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𝗖𝗹𝗮𝗶𝗿 𝗱𝗲 𝗟𝘂𝗻𝗲 | OS

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𝗖𝗹𝗮𝗶𝗿 𝗱𝗲 𝗟𝘂𝗻𝗲 | OS-[C]
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[C]❝Nadie nos advirtió, que extrañar es el costo
[C]que tienen los buenos moment

❝Nadie nos advirtió, que extrañar es el costo

que tienen los buenos momentos❞.

—Mario Benedetti.

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#DestaKAdos

𝗖𝗹𝗮𝗶𝗿 𝗱𝗲 𝗟𝘂𝗻𝗲

Él se encontraba irando ese profundo cielo enorme, intentando saciar el vacío que había en su corazón, con ayuda de la bella vista de dicha estrella titilante, guardando consigo la idea de que aquel lucero era él, sonriéndole desconsoladamente, sin haber perdido su brillo.

Copos de nieve caían sobre sí, pintaban de blanco el campo que alguna vez verde fue, y decoraban el gran árbol que se encontraba a lado suyo; sutilmente cubrían su cabello castaño, el gélido clima no se apiadaba, era bastante cruel. Es que no estaba él para transmitirle esa calidez que aún en verano e invierno acogían su corazón.

La caída helada que acariciaba el suelo parecía tener un ritmo peculiar pues, por alguna razón, en su mente yacía aquella melodía que destrozaría su alma una vez más. O es que fue solo la luna quien entre su luz le llevó la memoria del ‘Clair de Lune’ que ambos solían amar.

Inevitable fue el paso de aquellos recuerdos por su mente. Inevitable es el hecho de que pequeñas gotas cristalinas brotaran sin control de sus ojos e inundaran sus pequeños orbes.

La navidad en ese momento fue sólo otro día para recordar su ausencia, fue otra noche de anhelo y melancolía. Y esa estrella era la única que le reconfortaba, su único consuelo.

Ese lucero, dicho pequeño y dulce brillo debía ser él, de eso DongHun no dudaba. Tenía que ser JunHee, su amor perdido.

DongHun ansiaba reencontrarse con su amante. Sabía que no faltaba mucho para ello. Pero, mientras tanto, debía conformarse con la vista del lucero en el cielo y los recuerdos de la dulce y dramática melodía que ‘Clair de Lune’ le traía.

La primera de sus memorias le llevó al origen de la mejor de sus suertes y el sufrimiento que también le esperaría con el paso del tiempo.

Fue una noche, igualmente, en invierno. Él se encontraba en la exposición de libros de su Universidad. Presentaría su primera obra conclusa en el transcurso de su carrera y, si la fortuna estaba de su lado, posiblemente alguno de los editores invitados seleccionaría su escrito para su publicación.

Sin embargo, había una cosa que a él le preocupaba más que eso. No sentía su obra, pensaba que le hacía falta algo, requería que sus letras le tocaran el alma y, si bien podía apreciar su escrito, aún no lograba conmover su corazón y mente como ansiaba que pasara.

El castaño autor solía oír música para poder pasar entre sus letras y hacerse uno solo con ellas. No obstante, aquella ocasión, ninguna melodía, ni un solo instrumento ni voz lograron ese sublime y mágico momento en que el escritor y escrito se vuelven uno mismo.

¿Qué pasaría si todos los lectores llegaran a tener esa sensación? Si él se siente así, es una tragedia, porque entonces, ese libro no era él, al menos no lo suficiente.

La desesperación le carcomía. Unió sus manos y sentía cómo rápidamente entraban en calor y comenzaban a sudar, a pesar del frío intenso de la época. Comenzó a marearse, de repente los pensamientos no sólo fueron eso, sino que pasaron a ser pequeñas voces irritantes que taladraban la mente del joven escritor.

Era una situación desesperante y caótica. Su vista se perdía por toda la gran sala, entre personas y estantes, entre suelo y techo, entrada y salida, y también en ese pequeño escenario con el piano de cola en donde comenzaban a presentar a los invitados especiales.

