día como un Legado, en cabeza de diez cortes, formando parte de las altas esferas imperiales. He de serles sincero, mis padres me dieron todo. Nunca tuve falta de nada, fueron responsables tanto en lo económico como en lo emocional, fueron un ejemplo sin ninguna duda. Pero claro, eso no les da potestad para manejar su futuro a voluntad y fui firme. Desde pequeño manifesté gran talento en la pintura y mi deseo era entrar a la Escuela de Arte Imperial, de la cual habían salido personalidades como Ja’zirr Sastae o el célebre Fortis Horatius. Durante mi juventud me preparé, viaje por Cyrodiil buscando los más bellos paisajes que pudiera. En Cheyndinhal compartí con muchos inmigrantes Dunmer que habían llegado tras el Año Rojo y tras sus historias, empecé a retratar en mi lienzo su tristeza, su nostalgia, su ira incluso. Todo aquello sin embargo no fue suficiente para quienes dirigían la Escuela de Arte, quienes me consideraron uno más del montón y ellos tan solo itían a los mejores. Fue allí cuando mi boca sintió el sabor amargo de la decepción. Debía buscar algo más ahora, ya que mis sueños no eran lo suficientemente válidos para el sistema en el que vivía.

Capitulo Segundo

El Imperio es Ley y la Ley es Sagrada

Cómo había pasado tantos años de mi vida leyendo sobre el militarismo y su ciencia, fue la opción que salió a relucir y dentro de mis posibilidades, era la más válida. Así fue, que con apenas quince años decidí asistir al Colegio Militar. El ser un Soldado Imperial era en realidad un buen trabajo, aseguraba una comida y trabajo constantes, además de claro, beneficios tanto para mi como para mi familia. Tras unos meses de instrucción, se me asignó en un Contuberio, donde conocí a quien fue mi amigo del alma, Percius Aretino, un hombre bajo y narizón con claros problemas de ira, pero noble como un bollo de pan fresco. Pase al menos cinco años formando parte de una Corte ubicada en Roca Alta, que cuidaba a los poblados más indefensos de las incursiones de Orcos y Hombres de la Cuenca. Un día, el Centurión Dunius Scotti se acercó a mí y siguiendo el protocolo, me dio una referencia para la Escuela de Oficiales por mi desempeño.

Sería el año Ciento Sesenta y Dos de la Cuarta Era, después de al menos cinco años lejos de mi hogar, por fin volvía a la Ciudad Imperial. El Emperador, quien ya estaba bastante anciano, nos recibió a mi como a más futuros altos cargos en el Palacio Imperial y nos habló de la grandeza del Imperio y de lo duro que era en realidad mantener aquel extenso territorio, que nosotros éramos la espina dorsal del Imperio y que sin nosotros, el Imperio no existiría, El Imperio era grande porque los Imperiales éramos grandes. Teniendo ahora más libertad, me di la posibilidad de buscar el amor de posada en posada. Aún recuerdo la primera vez que vi a Ja’kryn, su melena tan espectacular como la corona de una reina, fue amor a primera vista mis estimados, nunca vi algo tan bello como aquel día. Cuando no estaba trabajando o estudiando, estaba con ella. Mis días fueron buenos como nunca lo habían sido, tenía incluso hasta un buen salario. Las cartas estaban sobre la mesa, matrimonio por la beata unión de Mara, era maravilloso.

Capítulo Tercero

Magno Fall

Año Ciento Sesenta y Ocho, Tito Mede Primero muere y Tito Mede Segundo toma su lugar. Que nefasto momento. Quienes éramos cercanos al Palacio Imperial sabíamos de la negligencia mental de Tito Mede Segundo. En el Sur, los Elfos habían estado moviendo fecha y empezaba a valorarlos como una amenaza, pues está bien confiar pero es mejor no hacerlo. Le comenté a la Legada Cassia la importancia de reforzar la entrada a la Bahía y las fronteras que dieran de cara al Dominio, pero ella me comentó: “¿Tienes miedo, Marco? No podemos mostrar miedo frente a los Elfos, ellos nunca harán nada. Nos temen”. Que estupidez.

