𝐌𝐢 𝐬𝐞𝐧𝐭𝐢𝐫ᵒᶠᶠ ᵗᵒᵖⁱᶜ

⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀

⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀

⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀

⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀

✞𝐀𝐃𝐕𝐄𝐑𝐓𝐄𝐍𝐂𝐈𝐀✞

Este es un fragmento un poco extenso de lo que llevo sintiendo las últimas semanas, espero que nadie se llegué a sentir idéntificado con esto, si es así, estamos juntos en esto, aún que la vida nos pone en caminos diferentes, al final tenemos un propósito No?

En el oscuro rincón de la vida, a veces nos encontramos enfrentando la desgarradora realidad de dejar atrás aquello que una vez nos hizo sonreír. Es como si, poco a poco, las cosas que solíamos disfrutar perdieran su brillo, y el entusiasmo se desvaneciera como el sol que se oculta al final del día.

Tirar la toalla, renunciar a lo que amábamos, puede sentirse como dejar caer un pesado lastre que nos hunde en la oscuridad de la desesperanza. El aislamiento se convierte en nuestro refugio, y la soledad se cierne como una sombra constante, recordándonos la ausencia de aquello que solíamos amar. El abandono de las redes sociales y la desconexión del bullicio digital nos sumergen en un silencio ensordecedor, donde los ecos de nuestras propias dudas resuenan con fuerza.

El aislamiento, una elección consciente o no, se convierte en un velo que cubre nuestro ser. Nos apartamos de las cosas que solían encender nuestra alma, como si el mundo exterior ya no pudiera tocar nuestro corazón entumecido. Dejamos atrás las risas que resonaban en nuestros días, las páginas de libros que explorábamos con avidez, y nos despojamos de la conexión virtual que, en un tiempo, nos unía al vasto mundo a través de las redes sociales.

Cuestionarnos repetidas veces sobre el futuro, explorar el laberinto de posibilidades sin encontrar una salida clara, se convierte en una tortura mental. Las preguntas sin respuesta se acumulan como nubes grises, oscureciendo cualquier rayo de esperanza que pudiera asomarse en el horizonte incierto.

En este estado de desánimo, la tentación de rendirse se vuelve casi irresistible. La almohada se convierte en confidente, el refugio en el que depositamos nuestros sueños rotos, y el sueño en sí mismo parece ser la única vía de escape. El letargo se convierte en un compañero fiel, envolviéndonos en su abrazo apacible, prometiendo alivio momentáneo a nuestras penas.

Pero, al final del día, cuando el sol se pone y la realidad se difumina, nos damos cuenta de que el mundo sigue girando. Aunque hayamos abandonado temporalmente el escenario de nuestras luchas internas, la vida continúa su curso implacable. Y entonces, en el silencio de la noche, nos asalta la pregunta: ¿realmente cambió algo?

Y así, en medio de la tristeza y la confusión, nos encontramos regresando al santuario de la cama, donde el sueño se convierte en el único escape temporal. Es en esos momentos de rendición silenciosa que nos damos cuenta de que, a pesar de nuestras luchas internas y nuestras preguntas sin respuesta, la vida continúa sin detenerse.

Así, en este ciclo interminable de cuestionamientos y pausas, aprendemos que el abandono no es el fin, sino más bien un descanso necesario. Y mientras regresamos a dormir con la incertidumbre en el corazón, también llevamos con nosotros la esperanza de que, al despertar, tal vez el nuevo día nos regale la fuerza para volver a intentarlo, para abrazar lo que amamos y seguir adelante en la danza incesante de la vida.

--ᴄʀᴇᴅɪᴛᴏs ᴄᴏʀʀᴇsᴘᴏɴᴅɪᴇɴᴛᴇs