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![𝐃𝐎𝐂𝐓𝐎𝐑 𝐒𝐓𝐑𝐀𝐍𝐆𝐄: 𝐀𝐋𝐋 𝐒𝐈𝐍𝐍𝐄𝐑𝐒 | Capitulo 9, parte 1-[C]<a href='/c/Marvelesa/tag/MundoComic/'>#MundoComic</a>
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[C]𝐄𝐘𝐄 𝐎𝐍 𝐘𝐎𝐔, 𝐀𝐓𝐋𝐀𝐒](https://image.staticox.com/?url=http%3A%2F%2Fpm1.aminoapps.vertvonline.info%2F9408%2F45798e6eb13b1d09854e899183201f9740b5c429r1-2048-2048_hq.jpg)
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[C]𝐄𝐘𝐄 𝐎𝐍 𝐘𝐎𝐔, 𝐀𝐓𝐋𝐀𝐒](https://image.staticox.com/?url=http%3A%2F%2Fpm1.aminoapps.vertvonline.info%2F9408%2F13344fd6ae854484fd89d9af670febd8bbbf202ar1-2048-939_hq.jpg)
𝐄𝐘𝐄 𝐎𝐍 𝐘𝐎𝐔, 𝐀𝐓𝐋𝐀𝐒 𝐒𝐇𝐑𝐔𝐆𝐆𝐄𝐃 𝐀𝐑𝐂:
𝙵𝙾𝚁𝚃𝚁𝙴𝚂𝚂 pt1
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La ciudad que nunca duerme, por primera vez en siglos, lo hacía. Pero no descansaba. No soñaba. Se retorcía. Las luces se habían apagado hacía horas, o quizás días. El tiempo había perdido su sentido bajo la densa niebla verde que flotaba sobre los rascacielos, reptaba por las calles, y se adhería a las ventanas como moho cósmico. La bruma no era natural, ni meteorológica. Era una manifestación viva de algo que no pertenecía al mundo. Y en medio de ese paisaje desfigurado, entre los restos de Times Square y el eco de los neones muertos, caminaba él. Alto, elegante, flotando a apenas un centímetro del suelo, con el porte de un emperador y la sonrisa de un verdugo. Su sombra no tenía forma definida, pero sí presencia. La niebla se apartaba a su paso como un perro sumiso. Los edificios temblaban con cada pensamiento que cruzaba su mente. Cada paso suyo era una grieta más en la cordura del mundo. Observó el horizonte como quien contempla una obra de arte.
—Qué hermoso se ha vuelto este lugar...—Su voz no resonaba en el aire, sino en las conciencias dormidas de quienes aún vivían. Era un susurro en la mente, un crujido entre los huesos. La voz de un dios que no exige adoración, sino entrega.
—Mira lo que han hecho los hombres en su arrogancia. Civilización. Orden. Luz. Se convencieron de que el día siempre volvería, de que la vigilia los hacía fuertes. Pero la noche… ah, la noche nunca dejó de pertenecerme.
Se detuvo frente a una iglesia. El campanario se había torcido. Las cruces, negras por la corrosión, goteaban sombras líquidas. En los vitrales no quedaban santos. Solo fragmentos de ojos abiertos, manos mutiladas, y rostros que gritaban eternamente. Se acarició la barbilla con una elegancia cruel.
—Las pesadillas son sinceras. No visten máscaras. No pretenden enseñarte. Solo se muestran, se arrastran por tu mente como ratas por un osario. Son la verdad debajo del barniz. —Y yo… soy el barniz resquebrajado. El miedo vuelto verbo. El hambre del alma.
Caminó. Bajo sus pies, los sueños rotos de los durmientes lloraban. Hombres de negocios soñaban con ser devorados por sus propias oficinas. Madres soñaban con no reconocer a sus hijos. Policías soñaban que sus armas se disolvían en las manos. Santos soñaban con pecar. Pecadores soñaban con el juicio final. Todos soñaban. Todos temían. Y él se alimentaba.
—Cada ser vivo que duerme, me nutre. Su ansiedad es mi desayuno. Su trauma, mi copa de vino. El miedo puro, el miedo honesto, el miedo que no necesita monstruos para existir... ese es el banquete de reyes.
Pasó junto a un hospital. Adentro, un hombre gritaba con los ojos cerrados. Pesadillas inducidas. Terapias fracasadas. El personal había abandonado el edificio al no poder distinguir entre los sueños de los pacientes y los suyos. El hospital se había convertido en una catedral de insomnes temblorosos.
El visitante esbozó una sonrisa más amplia.—Esto… esto es arte. La Tierra se está plegando suavemente a mi diseño. Ya no se distingue el reino del sueño del mundo real. Todo se mezcla. La vigilia se tuerce. Los relojes fallan. Las brújulas giran. El aire duele.
