Era compañía lo que quería pedir

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¿Qué es lo que veo? ¿Es, acaso, un nuevo insecto?, ¿o es un monstruo? Parecen vivos pero… solo deambulan y atacan. Sus ojos brillan… Una luz naranja, poderosa y bella: "Vení, soy yo, soy buena. Recordame. Amame" Esa voz seductora… ¿de donde viene?, ¿es una voz o son los ojos de los insectos? Los de arriba no aparecen. Algo trama el rey, algo que, tal vez, esté fallando.

Diario de Unhume, antiguo habitante de Boca Sucia.

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Un silencio roto por el llanto de una madre a la lejanía cubría a la Boca Sucia de ese entonces. Se habían llevado a un niño. Incluso con lo inutil que era esto las autoridades todavía se concentraban, aunque ya no por mucho tiempo, en aislar a los infectados… Una rabia cruel, ¿que tenía el pequeño para que ésta lo haya elegido? Los niños fueron de los primeros en caer. Parecían agradarle a lo que sea ese brillo. Le agradaba su inocencia, su imaginación, su facilidad para inventar pequeños mundos… Pequeños sueños.

Él, a quien luego conocerían como Elderbug, era un buen amigo de esa madre. Y ahora tenía una labor que, aunque nadie lo sepa aún, era importante: Consolarla, hacerla olvidar al chico que no volvería nunca.

─¿Por qué se los llevan? ─Con este comentario dejó de llorar, por un rato ─Lo quiero devuelta.

─Intentá dormir, por favor. Mañana, ya más tranquilos, lo hablamos.

Ella, con el cuerpo cansado de sufrir, obedeció.

Mañana nunca lo hablaron.

Mañana nunca llegó para ella: En el silencio de un sueño pesado, la hermosa voz se presentó ante esa madre desesperada. Le pidió que baje, que la busque, que también busque a su hijo. Lo encontraría si buscaba lo suficiente, sí, lo encontraría si lo deseaba demasiado.

En el amanecer frío, él se despertó. La puerta estaba abierta hace horas, la casa estaría vacía por lo que quede del tiempo.

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Con el pasar de los meses Boca Sucia se fue quedando sola, muchos bajaban a los cruces y no volvían. Otros bajaban y, con suerte, subían de nuevo, trayendo noticias. Él mismo había pensado en bajar. Había algo tentador, un susurro amable, que atraía a muchos.

Él sólo se decía lo mismo una y otra vez: “Bajar a esas ruinas… ¿Para qué?”. Sabía muy bien que quienes bajaban lo hacían con los ojos brillosos y, quienes subían, traían la vista muerta y la desgracia en la voz: “Las larvas están desapareciendo”, “los ciervos no llegan a las estaciones”, “Ciudad de lágrimas acaba de cerrar sus puertas”

Esto último marcó un antes y un después en Boca sucia. Los rumores empezaron a esparcirse. Pasaban cosas malas, cosas que se tejían junto a cantos de fe para adentrarse debajo de la piel. Elderbug sabía que pronto empezaría la parte más difícil.

Algo tramaba el rey, algo que, tal vez, estaba fallando.

Los días pasaron y todo colapsó por fin: Ese brillo galante no se ponía de acuerdo consigo mismo. Por un lado, insinuaba a algunos que teman; a los más pobres los hacía odiar, quien todavía estaba en buena posición recibía la certeza de que las puertas de Ciudad de Lágrimas se abrirían para él.

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Una reunión de amigos tristes se convirtió en el motivo de su separación:

Elderbug, Sly y otros dos, con nombres olvidados, se encontraron a llorar y beber… Al principio eso fue así, luego empezaron a notar sus desacuerdos, a confundir la tristeza con la ira, a confundir las palabras con las armas.

─Sly, ahí abajo no hay nada ─El más pequeño de los dos sin nombre estaba cruzado de brazos, sin haber tocado, aún, su cuarto trago ─No los encontrarás ahí, tus discípulos se fueron.

─¿Cómo lo sabés?, ¿alguien te trajo noticias de ellos, acaso?

─No, pero ellos te dijeron que se irían, por lo que contas…

─Sly, me debés geo.

