Incineración

Hoy te vi sin verte.

No sabía que eras tú,

sin embargo, te sentí en el alma.

Me pesa en la conciencia haberte hablado.

¿Qué habrás pensado de mí?

Tal vez que soy una importuna...

¡Rompí tu paz mental sin darme cuenta!

Discúlpame... Disculpa mi torpeza.

No era mi intención encadenarte a mí,

ni darte la esperanza de que volvería a ser como antes.

No lo será...

Volaré en el atardecer como paloma,

quemaré los sueños que compartimos,

quemaré mi imagen y mi voz de tu mente.

No disculpes mis palabras, al contrario ¡aléjate!

No te quiero ni te odio, pero te pienso.

Como las abejas piensan en la flor,

como los perros piensan en el hueso,

como el recuerdo piensa en el olvido.

Sé muy bien que tú no piensas en mí.

Sé muy bien que no te importa si vivo o muero.

Sé que me olvidarás fácilmente

y que escribirás poesía solo para él,

para ellos, no para mí... y gracias por eso.

Lo último que quiero es que me escribas.

Yo no tengo el don de la poesía, solo el de la carta,

una carta mal hecha, indescifrable.

Tus manos son cálidas para todos;

alguien más se posará en ellas,

y encontrarás una razón.

Tú sabes que yo no pude dártela.

Perdóname por prometerte un brillo,

un brillo que ni yo conseguí.

Incineraré cada promesa que no cumplí,

no te quemará nunca más.

No huyo, me incinero.

No olvido, ardo.

No niego, me reduzco a cenizas.

Supongo que el olvido llegó con olor a humo.