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No me mires con esos Ojos | One-shot

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Ꭰ. لօղҽʂ 24 days ago
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No me mires con esos Ojos | One-shot-ㅤㅤㅤㅤ

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𝐄𝐬𝐭𝐨 𝐭𝐫𝐚𝐧𝐬𝐜𝐮𝐫𝐫𝐞 𝐚𝐧𝐭𝐞𝐬 𝐝𝐞 𝐪𝐮𝐞 𝐌𝐨𝐫𝐫𝐨

𝐀𝐛𝐚𝐧𝐝𝐨𝐧𝐚𝐫𝐚 𝐞𝐥 𝐌𝐨𝐧𝐚𝐬𝐭𝐞𝐫𝐢𝐨

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Las mañanas son, con diferencia, el momento más silencioso de todo el día en el monasterio.

Por la tarde siempre se escucha algo: el suelo que cruje bajo los pasos de alguien, los entrenamientos de los alumnos del maestro Wu, o simplemente los ruidos cotidianos de quienes habitan el lugar.

De noche, los grillos se adueñan del sonido.

¿Pero en la madrugada?

Sin pájaros cantando y con todos aún dormidos, el silencio es casi sepulcral. Quizá por eso el maestro Wu es tan insistente con su rutina.

Uno podría quedarse dormido todo el día sin notarlo; sin el sol, no hay forma de saber qué hora es.

Así que sí, las mañanas en el monasterio eran muy silenciosas.

Siendo "eran" la palabra clave.

Desde que llegó la cuñada de Wu de "visita" —o eso dijo ella—, la rutina se fue por el caño.

Aunque si le preguntas a Morro, traer tres mochilas (dos con sus cosas y una con las del bebé) no suena precisamente a una visita corta.

Wu, por supuesto, parecía encantado de reencontrarse con su sobrino.

Morro, en cambio, solo sentía curiosidad por saber si, después de cinco meses, al fin le dejarían cargar al mocoso.

La última vez se sintió profundamente ofendido cuando todos los adultos le dijeron que no, alegando que era "muy brusco".

¡Mentira!

Morro sabe ser delicado.

Y cuando Misako por fin dejó de ser tan dramática, y Wu le dio permiso, no quiso soltar a su pequeño primo ni un momento.

Además, Lloyd adoraba que lo cargara. Para consternación de su madre.

Morro siente que esta en una extraña relación con Misako, la mujer había sido muy amable cuando la conoció, cuando él apenas llevaba un año en el monasterio. Incluso le pidió que llevara los anillos el día de su boda.

Ese fue el día que empezó a sentirse parte de la familia.

Sin embargo, desde el nacimiento de Lloyd toda su actitud habia cambiado hacia el, ya no le daba ni regalos, ni conversaba con él o lo miraba con suavidad. En cambio, cada que sus miradas, Morro no necesitaba adivinar: podía sentir el desprecio.

O saborearlo.

Especialmente si se toma en cuenta la bofetada que le dio hace tres días, solo por querer sentar a Lloyd en una mecedora para mostrarle el nuevo movimiento que había aprendido.

¡Lloyd ni siquiera estuvo cerca de caerse!

Pero el golpe llegó igual... y Wu... Wu no dijo nada cuando Morro se lo contó.

Bueno, da igual.

Esta semana, su persona favorita sigue siendo la misma: ese pequeño que ha comenzado a sollozar en la habitación contigua. Aunque, si fuera por Morro, preferiría que no lo despertara tan temprano.

Con un gruñido, se levanta de su futón y se sienta, frotándose los ojos con fuerza.

Siente que está olvidando algo...

...

¡Por el Primer Maestro del Spinjitzu!

¡Es hoy! Hoy es cuando su destino quedará sellado.

Morro salió disparado de su habitación rumbo a la cocina, decidido a cumplir su primera misión autoimpuesta: evitar que su primo llorara en lo que debía ser el mejor día de su vida.