El otro sin nombre había despertado de su sueño borracho, ¿cuánto había tomado?, nadie llevó la cuenta… Cuando la discusión se agitó, y los tres empuñaron sus armas, Elderbug salió en silencio. Ganaría Sly, sin duda. Ya nada podía hacerse.

Varias horas más tarde Sly salió de aquella casa… ahora sin dueño, ya que este acababa de morir en combate, y descendió, con los ojos brillosos y la mente rota. Elderbug no lo siguió. Él no seguiría a nadie allí abajo, aunque algo en él, tal vez la fe bajo la piel, le pidiera que lo haga.

Días después la comida empezó a faltar… Las zonas que se encargaban de producir alimentos ya estaban casi vacías. Era sabido que los insectos con trabajos desgastantes sucumbían antes a la infección. Con esto, un nuevo rumor se coló entre los habitantes: “En la ciudad nada escasea, ellos se quedan con lo mismo, nos lo quitan a nosotros, nos matan, nos quieren muertos”

En poco tiempo el hambre no pudo ni disimularse ni ignorarse. Los voluntarios empezaron a bajar, de a grupos, en busca de alimentos. Él no se ofreció, manteniéndose fiel a su palabra, cada vez más difícil de recordar.

Bajar a esas ruinas… ¿Para qué?

No siempre volvían todos. De hecho, cada vez volvían menos… “No soportaron el viaje”, “los atacaron los insectos enloquecidos”, “sus ojos se volvieron raros, resplandecientes”. Ya ninguna voz susurraba mentiras allí arriba, en Boca Sucia. Abajo, aparentemente, las voces eran muchas y las falsas esperanzas todavía rondaban sin calma.

Los que volvían: ¿Traerían, algunas veces, a los restos de los caídos, disfrazados como alimento? Era mejor no preguntárselo, de todos modos era comida. Las porciones eran racionadas de la mejor manera posible, a veces sobraba comida y podían descansar un tiempo. Ya nadie odiaba a nadie, lo más importante era vivir… Debido a esto se habían agrupado juntos, en las casas más grandes. Nadie malgastaría tiempo, recursos y energía en restaurar su antiguo hogar.

Elderbug, como todos, empezaba a sentirse una carga para el resto, algo que arrastrar. Habían pasado de habitar un lugar vivo, alegre; a habitar dos casonas deterioradas en el centro de lo que fue ese lugar.

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─¿Puedo morir?

Ese comentario había salido de la voz ronca de un insecto lastimado, sin manos, a su compañero, que lo estaba ayudando a comer.

─No hasta que yo lo haga.

Si bien era de día, una oscuridad densa y desgastadora se colaba dentro de las casonas, los pasillos no ayudaban, debilitando aún más la luz con cada vuelta. Hoy nadie podía salir, las inusuales tormentas habían decidido presentarse. Elderbug se acercó al par de insectos. Ayudaría en lo que pueda, incluso si solo era compañía lo que podía ofrecer. Y eso hizo, distrajo a ambos insectos de su miseria… sin distraerse de la propia.

No llorar era difícil pero… ni él, ni nadie, consideraba que eso fuera necesario. Los que se fueron no volverían, los muertos quedarían así, debían concentrarse en sus propias vidas, en su propia existencia.

Algo había tramado el rey, algo que, sabían, había fallado.

Para cuando terminaron las tormentas, el hambre volvía a clavarse en la piel. Unos pocos, que en realidad eran muchos, sabiendo cuantos quedaban allí; bajaron por comida. Entre ellos bajó el amigo del insecto sin manos y… no volvió. Simplemente eso, nadie dió explicaciones.

Elderbug agradecía no haber visto lo que vino después: El insecto sin manos se paró en la boca del pozo y se dejó caer… Sólo se dejó caer, sin llorar, sin hablar, con los ojos más limpios que Elderbug podía recordar.

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El resto duró poco más. Se fueron, algunos con la intención de volver, otros no. Hay quienes siguieron el rumbo del insecto sin manos. La única diferencia eran los ojos empañados de tristeza.

Al final quedó sólo el viejo insecto, sentado en un banco de lo que alguna vez fue un mercado, esperando a que alguien, o algo, tal vez la muerte, lo encontrara.

⚉◇ ◇⚉◇#WritersOfHallownest2023!◇⚉◇ ◇⚉

Ciao