Le hablaban, pero las palabras simplemente no llegaban a su subconsciente; se volvían un eco y parecían ser una simple brisa irrumpiendo en su mente. Y su cabeza empezaba a arder, a dar vueltas y a hacerle sentir como si estuviese siendo estrujada, como si intentaran exprimirla fuertemente.

Estaba perdido, completamente ido. Su pulso tampoco ayudaba, aquella situación complicó su respiración. Debía calmarse, pasaría a leer pronto un fragmento de su obra, pero estaba muy desesperado.

Fue entonces que, como si de algún tranquilizante se tratara, una dulce melodía llegó hasta sus oídos. Una dulce caricia, bella paz. El llamado que recibió luego de escuchar ello fue menos espeluznante y, aliviado, subió al escenario para leer el fragmento que, con la compañía correcta, resultaría ser algo majestuoso.

Su boca reseca no fue impedimento para disfrutar y brindar una magnífica lectura. Pero, la música, esa dulzura del piano en el fondo lo fue todo, lo fue absolutamente todo para él, lo único que le hizo sentir que ese escrito al fin tenía un propósito, una razón de ser.

Fue un momento inefable, donde letra y melodía parecían ser los mejores cómplices, donde las expresiones y emociones sólo existían entre ellas y no hacía falta nada más que unirlas para obtener resultados exquisitos.

Pero, si bien la pieza en el fondo era por sí sola una completa obra maestra, lo que más sorprendió y conmovió al castaño fue su interpretación. Parecía ser tocada por unas manos tan sentimentales, o bien, como si no fuesen simplemente dedos tocando el piano, sino un alma, un alma viva acariciando tecla blanca y negra, como si vivir de ello se tratara, como si su alma estuviera impregnada ahí, danzando.

Al terminar de leer, los ojos del joven escritor se notaban cristalinos, y él, desesperadamente, buscó con su mirada empapada entre todo el salón a la persona que el piano tocó. Así, a su derecha, su vista se centraría en un joven de cabello rubio y ojos negro azabache mirando atentamente el techo, mientras respiraba profundamente y mantenía toda su concentración en ello.

Incrédulo, DongHun se dirigió hacia el joven intérprete y, en un susurro, le preguntó cómo se llamaba. El chico pianista le respondió con el nombre y autor de la pieza que tocó; “‘Clair de Lune’, Debussy”.

El castaño agradeció conocer ahora el nombre de la melodía que logró esa magia en él, sin embargo, no se refería al nombre de la pieza cuando su pregunta hizo. Pese a ello, no logró conseguir su respuesta pues, el rubio pronto comenzaría a tocar otra obra para acompañar a otro escritor.

Con las hojas de su historia aún entre sus manos, DongHun esperó a que el evento finalizara. Parecía habérsele olvidado que los editores estaban ahí pues, uno de los maestros tuvo que recordarle que tendría que dejar su escrito en donde estuvo anteriormente, para que así lo pudiesen revisar.

A pesar del gran impacto que esa situación representaba, el castaño sólo pensaba en una cosa; ¿quién era el joven pianista? Esa respuesta la obtendría pronto.

Fugazmente, pudo reconocer un aroma, ese perfume lo había olido hace poco. Al dirigir su mirada hacia enfrente, notó que el músico de ojos azabache pasaba justo frente a él. Ese aroma provenía del joven, quien se aproximaba a la salida del lugar.

DongHun rápidamente se dirigió a uno de los profesores. Preguntó si su libro ya había sido revisado y, al recibir una respuesta positiva, inmediatamente tomó el escrito entre sus manos para seguidamente correr hacia donde el pianista se encontraba.

Estaba agitado y su respiración se entrecortaba, mientras su curiosidad aumentaba sin desenfreno y una chispa de esperanza se reflejaba en sus ojos.

—¿Sabías qué era lo que leería? —preguntó intrigado el joven DongHun.

—Buenas noches para ti también —respondió el contrario, sorprendido—. Y no, sinceramente no tenía idea.

—Disculpa mis modales. Espero estés pasando una linda velada —comentó el castaño algo avergonzado—. Pero, quisiera saber entonces, ¿por qué quedó tan bien lo que has tocado con mi escrito desalmado? ¿Cómo fue capaz de darle vida? —cuestionó con incredulidad.