Elevó la vista hacia el cielo, donde la luna parecía temblar, como si supiera que había dejado de ser un símbolo romántico. Ahora era un ojo que no parpadeaba.
—No hay héroe, no hay santo, no hay pecador, no hay soñador que pueda detener lo inevitable. Ya no hay batallas. Solo rendiciones. Yo no conquisto: me reclaman.
Se detuvo en medio de un cruce vacío. La niebla verde giraba lentamente a su alrededor, como una danza de brujas etéreas.
—Y mientras él se arrastra en la oscuridad, tratando de detener a Shuma-Gorath … Yo ya he ganado.
La niebla se condensó, susurrando nombres olvidados. Un canto de voces sin garganta, una letanía de miedos acumulados desde la primera pesadilla del primer ser consciente. Y entre todos esos lamentos, él sonrió.
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[C]𝐄𝐘𝐄 𝐎𝐍 𝐘𝐎𝐔, 𝐀𝐓𝐋𝐀𝐒](https://image.staticox.com/?url=http%3A%2F%2Fpm1.aminoapps.vertvonline.info%2F9408%2Fc8996c3277b1dbc22f4e73acccd923f1678b1b0cr1-638-849_hq.jpg)
•••
Las rocas crujían sobre sus hombros. La presión de la montaña no era sólo física: era existencial. Era el peso del tiempo, del destino, de la esperanza quebrada de un mundo que no podía permitirse perderlo. Stephen Strange estaba de rodillas, con los brazos abiertos, atrapado entre la geología del planeta y la voluntad de un dios. Su cuerpo sangraba por fracturas invisibles. La clavícula , ya rota desde el hechizo anterior palpitaba como un corazón externo, expuesta bajo la túnica rasgada. Sus manos temblaban. Sus pensamientos eran lentos, gruesos, como si su mente misma estuviera siendo empujada hacia el núcleo fundido del mundo. Y sin embargo… no gritaba. No lloraba. No imploraba. Sostenía.
El sudor se mezclaba con la tierra. Sus párpados pesaban. La magia apenas chispeaba en sus dedos. Pero allí, en esa caverna arcaica y abrasadora, donde nadie podía verlo, Stephen Strange seguía luchando. Seguía existiendo.
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[C]𝐄𝐘𝐄 𝐎𝐍 𝐘𝐎𝐔, 𝐀𝐓𝐋𝐀𝐒](https://image.staticox.com/?url=http%3A%2F%2Fpm1.aminoapps.vertvonline.info%2F9408%2Fce891108dfe219e9780e8e022e0b7975bf27d01ar1-1363-1080_hq.jpg)
Porque entendía algo que Shuma-Gorath no podía comprender: que hay poder en persistir. Que resistir no siempre es un acto de fuerza, sino de fe. Fe no en los dioses, ni en los libros, ni en los sortilegios… sino en el arte de no ceder. Y entonces, casi en susurro, se permitió hablarle a la nada. A la montaña. A sí mismo.
—Este no es el final… Ni siquiera el principio del final.— Sus labios estaban resecos. La sangre le sabía a metal. Pero su voz era clara. Firme. —Todo lo que he visto es todo lo que sé. Y todo lo que sé… es que aún no puedo rendirme.
Por encima de él, la monstruosa silueta de Shuma-Gorath se alzaba como una pesadilla de tentáculos y fuego psíquico. El titán cósmico observaba al diminuto hechicero… y lo ignoraba. Para él, Strange había dejado de ser un obstáculo. Ahora era una piedra agrietada, una nota al pie. Nada más que un insecto aplastado bajo una montaña que él mismo había empujado. Y así, con la arrogancia del eterno, Shuma-Gorath giró su único ojo. Se alejó. Comenzó a reptar hacia la brecha en la roca, hacia el resplandor lejano que anunciaba la superficie. Su reino. Su trono. Su regreso. El mundo aún no había sido reclamado. Pero el monstruo estaba en camino. Strange no lo miró. No podía. Apenas podía respirar. Pero sintió el cambio en la presión mágica. El ojo se había apartado de él... Y aunque su cuerpo seguía inmóvil, algo dentro de él se alzó. Un suspiro. Una grieta de pensamiento. Un instante de claridad.
Tiempo.
No mucho.
Pero suficiente.
Su mente, golpeada y cansada, se encendió como una vela moribunda que se niega a apagarse. No tenía fuerza para lanzar otro hechizo. No aún. Pero podía pensar. Planear. Y sin que el horror lo notara… Stephen Strange había comprado unos segundos de eternidad.
