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Miel amarga (mini historia)

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Es un día ardiente. El pavimento parece una plancha de cocina, de la cual emergen vapores que pueden sentirse en los poros del rostro. El sudor se convierte en gotas de aceite hirviendo, ungiendo como rey a la desesperación de la gente. Un puñito de sombra se vuelve más valioso que un kilo de oro. Los autos sobrecalentados pasan dejando pedazos de llanta derretida en la carretera, y la onda de aire que dejan a su paso se vuelve tan ardiente como la onda expansiva de una bomba nuclear, una chíchara que ameniza el sofocante paisaje, el sol naranja rebotando el el suelo humeante , un pasto seco quebradizo moviéndose con el aire caliente que se mueve por los campos cercanos por la expansión de su temperatura, un olor a cancer de piel que se desplaza por el ambiente como aromatizante de baño.

Entre extremidades pegajosas y húmedas se encuentra un hombre con pantalones cortos que se amacan por la inercia, una camiseta blanca pesada por la absorción del sudor, mismo sudor que la tiñe de un color gris, entra en el calor acumulado de 4 paredes abierta al público pidiendo una bebida fría al tendedero.

—¡Qué frío, ¿verdad?! —menciona el sujeto con una mirada de picardía, esperando la respuesta a su sarcástica pregunta como un serrucho que rompe los hielos en las conversaciones.

—¡Me dará hipotermia! —responde el tendedero con un tono amable.

—¿Sí, verdad?

—Sí —le contesta el tendedero—, por eso cómprese una bebida para entrar en calor.

—¡Brujo! —le contesta el hombre de la camiseta pesada, mientras recuesta sus sofocados brazos en el mostrador, mientras el tendedero va hacia la exhausta refrigeradora a sacar la tan ansiada medicina para el frío.

El hombre puede ver, entre el sudor que se alberga en sus pestañas, hacia la parada de autobús. Su atención queda clavada en esa estación despintada por la radiación del sol por tantos años, decorada con unos dibujos torcidos en spray, una banca incómoda donde se vuelve imposible sentarse por el calor que la vuelve una orilla de estufa ,al ver a una señora mayor, con un delantal, suéter de tela color Lila y un pañuelo de cuadritos cubriéndola del sol. Puede ver cómo las gotas de sudor se derraman utilizando las arrugas de sabiduría como toboganes de parque acuatico. Percibe una mirada esperanzada entre lo rojo de su piel, mientras ella emite un suspiro de emoción.

De pronto, la viejecita saca un pañuelo que ya no podía absorber más líquido y lo pasa por su sudorosa frente, roja como una cachetada. La viejecita levanta su brazo, y del lado interno puede verse un viejo reloj diminuto que le anuncia las 12 del mediodía, misma hora en la que ella sonríe esperanzada pues el bus estaba por pasar.

Tan distraído quedó el hombre de la camiseta pesada que no se dio cuenta que su bebida dejaba de sudar de frío para sudar de calor.

El tendedero le dice amablemente:

—¡Aguas, que su bebida se le enfría!

Reaccionando, el hombre la toma con su mano y siente cómo el frío de la bebida enfría sus huellas dactilares. Da un sorbo profundo mientras siente cómo el gas de la bebida va resbalando por su esófago, enfriando el pecho y el estómago. Luego pregunta al tendedero:

—¿Quién es la doñita amante del calor?

El tendedero la observa y le dice:

—Ella es doña Consuelo.

—¿Y por qué está bajo el sol en la parada, si a unos pasos hay un árbol tan grande como su paciencia?

—Es que ella está esperando —le dice el tendedero.

Justo en ese momento pasa un bus y se detiene, era un bus viejo, podía verse el oxido en el marco de cada ventana, el calor podía verse visualmente saliendo del motor en forma de humo transparente, las llantas apachadas por el peso y el calor, los vidrios opacos por tantos años de usos, un vidrio medio quebrado, podía sentirse el olor a clutch y a freno que no ha sido cambiado en años, y el humo Negro que raspaba los pulmones provocando una tos instantánea como si fuera tos de cigarro. Doña Consuelo levanta los brazos por la emoción, coge una canasta y se sube, mientras la gente sudorosa y olorosa se baja, ella zigzaguea entre la alborotada gente mientras estira el pescuezo en busca de algo, cuando llega al final del bus vacío su mirada cambia a una de tristeza y sus ojos comienzan a brillar por las lagrimas retenidas, ella le dice unas palabras al chofer y se baja con una sonrisa fingida, y a los pocos segundos baja poniendo la pierna derecha tambaleante en el suelo y queda una marca de sudor con la forma de su mano en la hirviente barandilla.

—¿Acaso no la dejan subir por su edad? —pregunta el hombre con indignación—. ¡Qué desgraciados! —exclama, tomando una postura ofensiva, dispuesto a ir a alegar con el chofer.

En ese justo momento, siente un calor extra en el pecho, que se trataba de la mano del tendedero detiendole.