—Supongo que fue cuestión de suerte, alguna buena e inesperada coincidencia. Se acerca Navidad, las vibras de alegría y esperanza debieron dar su resultado —respondió el rubio sin tener idea de lo que sucedía y, sin embargo, demostrando confianza en sus palabras.

Pese a ello, para DongHun debía haber algo más que una simple coincidencia. Ninguna melodía, ninguna voz, absolutamente nada encajó tan bien con sus palabras como aquella interpretación del chico rubio.

Eso pudo comprobarlo pronto, cuando al llegar a su hogar colocó ‘Clair de Lune’. Era una caricia para sus oídos, alma y mente. Pero no fue exactamente la sensación que experimentó cuando el otro joven en el piano la tocó.

DongHun buscó tantas versiones hasta altas horas de la noche y ninguna se sintió como esa. Ese joven debía tener algo especial.

Para ese entonces, Noche Buena había llegado. El joven castaño debía ir a su Universidad por algunas cosas y averiguar cuál fue la elección de los editores.

Al asistir a las oficinas, recibió su libro de vuelta y le ofrecieron un regalo por parte de su facultad. Se trataba de una pluma muy fina del color del oro. Era brillante, ideal para escribir en una pequeña libreta los pensamientos nocturnos provenientes de su mente.

Agradecido, se dirigió a la directora del plantel, quien le confesaría una noticia poco grata. El corazón del joven parecía estrujarse y detenerse para ocasionar un último gran suspiro de pena y decepción. Su libro no había sido aceptado por los editores.

En sus pensamientos permanecía la idea de que, la posibilidad de haber quedado era una en un millón, pues competía con compañeros talentosos, acreedores de una forma de escribir tan maravillosa. Sin embargo, en él, antes de ello, aún había esperanza. Creía que aún le quedaba una oportunidad y, si bien estaba entre varios, todavía contaba con ese uno, que podría haberse convertido en un todo.

Con los ánimos algo decaídos, miró a la directora, quien le explicó que su historia había estado muy reñida con la ganadora. A pesar de ello, DongHun sabía que escribir era algo para él y solamente para sí, estaba seguro de que eso es lo que amaba y que, si en algún momento estaba destinado a ser reconocido, sucedería cuando tenga que pasar.

Es así como el joven regresó toda su concentración hacia el pianista, ese chico que continuaba invadiendo los pensamientos del escritor, quien cada vez tenía más y más preguntas, pero, sobre todo, se cuestionaba quién era ese intérprete tan talentoso.

Al asistir a las oficinas, esos pensamientos perduraron y fue así como, en una vaga lluvia de ideas, recordó que cerca estaba la facultad de música. Era seguro que el pianista debería estar ahí.

DongHun tomó camino hacia su destino. Mientras caminaba por el lugar, podía oír un sinfín de melodías siendo ejecutadas por decenas de estudiantes. Algunos estaban al aire libre afinando sus instrumentos, otros preferían mantenerse en las aulas del lugar. Tal fue su concentración en apreciar lo que veía que, inesperadamente, el joven al que buscaba pasaría justo al lado suyo, y él por poco no se daba cuenta.

El rubio estaría saliendo de una de las aulas por las que DongHun pasaría, ocasionando un ligero encuentro en el que solamente el aroma que el castaño percibiría le llevaría a darse cuenta de lo que estaba sucediendo.

DongHun inmediatamente se detuvo al reconocer ese perfume, dio la media vuelta y, asombrado, se dirigió al rubio, a quien estaba a punto de perder de vista.

—¡Espera! —exclamó, ocasionando que el contrario, por inercia, se detuviera.

DongHun se encaminó hacia el de ojos azabache, quién se voltearía hacia el contrario y, aún con cierta distancia, el castaño habló de nuevo: —Tú eres el pianista, ¿no?

—Uno de tantos, sí —respondió el contrario con una sonrisa amable.

—El que nos acompañó en la exposición de hace unos días. Una exposición de libros —comentó DongHun, confundido.

—¡Oh! Sí, he sido yo —contestó el rubio con emoción—. ¿Por qué la pregunta?

—Tú me has acompañado durante mi lectura —agregó el más alto.