Si había algo que Morro había aprendido sobre Misako, era que a ella no le gustaba amamantar a Lloyd por las mañanas. Siempre dejaba preparado un biberón la noche anterior.

Con movimientos ágiles, Morro sacó el biberón de la nevera y lo colocó en una olla con agua. La puso en la estufa, recordando con precisión la explicación que Wu le había dado meses atrás sobre el baño maría. Desde la puerta, él también había espiado a Misako cuando le enseñaba a Wu cómo alimentar a Lloyd. Así que sentia que sabia lo necesario.

Un poco de baño maría, sin que el agua hierva, sacudir, verificar la temperatura y luego alimentar al pequeño glotón.

Ahora, tarareando una canción que había escuchado en la aldea Jamanakai, Morro entró suavemente a la habitación de Lloyd con el biberón en una mano, y con la otra deslizó la puerta.

—Oye llorón, ya no tienes que hacer rabieta, el ninja verde ha llegado a tu rescate.

El bebé soltó un sollozo más fuerte, así que Morro dejó el biberón sobre la mesita al lado de la mecedora y se acercó a la cuna. Con todo el cuidado que podía reunir, lo levantó en brazos y se sentó con él en la silla.

Acomodó a Lloyd con delicadeza y estiró el brazo para tomar el biberón. El bebé lo miraba con los ojos muy abiertos y llenos de lágrimas. Morro sonrió con ternura y empezó a alimentarlo.

Y con eso, el monasterio volvió al silencio. Solo se oía el suave sonido de succión.

¡Misión cumplida!

Sonrió con orgullo ante su éxito tan temprano en la mañana, tal vez demasiado temprano... y, ahora que lo pensaba, tenía sueño otra vez.

Consideró volver a su cuarto, pero justo cuando terminó de alimentar a Lloyd y logró sacarle los gases con palmaditas suaves, el pequeño se aferró a su cabello con fuerza.

—¿Así me pagas? ¡Te alimento y tú me tiras el pelo! ¡Malo!

Lloyd no soltó. Morro suspiró, resignado, y se recostó en la silla con el bebé todavía en brazos. Tal vez debería haber abierto la ventana, pensado en otra cosa... pero, al cabo de unos minutos, los párpados empezaron a pesarle.

No me mires con esos Ojos | One-shot-ㅤㅤㅤㅤ

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Y entonces-

—¡Morro! ¡Dios mío, eres un irresponsable!

Abrió los ojos de golpe. Por puro instinto apretó a Lloyd contra su pecho, como si eso lo protegiera. Pero cuando Misako llegó hasta él, tuvo que jalar al bebé con más fuerza para soltarlo de sus brazos.

Y Lloyd, por supuesto, empezó a llorar.

—¡Podría haberse caído y golpeado la cabeza! ¿En qué estabas pensando?

Morro la miro perplejo y apreto los puños, listo para responderle enojado, pero entonces vio la mirada severa de Wu en la puerta y se mordio la mejilla por dentro. Al menos hasta que Misako abandonó la habitación.

—¡Yo solo quería darle de comer! ¡No hice nada malo!

Wu lo observó en silencio antes de negar con la cabeza.

—Entiendo tus intenciones, pero te quedaste dormido con el bebé. Pudiste haberlo dejado caer.

—¡Pero no lo hice! Nunca lo habría dejado caer.

El comentario fue recibido con un suspiro pesado de su maestro.

—Ya basta, Morro. Ven a desayunar y luego colócate el uniforme. Haremos la ceremonia temprano.

El azabache bajó la cabeza. No quería que vieran sus ojos vidriosos. Sentía un nudo en la garganta. Estaba furioso, porque lo culpaban por algo que no había pasado. Porque él era responsable. Él no quería hacerle daño a Lloyd. ¡Ni siquiera se había movido!

—Sí, Sensei —murmuró entre dientes.

