Extracto de "Había una vez una peruana"

"Había una vez una niña que se llamaba Victoria. Creció al ritmo de una familia talentosa e intelectual, con una curiosidad y una sensibilidad tan grandes, que abarcaban a casi todos los campos del arte.

El día que una nueva compañera del barrio se negó a jugar con ella porque era negra, sus amigas no la defendieron. "Vete, Victoria", le dijeron.

Dolida, lloró de regreso a casa. Su mamá, su papá y sus hermanos le pidieron que no estuviera triste: debía sentirse orgullosa y feliz de la riqueza de su cultura, de sus raíces, de su herencia. Victoria dijo "Yo sé quien soy".

Cuando creció, fundó junto con su hermano Nicomedes el grupo Cumanana, de danza y teatro. Como en esa época se sabía poco del folclor afroperuano, se dedicaron a estudiarlo para rescatar piezas y canciones. Lograron producir varios espectáculos y ganaron reconocimiento.

Gracias a su trabajo, Victoria fue becada para estudiar coreografía en Francia. Involucrada en montajes teatrales, otra vez destacó: era ingeniosa, creativa, visionaria. Mostraba una empatía que, como sabemos, es el brillo de la inteligencia.

De regreso formó el grupo Teatro y Danzas Negras del Perú y fue nombrada directora del Conjunto Nacional de Folclore. Ambas agrupaciones se presentaron en radio, en televisión, en teatros, en estadios. Adonde iba, Victoria era toda disciplina, destreza, entrega y exigencia. Viajaron por muchos países y, en todos, la dignidad y la potencia de Victoria fueron celebradas.

Cuando murió en Lima, a los 91 años, había impulsado la cultura afroperuana, la había hecho himno: "Al fin comprendí, ya no retrocedo, y avanzo segura, avanzo y espero, y bendigo al cielo porque quiso Dios que negro azabache fuera mi color"."

(Escrito originalmente por Katya Adaui y la ilustración del libro está hecha por Patricia Villanueva)

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