—En realidad, acompañé a todos los escritores durante su participación —dijo el contrario.

—Pero hubo una en particular. El joven lector se dirigió a ti confundido y ansioso, pero también maravillado —explicó DongHun—. He sido yo ese chico. Supe el nombre de la fantástica pieza que interpretaste, pero nunca me enteré del tuyo.

Es así como el castaño fue interrumpido por unos jóvenes llamando al chico frente suyo.

—¡JunHee! ¡JunHee, vamos!

Al notar que el rubio delante suyo reaccionó al oír ese llamado, supo que aquel nombre era de él, y que tampoco les quedaba mucho tiempo de charla.

—Me hablan. La facultad hará un brindis pronto, supongo que tengo que irme —explicó JunHee, avergonzado.

Insatisfecho con la breve conversación, DongHun, al observar cómo el de nombre JunHee se alejaba de él, le dijo una cosa más: —¡Clair de Lune!

El contrario detuvo su camino sorprendido y, con sutileza, pidió a sus amigos que se adelantaran.

—¿Qué tiene eso? —preguntó el chico—. ¿Por qué lo mencionas?

—Porque eso fue lo que me dijiste. Es el nombre de la obra con la que me acompañaste —respondió el castaño—. ¿No te acuerdas de mí?

—Por supuesto que sí, pero no creí que tú lo hicieras. Esa idea complica todo —contestó el otro—. Pero recordaste su nombre, ergo te has ganado mi respeto.

—Es un nombre que jamás olvidaré, menos aún a su intérprete —comentó DongHun, pintando una sonrisa tímida en el rostro del contrario.

—Ya que tienes tan buena memoria, supongo que si me presento no te entrará por un oído y te saldrá por el otro, ¿cierto? —cuestionó sin borrar la pequeña muestra amistosa que en sus labios yacía—. O al menos quiero creer eso, que valdrá la pena.

—Valió la pena desde aquella vez en la exposición. Créeme, he esperado ansiosamente que te presentes desde entonces —respondió DongHun, quien discretamente dirigió su mirada hacia los ojos negros y brillosos del otro.

—Soy Park JunHee. Aunque el JunHee ya lo sabías —comentó el rubio—. Tengo 21 años y me encuentro estudiando en la Facultad de Artes para conseguir mi licenciatura en piano —agregó, para luego dirigirse al más alto—. ¿Y tú eres?

—Lee DongHun, ese es mi nombre. Soy un año mayor que tú, tengo 22. Estudio Literatura, y sinceramente vivo para escribir —respondió el castaño—. Es un placer conocerte, JunHee, gran intérprete.

—Lo mismo digo, DongHun, escritor pasional —siguió el nombrado.

En ese momento, DongHun lo supo todo. Quizás no consiguió que su obra sea seleccionada para su publicación, pero ese mismo día había conseguido otra forma de éxito al conocer a ese pianista fenomenal.

Observar a su nuevo amigo interpretar melodías cada que visitaba su facultad le parecía algo sublime. Era tan fascinante ver cómo alguien podía expresar tanto con la música. Podía notar un pianista tan apasionado como él con la escritura.

Y, como se esperaba, su favorita era ‘Clair de Lune’. Adoraba ver a JunHee tocando aquella pieza en su amado instrumento. Era una caricia para sus oídos, era experimentar calma y serenidad, era conseguir la respuesta a lo que belleza significaba.

Mientras tanto, en la mente del actual DongHun desolado entraban los demás recuerdos invernales que su corazón invadían sin piedad. Su primera navidad juntos fue la que irrumpió en su memoria.

Atravesaron demasiadas dificultades durante el transcurso de ese año respecto a su situación amorosa. Principalmente, lo confundido que se encontraba DongHun al darse cuenta de que su amigo JunHee había sido capaz de sumergirse en las profundidades de su corazón protegido y permaneciera allí, sin más, realizando cambios y confundiendo todos sus sentidos, provocando anhelo, las ansias de compartir momentos a lado suyo.

“¿El joven Park sentirá lo mismo?”, “es una locura, imposible”, eran unos de los tantos pensamientos que se encargaban de torturar sus días y noches. Se trataba de un arduo debate entre corazón, mente y realidad. Aunque la última se encontraba un tanto aislada del joven enamorado.