Y salio corriendo de la habitación, esquivando por poco a Wu para no empujarlo. Haría las cosas al revés.

Igual ya no tenía apetito.

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Morro estaba sentado en uno de los escalones del patio, mordisqueando una rebanada de pan con canela que le había sobrado del desayuno. No habría entrenamiento hoy, y Wu estaba ocupado acomodando las armas doradas. No tenía nada que hacer. Ni siquiera tenía ganas de entrenar por su cuenta. Así que no vio nada de malo en merendar algo, solo para distraerse de los nervios que le revolvían el estómago.

Fue entonces cuando vio a Misako salir de su habitación. Llevaba su pequeña bolsa de trabajo.

Ojalá se llevara todo. Todo lo suyo, todo lo que le pertenecía... menos a Lloyd. Él no queria que la mujer le pegara sus nuevas tendencias que parecían crecer en Misako como espinas.

La mujer se detuvo un momento. Giró la cabeza hacia Morro, y su expresión pareció suavizarse. Levantó la mano en un gesto de despedida.

Morro le sacó la lengua y apartó la mirada. No era odio. Solo... una forma de que no se notara que su garganta se cerraba un poco.

—¡Morro!

Pegó un salto. Por un momento pensó que Wu lo había descubierto siendo grosero. Se giró a toda prisa, pero al volver a escuchar el llamado, entendió que lo llamaban para la ceremonia.

Oh, por el Primer Maestro...

—¡Y-Ya voy!

Pese a su respuesta, tardó más de lo que esperaba. Cada paso hacia la habitación lo sentía más pesado. Como si el viento a su alrededor se volviera denso. No tenía nada que ver con su elemento. Eso ya lo había probado.

Su corazón golpeaba con fuerza dentro del pecho cuando se plantó frente a la puerta. Sus dedos temblaban al extenderse para alcanzarla.

Había entrenado tanto para esto. Era el mejor de entre todos los alumnos de Wu. Tenía que ser el ninja verde. Lo era. Pero... entonces, ¿por qué tenía miedo?

¿Y si no lo era?

El recuerdo de una noche particularmente fría, dormido en la calle, se cruzó en su mente.

Inhaló hondo. Lento. Dejó que el aire lo llenara por dentro. Una corriente suave le revolvió el cabello. Rió bajo.

No, no había nada que temer.

Agarra la puerta con firmesa y la desliza, una sonrisa llena de su seguridad y esperanzas se posa en su rostro mientras la habiración frente a él se revela. Wu esta frente a él, sosteniendo el uniforme que tantas veces le dijo que algun día usaría, y las 4 armas doradas descansaban en el suelo, esperando a brillar de verde cuando el ninja verde se presentara ante ellas.

Y hoy era ese día.

Morro hizo una reverencia, con respeto, tal como Sensei Wu se habia encargado de martillarle en la cabeza. Y caminó hasta el centro de las 4 armas, cerrando los ojos por mero reflejo por los nervios que trataba de disimular.

El silencio se hizo largo. Larguísimo. Apenas unos segundos, pero el aire se volvió espeso, irrespirable. Algo se revolvió en su estómago. Abrió los ojos.

Las armas no brillaban. Nada se movía.

Las armas doradas... no respondían.

De repente hacia mucho frió en la habitación. Como el de esa noche. Como el de aquella calle.

Los latidos de su corazón se aceleraron, respirar se volvió algo tan ajeno a él, que al tener que forzarlo, solo se oía mal. Abrió la boca para decir algo, pero nada salió ¿Que iba a decir?

¡¿Que iba a decir!? Ambos estaban viendo lo mismo.

Sus ojos, desesperados por una salida, se posaron en Wu. En esa mirada.

Una mirada que lo regresaba al día en que le dió comida por lástima, ¿Volverían a ser eso? ¿Cuidarlo por mera lastima? Morro solo quería ser lo que tanto queria Wu, se supone que hoy seria el orgullo de Wu.