Día Treinta de la Helada, fui llamado de emergencia por el Consejo para atender una situación de urgencia. Al llegar, leí el Ultimátum y vi las cabezas de quienes habían caído. Tome los extremos de mi barba y la empecé a peinar. Entre todos los presentes nos vimos, mis miedos se habían hecho realidad. Tito Mede Segundo, quien tenía miedo se acercó a mi oído y dijo: “Marco Severo, General de la Segunda Legión Imperial… Que Stendarr cuide de ti y de tus hombres”. Mientras la Legión que se me había encargado se alistaba fui a visitar a Ja’Kryn y en confianza le comenté lo sucedido. Le dije que fuera a Leyawiin, que allí estaría segura bajo el cuidado de Percius, quien había sido enviado a resguardar la frontera con Bosque Valen. Mi legión había sido enviada al Fuerte Hastrel, por lo que a los pocos días marchariamos hacia allí. Una de las noches que montabamos el campamento, vimos humo a lo lejos, cerca de la costa. Bajo a mi mando estaba una corte de caballería auxiliar, la cual envié para verificar el estado de las ciudades que se ubicaban allí. Esa noche no pude dormir, no tuve paz, pensé en la infinidad de posibilidades. No había terminado de amanecer cuando escuché los cascos de los caballos llegar de nuevo al campamento, pero tan solo eran la mitad. “¡Señor, Leyawiin está siendo tomada, tropas van hacia Bravil! ¡Toda la legión del Legado Percius cayó en combate! ¡Vimos otro ejército que viene hacia esta posición!”.

En cuanto terminaron sus palabras, reuní a toda la Legión y les hablé de la situación, de lo que yo creía que estaba sucediendo y de nuestros próximos movimientos. A la mañana siguiente habíamos tomado ruta ya hacía Rihad, pues sabíamos que la Costa de Páramo del Martillo sería un poderoso recurso para el Dominio, sobretodo para enviar refuerzos. Ya que la marcha sería larga, en la frontera montamos un fuerte provisional y descansamos, esperando nuevas noticias. A tres horas del amanecer, el fuego de los onagros golpeó los muros de madera del fuerte nos despertó a todos. Los centinelas habían sido neutralizados y ahora, estábamos rodeados.

Como pude, organicé a la tropa pero nos superaban en número y en potencia de fuego, con sus magos. Tome mi espada corta y dejé de lado cualquier título que se me hubiera entregado, El Imperio era grande porque los Imperiales éramos grandes. Quienes no caían a mi lado, luchaban conmigo contra los Elfos. No había nadie que pudiera parar a los elfos, y con quienes encontré, huimos del campo de batalla para a la distancia girarnos y ver aquella masacre. Rompí en lágrimas, aquella escena era un golpe no solo para mi, si no para quienes me rodeaban. Deshonor y Guerra.

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»──── « Datos Físicos » ────«

Raza ➸

Imperial

Condición ➸

Común

Orientación sexual ➸

Heterosexual

Altura y Peso ➸

1,70mts

Aspecto ➸

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»──── « Creencias » ────«

Es fiel al Panteón Imperial.

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»──── « Edad » ────«

Nacería el quinto día de Amanecer durante el año Ciento Cuarenta y Uno de la Cuarta Era bajo la Constelación del Amante.

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»──── « Clase » ────«

◈ Atributos entrenados:

> Resistencia

> Fuerza

> Inteligencia

◈ Habilidades

Maestro en ➸ Dialogar, Espada Corta

Experto en ➸ Mercantil, Bloqueo.

Hábil en ➸ Encantamiento

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»──── « Efectos y Poderes » ────«

◈ Efectos/Poderes ◈

Efecto racial ➸ Sangre Imperial

La Sangre Imperial le da Agilidad al (+30%) y Fuerza (+20%)

Efecto constelación ➸ El Amante

Al haber nacido bajo la constelación del Amante, es naturalmente más ágil y elocuente. Puede causar daño a través del engaño que supone su naturaleza atractiva a los demás, para tenerlos a su merced. Esto se refleja en su habilidad para ignorar parte de la resistencia de sus enemigos cuando ataca sigilosamente.

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Poder racial ➸ Estrella del Oeste

Absorbe aguante enemigo con toque una vez al día (Misticismo)

Poder racial ➸ Voz del Emperador

Calma a humanoides de menor voluntad por 30 segs una vez al día (Ilusión)

Poder constelación ➸ Beso del Amante

Gracias a su constelación, una vez al día puede paralizar a sus oponentes durante un breve tiempo. Además, de que una vez al día puede volverse temporalmente mucho más ágil y veloz.

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»──── « Equipamiento » ────«

◈ Armas ◈

〘 Capilla del Sol 〙

Espada Corta estilo Gladius de Acero encantada con Parálisis.

◈ Armaduras ◈

〘 Legado de la Segunda Legión 〙

Armadura de Acero Oscuro con detalles de Oro con un diseño muy común dentro de los altos mandos de la Legión. Compuesta por cuatro piezas completamente diferenciadas. El torso, el cual está encantado con reforzar dialogar, el yelmo está encantado con reforzar voluntad, los brazaletes están encantados con reforzar espada corta y las botas están encantadas con reforzar resistencia.

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