El golpe de la realidad llegó cuando en Navidad decidió por fin declarar su amor. DongHun invitó al joven que su corazón invadió a una caminata en un sitio que recientemente había conocido. Ese se habría convertido en su lugar.

Había anochecido, el frío se intensificaba y los copos de nieve caían velozmente. Era el mismo campo verde que de blanco se pintó, se trataba del mismo gran árbol que ahora escarchado es.

Ambos charlaban y reían, jugaban y decaían, en cualquier situación estaban el uno para el otro. En un momento, JunHee decidió sentarse debajo del árbol y, curioso, observaba cómo su compañero jugaba desesperadamente con sus dedos y caminaba de un lado a otro preocupado.

—DongHun, ¿qué te sucede? —preguntó el rubio, confundido.

No obtuvo respuesta, pareciera como si el contrario sólo estuviese ignorándolo.

—DongHun —habló JunHee nuevamente—, responde.

—¿Eh? No, nada —contestó el nombrado—. No pasa nada.

—No me puedes mentir, bobo —refutó el menor, mientras reía sutilmente—. Te conozco bien y es demasiado notorio que te sucede algo. Ahora dime, ¿preferirás no contarme nada, dejarme con la duda y quedarte con toda esa presión, o bien, explicarme lo que pasa y resolverlo entre los dos? Tú decides, sé sabio.

Un silencio rotundo e incómodo se hizo presente después de aquella propuesta. Hasta que, nuevamente, unas risas se apoderaron de JunHee al ver cómo de repente el rostro de su amigo había enrojecido.

—Ya, Dong, ¿qué te sucede? —insistió el rubio—. Siempre me cuentas todo, ¿por qué ahora no quieres? Somos amigos.

—Es exactamente por eso —respondió levemente el más alto—. Porque no quisiera arruinar todo esto.

Otro rápido pero estruendoso silencio ambientó el lugar y la situación. JunHee estaba confundido.

—¿A qué te refieres? —preguntó el menor.

—A eso —respondió DongHun—. No quiero decírtelo, aunque probablemente ya lo sepas. No quiero ser el culpable de que todo esto acabe, no podría perdonarme eso, mucho menos por unos tontos sentimientos que no he sido capaz de controlar.

Fue entonces cuando el joven JunHee lo supo, sin embargo, sus pensamientos intentando analizar la situación fueron interrumpidos por un DongHun enamorado y desesperado.

—Me gustas —comentó el mayor—. Me gustas tanto, JunHee.

Repentinamente y después de sus simples pero concretas palabras, DongHun cayó a lado de su amigo, debajo de ese mismo gran árbol que ahora de blanco viste. Ambos jóvenes se encontraban sentados acompañados de un silencio ensordecedor. Ni una mirada cruzada, ni palabras intercambiadas. Quizás algunos pensamientos sí, pero eran incapaces de saberlo.

Fue JunHee quién rompió el silencio con un suspiro profundo que sería seguido por su respuesta a todo ello.

—No quería que sintieras eso —dijo, confundiendo al castaño—. Y no necesariamente por algo malo, o al menos no tiene que ver contigo. Siento lo mismo por ti, pero soy todo un dilema. Soy una persona tan difícil y compleja que no creo gustarte después, y eso me aterra, que termine arruinando todo.

—Averigüémoslo —respondió DongHun—. De todas formas, será una tortura intentar continuar como estamos sabiendo lo que sentimos por el otro —continuó, dibujando una sonrisa agotada en su rostro.

El claro de Luna iluminaba sus rostros y dibujaban sus siluetas frente suyo. Parecía ser la luz adecuada para que ambos pudieran perderse en ella y emprendieran un mismo camino. Lentamente, sus rostros disminuían su distancia y sus miradas se fijaban en las del otro, recorriendo el camino de sus rostros para llegar irrevocablemente hasta sus labios, los mismos que rozaron dulcemente en un primer encuentro, y en un mismo instante, todo lo suyo se concentró en ese momento, en esa sola acción.