No. No. No podía terminar así.

—¡Entrenaré más! —Fue lo que dijo, porque esto no podría ser el final— ¡Aprenderé más lecciones!

¡Cualquier cosa que necesite hacer! El destino no podia ser tan cruel.

No quería que Wu se apartara de él como lo había hecho Misako. No quería que esa promesa se rompiera.

Pero Wu... Wu bajó la mirada. Le dio la espalda.

—Lo siento —dijo con voz baja—. El destino ha hablado.

El dolor que se habia estado formando en su pecho de repente estalló, sentia que estaba en llamas. Su visión se nubló por tantas cosas que sentia. Ira. Dolor. Humillación. Miedo.

Si el destino decidió abandonarlo...

—¡Pues entonces me niego a escucharlo!

Retrocedió. La garganta le ardía. Vete de aquí, antes de que te mire con esos ojos. Agarró la puerta y la lanzó. No importaba el peso. Nada podía pesar más que esto.

—¡Yo soy el Ninja Verde! ¡Usted me hizo creerlo!

¿Todo era mentira, entonces? ¿Todo lo que Wu le había dicho?

Los ojos empezaron a picarle, la visión empezaba a volverse borrosa. Así que huyó. Huyó antes de que alguien pudiera verlo llorar.

Porque los niños fuertes no lloran. ¿Verdad?

Aunque Morro no era fuerte... Ni siquiera el destino lo quería. ¿Era porque solía llorar cuando tenía pesadillas?, o ¿Por qué a veces se aferraba a abrazar a Wu esperando que no fuera solo una ilusión de su mente?, o ¿Fue por no querer a Misako?

¿No era suficiente? ¿Cuándo sabría si era suficiente para alguien? Porque nunca cree que se pueda sentirse suficiente.

Tal vez si hubiera prestado más atención, en vez de ahogarse en su propio despreció habría notado la sombra que habia frente a portón del monasterio.

Pero Morro no lo noto hasta que estuvo lo suficientemente cerca como para cuando estas se abrieran de golpe, con violencia, él fuera lanzado por el impacto, por los aires.

El impacto contra las barandas de madera lo dejó sin aire. El dolor estalló por todo su cuerpo. Se hizo un ovillo en el suelo. Junto con un quejido de dolor.

—¡Wu! —oyó una voz familiar gritar desde la puerta, ahora hecha pedazos.

¿Cuánta fuerza se necesitaba para eso? A Morro le dolía particularmente la nariz.

—¡Sal, cobarde!

Escuchó unos pasos apresurados venir desde el pasillo. Cuando levantó un poco la cabeza, vio a Wu mirándolo con estupefacción, para luego dirigir una mirada llena de ira al intruso.

—¡¿Qué crees que estás haciendo, Garmadon?!

¿Garmadon? ¿Era el tío Garmadon?

Morro giró la cabeza hacia la entrada, y ahí lo vio: el castaño de ojos rojos, mucho más enojado que nunca.

Y entonces notó el líquido rojo goteando de sus manos. Lucía fresco. Lucía mal.

El mundo de Morro se congeló al recordar que Misako había salido hace apenas unos minutos.

El tío Garmadon no podía ser un asesino.

Gruñó al intentar incorporarse, alejándose de Garmadon como podía, pero las costillas le dolían. Le dolían mucho.

Unas manos cálidas lo sujetaron por los brazos, ayudándolo a levantarse y colocándolo detrás.

—S-sensei...

—Quédate atrás, Morro.

Morro obedeció, aunque tuvo que agarrarse del kimono de Wu, las piernas le temblaban y la cabeza le daba vueltas.

—Vaya, vaya... —dijo Garmadon con sorna— ¿Jugando nuevamente a que te importa la familia, hermanito?