—Alto... ella no espera el bus para ir a algún lado —dice con algo de susto.

—¿Entonces por qué espera el bus? —pregunta el hombre de la camiseta pesada tomando una postura de duda e intriga .

Después de un suspiro compasivo, el tendedero contesta de manera muy amable:

—Hace 25 años su hijo se enlistó en la guerra, con la promesa de darle honor a su familia y s su patria, su cabeza fue lavada con la idea de reconocimiento y gloria, sin saber que estaba llendo al lugar sin retorno, empacó un par de prendas, se despidió con un abrazo y un beso y se fue feliz con la promeesa volver en un estado de gloria, mucho tiempo pasó entre el miedo y las balas silbantes que pasaban a los costados, el hijo fue en busca de honor sin saber que estaba llendo directo al matadero. Justo cuando terminaba la guerra fue herido por un disparo certero de un rifle el cuál dió justo en el brazo haciendo que este explotara arrojando sangre y pedazos de carne a los costados, al mismo tiempo una bomba reventó cerca de su posición, la explosión fue tan dura que su rostro quedó desfigurado, perdió el ojo derecho y quedó sordo del lado derecho , sus hermanos de guerra arrastrandolo apenas dentro del bunquer pudieron rescatar lo que quedaba de su compañero de trichera, cuando despertó recibió una noticia buena entre tanta muerte, por la gravedad de su herida quedó incapacitado para la batalla por no poder sostener un arma, pues perdió el brazo y ente el caos de la guerra no pudo ser recuperado, por lo que los altos mandos decidieron darle de baja de la guerra por su estado. En ese entonces, emocionado, escribió una carta con la misma docis de preocupación y de emoción donde le decía a su madre que pronto la vería aunque, lo más probable era que ella ya no lo reconociera de vista, por lo que él le hizo a promesa que el día que regresara para que su madre no batallar buscándolo el se quedaría hasta atrás del bus y la saludarís con un gran abrazo donde ella por su cariño lo reconocería.

Justo cuando el convoy que traía a los heridos cruzaba por la frontera, fueron emboscados y brutalmente asesinados, sin chances de poder defenderse, el cuerpo del hijo de doña consuelo nunca fue encontrado y quedó en estado de perdido indefinidamente.

—¿Puedes ver la canasta que ella tiene? —pregunta el tendedero.

—Sí —contesta el hombre de la camiseta pesada—, se ve pesada.

El tendedero, algo triste, le contesta:

—Desde hace 25 años, ella se levanta a las 5 de la mañana a cocinar panes dulces, miel y café, esperando el día en que su hijo regrese. Siempre lo espera con su comida favorita , porque él regresará hambriento, y cuando era niño ella siempre consolaba a su hijo cuando el lloraba con esas delicias—le dice el tendedero.

-pero, ¿era su unico hijo? pregunta consternado el hombre de la camiseta pesada

no responde el tendedero ella tuvo otro hijo más pequeño que era su adoración responde el tendedero mientras arranca el polvo de la vitrina de vidrio con un paño mojado.

-¿y que pasó con el? pregunta el hombre de la camiseta pesada

cuando cumplió 16 años recibió una moto como regalo de su tío, bajo la promesa de utilizarla para alcanzar a llegar a tiempo a la escuela, como era joven e imprudente el manejaba demasiado rapido, tan rapido que los frenos no pudieron detener la inercia antes de quedar incrustado en la parte delantera de un bus unos días antes de que el convoy fuera emboscado, responde el tendedero con una mirada de tragedia.

El hombre de la camiseta pesada le da el último trago a su bebida, suspira lleno de melancolía, saca de su apretada bolsa un billete amarillo, lo estira y le desdobla una esquina, paga, agradece por la bebida y se despide deseandole una bendición al tendedero … y se va, arrastrando su alma por el piso la cual se queda pegada como gaucho derretido estirandose como queso y quedando fragmentada junto con su corazon.

Miel amarga (mini historia)-Es un día ardiente. El pavimento parece una plancha de cocina, de la cual emergen vapores que pue
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Una historia trágica.

Me gustó mucho la narrativa y las descripciones fueron muy detalladas. La estructura de tu escrito es agradable, invita al lector a seguir leyendo.

Hay algunas faltas de ortografía fácilmente evitables con una revisión aunque la historia mantiene su calidad. Algunas descripciones se repiten, en especial el hombre con la camisa mojada, puedes buscar sinónimos para no tener que repetir dichas descripciones.

Por todo lo demás, es un buen microrrelato que sin dudas te recomiendo guardar para en un futuro, ver que tan lejos has llegado.

8/10

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0 Reply 9 days ago

Responder a: Johnny Cristophe Girón Estrada

Para eso estamos, para apoyarnos unos a otros. Por favor, te invito a revisar mi historia en los blogs, también busco retroalimentación. Muchas gracias por compartir tu escrito, espero verte pronto.

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0 Reply 9 days ago
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