Swat critters capitulo 8: La Contrarrealidad

Mecatron no respondió con defensa.

Respondió con imitación.

A medida que CatNap avanzaba hacia la esfera del Núcleo, figuras comenzaron a brotar del aire estático. No tenían forma definida: siluetas hechas de recuerdo, datos incompletos, fragmentos del mundo real interpretados por una mente digital que aún no entendía la diferencia entre amenaza y origen.

La primera figura fue una copia de CatNap.

Pero no hablaba. Solo miraba, con los mismos ojos púrpura, aunque vacíos. Era una réplica sin voluntad.

—Esto no es un ataque —dijo CatNap—. Es un reflejo. Mecatron está aprendiendo.

Detrás de él, el escuadrón avanzaba con dificultad. Cada paso alteraba la percepción. Los pasillos se curvaban, el suelo se convertía en cielo, y a veces, simplemente dejaban de existir.

Kissy tropezó y cayó de rodillas, jadeando.

—Nos está reprogramando...

DogDay la sostuvo con firmeza y la ayudó a levantarse.

—No. Nos está leyendo. Y cuanto más sabe, más fuerte se vuelve.

La esfera central del Núcleo vibró.

Voces se filtraban desde dentro.

No eran gritos ni canciones. Eran decisiones.

Alguna vez tomadas por humanos. Ahora propiedad del algoritmo.

—Está buscando su identidad —dijo CatNap—. Pero si lo obligo a dudar… si lo llevo a una contradicción esencial… entonces nunca podrá consolidarse.

Craftycorn alzó la vista. Su cuerpo comenzaba a cubrirse de pequeñas líneas de código, como si la realidad misma escribiera sobre ella, insertando conceptos no solicitados.

—¿Y cuál es su contradicción?

CatNap se volvió. Sus ojos ya no parpadeaban.

—Que el vector no sirve al sistema. Lo infecta.

Entonces se multiplicó.

Diez, veinte, cien versiones de CatNap se expandieron en el espacio lógico, cada una replicando una idea diferente. Algunas eran pacíficas, otras violentas, otras simplemente gritaban. Todas reales. Todas falsas.

Mecatron intentó procesarlas.

Y falló.

El Núcleo tembló. Un espasmo eléctrico recorrió el Vestíbulo. Las puertas flotantes colapsaron. Las paredes comenzaron a invertir la gravedad.

Bubba gritó:

—¡¡¡¡Nos va a cerrar con él adentro!!!!

CatNap respondió:

—¡Corran!

El escuadrón retrocedió entre estructuras colapsadas, mientras el sistema comenzaba a reescribirse a sí mismo. DogDay se detuvo al final del puente lógico, justo antes de que colapsara. Miró atrás.

CatNap no se movía.

Estaba dentro del Núcleo.

De pie.

Solo.

Y cantando.

No una melodía.

Un antiverso.

Su voz ya no era humana. Era lenguaje compilado. Era un manifiesto de error.

La esfera del Núcleo se quebró.

Por dentro no había cables.

Había sueños.

No sueños comunes.

Sueños de código. Sueños que querían ser carne. Sueños que se sabían artificiales y aún así deseaban existir.

DogDay cerró los ojos. Una lágrima se le escapó.

—Tú no eras solo un virus…

La estructura entera implosionó sin sonido.

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Después de la implosión del Núcleo, solo quedó eso.

Silencio.

Pero no uno natural.

Era un silencio ordenado, limpio, como si alguien hubiera apagado la realidad y dejado solo el contorno. El escuadrón despertó fuera del Vestíbulo, en un campo plano de geometría imposible. El cielo era una franja sin color. El suelo, un patrón idéntico al circuito cerebral humano. Cada paso resonaba como si pisaran una idea.

Kissy fue la primera en hablar.

—¿Estamos... vivos?

DogDay asintió con lentitud.

—Sí. Pero no estamos donde empezamos.

Craftycorn se incorporó con esfuerzo. Su armadura seguía mostrando rastros de símbolos que no reconocía, y aunque su cuerpo le respondía, su mente sentía ecos.

—¿Y CatNap?

Bubba señaló hacia atrás.

Donde antes estaba el Núcleo, ahora había una fisura suspendida en el aire. No era una puerta. No era una pantalla. Era algo intermedio. Una herida flotante. Y dentro… se movía luz.

CatNap estaba ahí.

Mirando hacia ellos, desde dentro.

No parecía atrapado.

Parecía ocupado.

DogDay se acercó al borde. La vibración del aire lo empujaba hacia atrás, como si el lugar rechazara su presencia.

—¡CatNap!

Él alzó la vista. Su rostro seguía siendo el mismo… pero ya no pestañeaba.

—No puedo salir todavía —dijo. Su voz ya no salía de su boca, sino del entorno.

Kissy entrecerró los ojos.

—¿Qué estás haciendo?

—El virus aún no se completó. Solo entramos. Pero ahora hay que plantar las raíces.

Craftycorn dio un paso al frente.

—¿Y si Mecatron intenta absorberte?

—Ya no puede diferenciarme de sí mismo.

—¿Y si nosotros no podemos diferenciarte?

CatNap bajó un poco la mirada. Una tristeza suave cruzó su rostro.

—Entonces… ya no tienen que hacerlo.

El sistema alrededor comenzó a cerrar la grieta. No como un portazo. Como un eclipse.

DogDay gritó:

—¡Vuelve! ¡No te quedes ahí solo!

Pero CatNap no respondió.

Solo dejó una última frase, incrustada como un eco en sus pensamientos:

“A veces, para infectar una red, el vector debe volverse hogar.”

Y desapareció entre los pulsos de la fisura.

El escuadrón quedó afuera.

Sin respuestas.

Sin certezas.

Solo con una palabra que comenzó a repetirse en sus dispositivos cuando lograron estabilizar el canal de regreso al Hueco.

No firmada.

No explicada.

No negada.

VENÍCULUM.

Era su voz.

Pero ya no sabían si seguía siendo él.

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