El azabache inclinó la cabeza un poco a la izquierda para ver que hacía Garmadon, solo para que los ojos inyectados en sangre se posaran en él. Las piernas le fallaron cuando quiso retroceder. Cayó de espaldas, pero siguió arrastrándose hasta que la pared se lo impidió.

Estaba asustado. Sentía hielo en cada hueso de su cuerpo.

Wu le dirigió una mirada breve, cargada de preocupación, antes de volverse nuevamente hacia su hermano.

—Garmadon. Saca a Morro de esto.

El otro se rió, caminando con paso seguro, aunque el odio le desbordaba los poros.

—¿Igual que tú pensabas hacerlo? —respondió, desenfundando una katana— ¿Qué diferencia habría si muere en la calle o aquí, con su maestro traidor?

Morro sintió una punzada helada recorrerle la espalda. No, no podía haber escuchado bien... ¿verdad?

—¿Q-qué?

—Morro... Esto no es lo que... —balbuceó Wu, antes de endurecer el rostro. Entonces le dirigió una mirada firme— Morro, vete a tu habitación.

Pero Morro no se movió.

En cambio, Garmadon soltó una carcajada y cargó hacia adelante. Wu intentó bloquear el ataque con su bastón de bambú, pero fue lanzado por los aires, estrellándose contra una puerta y cayendo dentro de la habitación.

—¡Sensei!

Pese al dolor, Morro se incorporó como pudo, y con un movimiento de su brazo, una corriente de viento arremetió contra Garmadon, empujándolo de vuelta al centro del monasterio.

—Morro, vete de aquí —repitió Wu, saliendo de la habitación. Esta vez sostenía en sus manos la Espada de Fuego y los Shurikens de Hielo. El bastón había quedado atrás, inservible.

Morro no recordaba haberlo visto tan enojado. Pero eso no bastó para hacer que se moviera.

—¡No! —gritó— Primero dime si es verdad.

Wu no respondió. Ni siquiera lo miró. Solo avanzó, ocultándole el rostro.

—¡Sensei! —su voz se quebró, pero no le importó. Porque Wu se detuvo— ¿M-me ibas a dejar?

El silencio que siguió fue roto por un resoplido de Garmadon.

Y entonces, el viento dejó de soplar.

Morro sintió cómo su elemento se apagaba. Al igual que el tornado en su interior.

Sus ojos se abrieron de par en par, perplejos, cuando una terrible realización lo golpeó de lleno.

Con la mirada fija en la espada de fuego. La espada que no era la misma que la que estaba en la habitación anteriormente

—No... —la voz de Morro apenas fue más alta que un susurro.

La estática llenó su mente mientras sus ojos vacíos seguían los movimientos de la batalla entre hermanos que se desataba frente a él.

Era como si el mundo perdiera brillo y definición. Cada palabra que salía de la boca de Garmadon hacía que las piezas encajaran con una precisión aterradora.

—¡Nunca dejaste de perseguirla!

—¡... ¿Pensaste en mí cuando te acostaste con ella?!

—¡Tuvieron el descaró de presentarlo como mí hijo!

—... Solo querías ser Misako, Lloyd y tú ¿No es así?

Las lágrimas caían a raudales de los ojos de Morro, quería que todo se acabara, despertar con Misako y Wu regañándolo por dejar caer a Lloyd en la mañana.

No quería más nada que despertar de esta pesadilla.

Pero el destino era cruel, nunca lo quiso.

Morro ni siquiera se dio cuenta cuando Garmadon logró conseguir las otras dos armas doradas, no le habria importado en lo más minimó hasta que oyó el grito de dolor de Wu cuando una rayo le atraveso, obligandolo a dejar caer sus armas.

Morro no oyó nada... hasta que, de pronto, estaba entre los dos hermanos, invocando un vendaval, usando todo lo que le quedaba para alejar a Garmadon de Wu.

—Morro... aléjate. Vas a salir herido.