El aire era denso. Viscoso. Lleno de vapores sulfurosos y resonancias antiguas. El corazón del mundo palpitaba con un ritmo geológico, lento y eterno. Allí, en la penumbra de ese útero tectónico, Shuma-Gorath avanzaba. Ya no había enemigo. Ya no había distracción. El hechicero había sido doblegado, triturado bajo la montaña, hundido como un pensamiento desechado. Un simple gesto de poder bastó. No fue necesario matar al Doctor Strange. Bastaba con olvidarlo. Dejarlo morir solo. El titán cósmico reptaba con propósito, cada tentáculo golpeando la piedra como un latido marcial. Su ojo, el sol psíquico que lo dominaba todo, ardía de satisfacción. Un dios no teme a los rezos de un mortal. Un amo no recuerda a los esclavos que han dejado de servir.
Shuma-Gorath era el caos primigenio. Señor del abismo. Soberano del antes. Futuro emperador de la Tierra. Todo le pertenecía: las rocas, los cielos, los mares, la sangre dormida de los hombres y los susurros de sus mentes. Pronto, se alzaría sobre el mundo, no como un conquistador, sino como un antiguo que regresa a reclamar lo que nunca debió perder. Las civilizaciones serían polvo bajo sus apéndices. Los idiomas, un eco innecesario. La voluntad, un mito extinguido. Nadie podría resistirse. Ni héroes. Ni magos. Ni dioses. Y entonces... ocurrió...
Algo. Un cambio... Minúsculo, pero real. Una vibración imperceptible. Un roce en el tejido del caos. El ambiente... Cambió... El aire no era igual. La piedra murmuraba. La magia… palpitaba. Un escalofrío que no pertenecía al mundo físico recorrió el ojo de Shuma-Gorath. El titán se detuvo. Por primera vez desde que descendió al corazón del planeta, volteó. No por instinto. No por miedo. Simplemente… porque algo se había movido en la realidad. Algo insignificante... Pero no muerto. Shuma-Gorath no comprendía la duda. Era extraño. Irritante. Como una mota de polvo que flota donde no debería. Como una piedra que se niega a ser erosionada por el tiempo. El ojo parpadeó porque algo estaba mal... Y entonces, por primera vez en mil millones de años... Shuma-Gorath dudó.
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[C]𝐄𝐘𝐄 𝐎𝐍 𝐘𝐎𝐔, 𝐀𝐓𝐋𝐀𝐒](https://image.staticox.com/?url=http%3A%2F%2Fpm1.aminoapps.vertvonline.info%2F9408%2Fbce5075d409897d4e4c9a2f21101767626198c1fr1-1922-1080_hq.jpg)
Allí, donde creyó haber dejado a un insecto moribundo… hay movimiento. Doctor Strange no se ha rendido. Sigue allí, con las rodillas clavadas en la roca fundida, con los brazos extendidos como pilares arruinados, y la montaña aún sobre sus hombros, como una sentencia viva. El sudor le cubre los párpados, la sangre le brota entre los dedos, la magia se retuerce a su alrededor como una vela que se consume. Pero ahora hay algo nuevo en él: una decisión terrible. cada uno de sus latidos resuena como un tambor funerario. Pero sus manos están en posición. Sus labios murmuran.
Está haciendo algo...
El conjuro no tiene nombre. Es improvisación arcana, hechicería al límite, más cercana a un acto de desesperación que a la maestría. Pero el Doctor Stephen Strange lo hace de todos modos. Convierte su dolor en flujo, su sufrimiento en catalizador. El dolor no es un obstáculo. Es combustible.
— Agonia fluit… Dolor est vis… Fiat transitus… —susurra, mientras las venas de sus brazos laten como serpientes enfurecidas bajo la piel.
El suelo tiembla. Un zumbido recorre la corteza terrestre. El peso titánico que lo aplastaba comienza a moverse, no a desaparecer, sino a redistribuirse como un latido profundo del planeta. Las capas subterráneas resuenan con un murmullo mineral, como si la Tierra misma compartiera el peso. Es feo. Es crudo. No hay gloria en lo que hace. Solo dolor… y eficacia. Strange se libera, no con elegancia, sino con una terquedad existencial. Se pone de pie, los labios ensangrentados, el hombro desacomodado, la mirada fija. Está destruido por dentro, pero aún tiene magia.
— Yo no necesitaba cargar con el mundo... —dice entre dientes, con la voz hecha cenizas mientras sacude sus ropas— ...pero lo hice igual. Porque alguien tenía que hacerlo. Porque es mi maldito deber.
Avanza un paso. Otro. Su sombra, pequeña y rota, se proyecta temblorosa contra las paredes de roca incandescente.
— Y aún no he escuchado la campana.
Extiende su brazo, y un aura tenue, púrpura y dorada, lo envuelve. Shuma-Gorath lo observa en silencio, su forma inamovible apenas agitada por la sorpresa. Por primera vez, una chispa de respeto, de curiosidad... y sí, quizá una duda primigenia… se enciende en el interior del ojo eterno.
