05 | Anong ↬ ᵒᶰᵉ-ˢʰᵒᵗ

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Desde hace dos semana la rutina de May era la misma, no sabía que hacer para cambiarla pero necesitaba hacerlo.

Tres semanas atrás la casa de al lado se había vendido y hace dos semanas sus nuevos vecinos habían llegado. No es como si May no hubiera tenido vecinos nuevos antes, es sólo que con ellos había llegado una joven que aparentaba su edad, pero May no estaba muy segura de eso. Según lo que había escuchado a su madre decir la familia venía de Taiwán y a May no le interesaron los detalles.

Sabía que lo que estaba sintiendo estaba mal, pero realmente le había atraído su nueva vecina.

May ni siquiera sabía su nombre.

Estaba bastante segura de haber escuchado a su madre decir que era la familia Huank o algo así.

Como sea, en esos momentos lo único que le importaba a May era que se llegará la mañana siguiente para pode verla pasar frente a su casa, camino al Instituto ¡Qué suerte había tenido, estudiaban en el mismo plantel!

Para May ya era costumbre desvelarse pensando en ella, y cuando dormía soñaba con ella, soñaba con su risa. A May le gustaba mucho porque no era una risa delicada, era una risa contagiosa y alegre.

Tal vez pareciera una acosadora, parada frente a la ventana de la sala todas las mañana esperando que pasará frente a su casa y saliendo medio minuto después para verla desde lejos. No sé atrevía a hablarle, era demasiado cobarde para ello así que lo único que hacía era observarla desde lejos y pensarla durante el día. Necesitaba acercarse a ella, hablar y conocerse y tal vez en un futuro ser su amiga. Se negaba a pensar en algo más, esos pensamientos aún la asustaban un poco.

Una semana después hablo con ella, para ser sinceros había sido demasiado cliché.

Resulta que LinLin por las tardes tomaba clases de repostería, y mientras intentaba hacer un pastel, ella sola por primera vez, no se dio cuenta de que no tenía levadura y tuvo que ir a pedirle a los vecinos. En las dos primeras casas fallo y en su tercer intento lo había conseguido. Realmente la mamá de May no era de hacer pasteles, pero por fortuna una de sus tías lejanas había dejado un poco de levadura la última vez que las visito. A May le hubiera dado mucha gracia si hubiera llegado pidiendo una tacita de azúcar.

Fue uno de los mejores días de May, y solía tener muchos de esos.

Supo su nombre y descubrió que le gustaba que le dijeran LinLin y antes de salir acordaron caminar juntas el día siguiente.

Cuando la mañana llego May se encontraba nuevamente frente a la ventana, con la diferencia de que en esta ocasión saldría a la par con LinLin en lugar de seguirla como una psicópata.

En el momento en el que LinLin salió de casa, May se despidió de sus padres y corrió para alcanzarla en la entrada.

Durante el trayecto conversaron de todo y nada. May estaba fascinada, quería saber hasta el más mínimo detalle de LinLin, desde sus gustos musicales, color favorito y si le gustaba o no ver películas de terror. Le encantó escuchar su voz, la hubiera escuchado todo el día si pudiera.

Lamentablemente LinLin era un año mayor que ella y se tuvieron que separar en la entrada.

Al terminó de la jornada escolar regresaron a casa juntas, está vez LinLin preguntando acerca de la vida de May.

Repitieron la rutina durante toda la semana, y cuando se llegó el Viernes May decidió hacer algo diferente.

Se encontraron en la entrada y antes de comenzar a caminar May decidió hacer la pregunta que había estado dando vueltas por su cabeza toda la mañana.

—¿Te gustaría ir a tomar un café?

Bueno, no fue exactamente la pregunta que May quería decir pero estaba cerca.

Era una tarde calurosa y estaba segura de que LinLin se reiría un poco de ella por eso. Pero eso no fue impedimento para que LinLin aceptará. Cambiando un poco el plan de May, la llevo por un helado y May podía asegurar que ese día estuvo apuntó de morir.

Fue un gesto bastante simple que basto para que el corazón de May quisiera salirse de su pecho.

La mirada que LinLin le dirigía tenía un brillo especial que May intento ignorar, en su regreso a casa LinLin le tomo la mano, caminando así hasta su destino. Durante todo el trayecto ninguna de las dos hablo y solamente se dedicaban pequeñas sonrisas que decían todo lo que no podían decir en palabras. Pero lo que realmente enloqueció a May fue el momento de la despedida, fue muy torpe, había que itirlo, pero muy lindo. Al estar frente a la casa de May, LinLin le dio un pequeño, pequeñísimo, besito en la mejilla antes de prometer verse el próximo Lunes.

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.  .  . ┆ De mi parte ha sido todo,

.  .  . ┆ espero que lo hayan disfrutado.

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.  .  . ┆Nos leemos en la próxima.

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