Negó obstinadamente la cabeza, ante lo que le exigía el hombre que lo había cuidado estos años.

—Morro, Garmadon tenía razón ¿Es eso lo querías oír? ¡Ahora vete!

Un sollozo se le escapó de la boca, y luego otro más... hasta que ya no era solo las lágrimas, él estaba llorando con todas sus fuerzas, pero sin apartar ni un segundo la mirada de Garmadon. Sin apartarse de sus ojos que solo le prometían dolor.

—N-no me voy a ir... Prefiero que me dejes a saber que estas muerto ¡No quiero que mueras!

Volteó a ver a Wu. Y por un segundo, las lágrimas también empezaron a deslizarse por su rostro.

—Sé que solo soy tu alumno... pero para mí eres m-mí familia. ¡Eres todo lo que me queda! N.no quiero perderte.

Los ojos frios que habia estado viendo durante estos últimos meses se e inundaron de una calidez que Morro añoraba más que nada.

Fue entonces que el suelo debajo de Morro tembló, haciendole perder el equilibrio y soltando el vendaval.

Se giró para encarar a Garmadon, listo para llamar al viento otra vez. Pero no fue demasiado lento.

La hoz de los Terremotos fue usada como un palo de golf para empujarlo con violencia. Su cuerpo voló por todo el monasterio hasta estrellarse dentro de la habitación de Lloyd.

Creyó escuchar el llanto del bebé, pero todo sonaba apagado, como si el mundo se moviera en cámara lenta. Su vista tardó en enfocarse. Y cuando lo hizo, la respiración se le cortó.

Wu yacía en el suelo. Garmadon se cernía sobre él. Estaba levantando la hoz por encima de su cabeza.

El cuerpo de Morro no le respondía. Apenas logró mover la mano derecha, intentando arrastrarse, invocar el viento... cualquier cosa.

No, no podía estar pasando.

Hoy debía ser el mejor día de su vida. Hoy Lloyd no iba a llorar. Misako no lo odiaría. Wu estaría orgulloso. Y Morro, al mirarse al espejo, se sentiría seguro.

No esto.

No estar tirado en el suelo, viendo cómo la hoz descendía sobre Wu.

Se inclina hacia adelante, rogándole a cualquiera que lo pueda oír.

Pero al rededor del monasterio todo es silencioso. Principalmente las mañanas.

No tienen vecinos madrugadores, pájaros que salgan volando advirtiendo del peligro, no tienen nada. Están solos

Ver el brillo de la hoz, dorado, poderoso y cruel, le apretó el pecho mientras imploraba.

Le implora al Primer Maestro Del Spinjitzu o a cualquier deidad.

Era mentira, No tiene nada que demostrarle al destino, sera un buen niño, sera un buen hijo.

Pero no hay nada que pueda detener el tiempo, nada detiene el descenso de la hoz.

Ni siquiera el grito desesperado que se le escapó de los labios mientras su visión se llenaba de manchas negras. Solo una palabra. La única que jamás se atrevió a decirle a su mentor.

O tal vez, solo un último intento de mover el corazón de cualquier dios que aún lo estuviera viendo.

—¡¡PAPÁ!!

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3,394 palabras

#BlueEyesAu

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¡D. Jones... Se despide por hoy! (>︿<。)

No me mires con esos Ojos | One-shot-ㅤㅤㅤㅤ

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Estas lágrimas son de tristeza por morrito :sob: :green_heart:

Pero si me alegra qué se haya muerto el viejo csm!! :joy:

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0 Reply 24 days ago

See... Pero Morro se quedó huérfano otra vez.

O se murió. Depende de que versión prefieras.

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0 Reply 24 days ago

Responder a: Ꭰ. لօղҽʂ

Para mi quedó vivo, con traumas pero vivo :"D

Y QUE CHINGE SU MADRE A MISAKO!! :fire: A :fire:

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1 Reply 24 days ago
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