Strange sonríe con los labios partidos.— Ahora lo entiendo... Es necesario desgarrar los músculos para que crezcan… ¿Por qué sería diferente con mi espíritu?
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[C]𝐄𝐘𝐄 𝐎𝐍 𝐘𝐎𝐔, 𝐀𝐓𝐋𝐀𝐒](https://image.staticox.com/?url=http%3A%2F%2Fpm1.aminoapps.vertvonline.info%2F9408%2F47267ab8e14dcc440d9ea1c0e89eef9481c173a6r1-982-552_hq.jpg)
Y por segunda vez, Shuma-Gorath duda.
No retrocede. No teme como temen los hombres. Pero algo cambia en su centro informe: un ápice de reconocimiento. Una posibilidad antes inexistente. Doctor Strange no es una amenaza física. Pero es otra cosa. Una grieta en el orden de las cosas. Una anomalía que no se rompe, aunque debería. Aunque tendría que haberse roto. El señor del caos gira lentamente su ojo, procesando, como si una pregunta se hubiera colado en su conciencia cósmica... ¿Y si este pequeño insecto sí pudiera matarlo?
Strange camina. Sus botas, desgastadas, sucias de polvo volcánico y ceniza arcana, aplastan el suelo como si cada paso costara una eternidad. Su silueta está demacrada. Sus manos tiemblan, su rostro se contrae en un gesto de agotamiento y resolución, sus ropas rasgadas ondean con una dignidad que aún no ha sido derrotada. Frente a él, el ojo ciclópeo de Shuma-Gorath lo observa con una mezcla imposible de sensaciones: desconcierto, paciencia rota… y por primera vez, una punzada de incertidumbre. Nadie se mueve. Y entonces como si el mundo se atreviera a respirar otra vez el suelo en el centro de la Tierra, ese terreno sin sol y sin estaciones, comienza a mutar. Entre la roca, entre la mugre, entre las grietas de fuego y tiempo… florece una rosa.
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[C]𝐄𝐘𝐄 𝐎𝐍 𝐘𝐎𝐔, 𝐀𝐓𝐋𝐀𝐒](https://image.staticox.com/?url=http%3A%2F%2Fpm1.aminoapps.vertvonline.info%2F9408%2F5c5eacb335ae2b6107b51ac571e0c4f6ebb9ac71r1-970-970_hq.jpg)
No una rosa cualquiera. Sus pétalos no huelen a esperanza, ni a amor, ni a salvación. Son oscuros, brillantes, como si hubieran sido regados con sangre de titanes. El tallo se alarga, se vuelve grueso, se curva con un propósito que va más allá de lo vegetal. Strange se detiene. Su cuerpo, molido por la paliza, apenas puede seguir en pie, pero sus ojos… sus ojos aún arden. La rosa sigue creciendo. Y entonces, lo comprende. No es una alucinación. No es una burla. Es la voluntad del mundo respondiendo a su sacrificio. Una voz que no es voz, quizás suya, quizás de la montaña misma, retumba en su mente: "No porque puedas usarla… sino porque ya pagaste el precio para hacerlo." Strange alarga una mano. Sus dedos rozan los pétalos, duros como acero celestial. El tallo se transforma. El mango de una hacha. Firme, frío. El metal es antiguo, imposible de datar, como si hubiese sido forjado por las leyes antes de que existieran los dioses.
—La Hacha de Angarruumus… —murmura con un tono reverencial.
La había visto en textos, mencionada en los márgenes de los libros más esotéricos del Sanctum Sanctorum. Nunca pensó que era real. Nunca pensó que estaba hecha para él. Y sin embargo… allí estaba. Shuma-Gorath lo observa. Él, el Señor del Caos, la criatura anterior a toda historia, no comprende. No entiende por qué el centro del mundo responde a un humano. Por qué la materia misma ha decidido premiar al Atlas caído. ¿Qué sentido tiene? ¿Qué ley antigua lo permite? La criatura da un paso hacia atrás. Un gesto casi imperceptible. Strange empuña el arma. La hoja brilla como si supiera lo que está por venir. Ahora está el otro lado del péndulo. La otra cara de la moneda... El hechicero herido. El defensor del mundo. El hombre que cargó la Tierra sobre sus hombros sin pedir permiso, sin esperar ayuda. Y en sus manos… el juicio de una era olvidada. El campo de batalla tiembla. El duelo final ha comenzado.
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[C]𝐄𝐘𝐄 𝐎𝐍 𝐘𝐎𝐔, 𝐀𝐓𝐋𝐀𝐒](https://image.staticox.com/?url=http%3A%2F%2Fpm1.aminoapps.vertvonline.info%2F9408%2F303dd58027007cfffc74901e620f86b2ce192587r1-1636-1080_hq.jpg)
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