Aquella había sido su primera navidad juntos, como amigos, y ahora también como pareja. Decidieron arriesgarse, a darlo todo por más y no menos. Eran creyentes de que serían capaces de sobrepasar las cosas mientras cuenten con el otro.

Desde entonces, acostumbran ir cada Navidad a ese pequeño y solitario lugar, perfecto para ambos y el ideal para apreciar el claro de Luna, igual que aquella melodía que a ambos deleitaba.

Ello fue así durante muchos años. Su relación fue duradera y, probablemente, si no fuera por aquella fatídica noticia que después terminaría arrebatándole la vida al joven JunHee, ellos seguirían juntos.

A mediados de año, JunHee comenzó a presentar ciertos malestares. Después de una serie de estudios y visitas al doctor, la noticia más aterradora que pudiesen escuchar fue recibida.

Ninguno de los dos podía aceptarla. Eran ellos contra el reloj; un cronómetro obligándoles a vivir hasta el más mínimo segundo, porque de esos no sobraban. Ese temor constante de estarse acabando, tener la conciencia de que todo lo hermoso que han vivido, en cualquier momento se terminaba; ello era un martirio.

Para el rubio significó un profundo decaimiento en sus ánimos. Pero sabía que, si vivía así todos esos días, ya habría muerto para ese entonces. No le quedaba mejor opción que vivir como debió haber vivido todos esos años atrás, porque ese tiempo no volverá nunca a sus manos.

Por otro lado, DongHun se encontraba desesperado, intentando buscar la manera de alargar ese tiempo o de encontrar algún milagro que solucionara todo. Sin embargo, al JunHee notar lo sumergidos que estaban en su sufrimiento, decidió sugerirle a su amado la decisión que había tomado, quien la respetó y optó por acompañarlo hasta el resto de sus pocos días.

Eran jóvenes luchando contra la muerte, burlándose de ella con cada día más vivido, con cada experiencia memorable y recuerdo que después le dolería en el alma a DongHun.

Así es como, en la mitad del mes diciembre, JunHee finalmente perdió la vida.

Su último deseo fue tocar ‘Clair de Lune’ en un piano de cola antes de partir.

Ese mismo día su estado había mejorado repentinamente. DongHun se encontraba bastante ilusionado, parecía que había progresado, por lo que, felizmente, llevó a su amado hacia un cuarto de su hogar en donde un piano reposaba, esperando ser acariciado por las manos de un gran músico.

Esa fue la interpretación más desgarradora que haya presenciado. Recordó la primera vez que lo escuchó tocar. No perdió ese sentimiento tan especial que lo hacía único.

DongHun siempre sintió que ese pianista estaba destinado a acompañar a ese escritor, y que ese escritor estaba ahí para acompañar a ese pianista. Ese fue el origen de su hermosa historia, y probablemente así sea su fin.

Algunas lágrimas brotaron en los ojos de ambos chicos. JunHee, porque sabía que esa sería la última vez que tocaría aquella obra tan especial. Y DongHun, porque estaba enterado de ello.

Sin embargo, lo que pasó después tomó por sorpresa al mayor. JunHee se sentó a lado suyo, y plantó su mirada en la del contrario. Fue una mirada tan hermosa, tan genuina y única. El rubio sonrió débilmente y el más alto repentinamente notó que sus ojos se humedecían.

El chico a lado suyo soltó un largo suspiro en su asiento, cerró los ojos…, y no los abrió más.

—¿JunHee? —preguntó temeroso— ¿JunHee? Por favor, muéstrame tus luceros —imploró—. Déjame verlos una vez más, por favor. No me dejes —continuó con la voz entrecortada y con pequeñas gotas de dolor desbordando por sus ojos.

Tomó entre sus manos el rostro de su amado, cubriendo con sus lágrimas a ambos. El amor de su vida se había ido, le había dejado en soledad con su propio pesar.

El momento en que Navidad volvió a sus días, DongHun no deseaba preparar nada. Lo único que decidió hacer fue ir a su lugar especial; aquel pequeño campo blancuzco en invierno del árbol escarchado.

Su llanto fue el invitado principal. En un principio, la calma se mantuvo, pero ese lugar significaba tantos recuerdos, tantas memorias y toda una historia grabada entre su tierra.

Ese llanto desesperado en DongHun incluía una sensación en la que pareciera que su corazón se aplastaba, que se generaba una presión en el pecho y garganta, provocando después un dolor fuerte en la cabeza. Las lágrimas nublaban su vista y su respiración se entrecortaba. Fue una Navidad dolorosa, un momento de lamento.

Permaneció así, hasta esa pequeña prueba de paz encima suyo. A lado de su fiel compañera, la Luna, yacía un astro titilante y grande. Un lucero, una bella estrella. Era la primera vez que la veía ahí. Pese a ello, le parecía bastante linda.

Desde entonces, cada Navidad, sin falta, dirige su camino hacia ese lugar, y observa nuevamente a esa estrella. Sólo aparece durante Navidad, y únicamente puede verla en ese sitio. Todo aquello le parecía un tanto extraño, algo especial debía tener dicho lucero tan peculiar.

No sabía de qué se trataba y tampoco le tomaba tanta importancia a eso el joven DongHun, sólo sabía que le transmitía serenidad y se sentía tranquilo en su compañía, por lo que se convirtió en algo importante.

Fue con el pasar de los años que a su mente una idea llegó. Esa calidez, ese reconfortamiento, la serenidad, todos ellos le recordaban a él, a JunHee. Esa estrella apareció sólo después de su partida, únicamente puede verla en el campo especial, y precisamente en esa fecha tan importante que para ambos representaba la Navidad.

Tal vez, y sólo tal vez, esa estrella sea él. Posiblemente, eso de “la energía no se crea ni se destruye, solo se transforma” pudiera ser válido para esa ocasión.

Y sinceramente, a DongHun no le hacía falta una comprobación para ello, él sólo lo sabía. Creía profundamente que esa estrella era su amado JunHee visitándolo en las fechas más dolorosas que en algún momento fueron las más hermosas.

Es así como se vuelve al actual Lee DongHun, un hombre cuyo corazón echa de menos a su amante. Alguien que anhela reencontrarse con JunHee, el amor de lo que fue su vida y posiblemente cuando ya no.

DongHun pasó tantos años sin él, no se creía capaz de hacerlo, de encontrar las fuerzas en sí. Sin embargo, una vez más, su pasión por la escritura lo salvó. Escribir sobre aquel gran amor perdido se convirtió en uno de sus libros más exitosos. Ahora mismo lo lleva entre sus manos, mientras continúa en el campo solitario irando complacido la luz de la Luna y de su amada estrella.

El dolor aún permanece, sigue siendo trágico para él. Pero esa noche, esa Navidad, sabía que algo cambiaría, él lo sentía.

Tomó asiento debajo del gran árbol con ‘Clair de Lune’ retumbando en su cabeza. Abrazó fuertemente su libro y sonrió agotado. Recostó su cabeza sobre el enorme tronco detrás de él, permitiéndole dirigir su mirada hacia el espléndido lucero y no evitó mirar a la magnífica Luna a su lado.

Un suspiro largo y cansado salió de él, acompañado de una leve sonrisa relajada. Cerró los ojos, y el libro cayó de sus manos, las cuales ahora habían perdido fuerza y voluntad.

Una nueva estrella apareció justamente a lado del lucero de JunHee. Ahora podían estar finalmente juntos, como debió ser, como fue, y será.

Total de palabras: 4448.

𝗖𝗹𝗮𝗶𝗿 𝗱𝗲 𝗟𝘂𝗻𝗲 | OS-[C]
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¿Qué tal todo KA? Espero se encuentren

de la mejor manera posible. Esta ha sido

mi participación en   la categoría de his-

torias para la actividad que el staff se ha

encargado de traernos a los s. Me

ha gustado mucho poder escribir este re-

lato, espero a ustedes les haya parecido

una       lectura       agradable.

Sin más que decir, ¡eso es todo!

Espero hayan pasado unas felices fiestas 🥳♡

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No suelo leer muchos blogs ya en esta comunidad. Pero tu blog me atrapó lo sentidos en una de esas lecturas en la que vale la pena perderse en los rincones de cada frase. Construiste un entorno bellísimo de sensaciones que disfruté mucho leer. Gracias por eso.

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