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La O.D.L.G. - Capítulo 2: La Noche de la Bestia

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𝐈𝐍𝐓𝐑𝐎𝐃𝐔𝐂𝐂𝐈𝐎𝐍

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Tras la muerte de Nana Shimura a manos de Viuda Negra, muchos esperaban que al menos hubiera un momento de paz para llorar la pérdida de la que alguna vez fue la más grande heroína. Sin embargo, ese respiro jamás llegó. Con la caída de Nana Shimura, surgió una nueva amenaza: una criatura que se alimentaba de carne humana. Al mismo tiempo, una heroína muy, muy antigua emergía de su retiro, mientras la O.D.L.G. permanecía ajena al peligro que se cernía sobre ellos.

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Balmaceda estaba sentada en su habitación, rodeada por el suave resplandor de su pequeña computadora portátil. La pantalla proyectaba imágenes de animes que pasaban automáticamente de un episodio a otro. Frente a ella, un tazón de cereal y leche ya casi vacío estaba apoyado en su mesita de luz. Sin embargo, en lugar de usar una cuchara, su rostro descansaba directamente sobre el tazón, sus labios sumergidos en la leche. Cada vez que respiraba, pequeñas burbujas se formaban en la superficie del líquido.

De repente, un leve sobresalto la hizo despertar. Alzó la cabeza, su cabello ligeramente empapado de leche y su rostro con pequeñas gotas blancas. Soltó un bostezo largo y perezoso antes de relamerse los labios.

Balmaceda: Ugh... ¿Cuántos capítulos de Sailor Moon me vi?...

Miró de reojo su computadora, viendo el historial del reproductor de videos. El contador mostraba el progreso: desde el episodio 1 hasta el 37.

Balmaceda: Ah... Me duele la cabeza... y parece que solo dormí una hora... Bueno, eso ya no importa.

Sin más preámbulos, tomó el tazón con una mano y bebió directamente la leche que quedaba, mientras que con la otra mano arrastraba el mouse, revisando las últimas noticias de forma automática. Sin mucho interés, pasaba entre titulares de accidentes menores y celebridades hasta que una transmisión en vivo llamó su atención.

El noticiero mostraba imágenes caóticas de una zona de la ciudad devastada, y los reporteros hablaban de extrañas desapariciones que habían ocurrido durante la madrugada. Fue entonces cuando las imágenes de Donovan y Viuda Negra aparecieron en pantalla, señalándolos como posibles sospechosos.

Balmaceda: ¡¿Qué?!

En su sorpresa, escupió lo que quedaba de leche en su boca directamente contra la pantalla de su computadora. Sin perder un segundo, cerró el dispositivo, lo tomó entre sus brazos y salió de su habitación como un torbellino, corriendo descalza por los pasillos metálicos de la base secreta. Llegó primero a la habitación de Donovan, tocando frenéticamente la puerta.

Balmaceda: ¡Donovan! ¡Viuda Negra! ¡Tenemos problemas!

Al no obtener respuesta, giró sobre sus talones y corrió hacia la habitación de Viuda Negra, pero también estaba vacía. El pánico comenzaba a invadirla.

Balmaceda: ¡¿Dónde se metieron estos ahora?!

De pronto, un estruendo sordo sacudió la base. Un eco metálico provenía de la superficie. Balmaceda no lo dudó y se dirigió hacia la salida de emergencia que conectaba con la parte superior. Al llegar, sus ojos se abrieron con asombro.

Donovan y Viuda Negra estaban en medio de un intenso combate de entrenamiento. Los golpes resonaban con fuerza, el suelo se agrietaba bajo sus pies, y el aire vibraba con cada impacto. Viuda Negra se movía con una agilidad inhumana, lanzando telarañas para desplazarse y atacar desde ángulos inesperados, mientras Donovan, con su cuerpo casi invulnerable, soportaba cada embate y contraatacaba con puñetazos poderosos que hacían temblar el suelo.

Balmaceda: ¡Oigan, tenemos un asunto que...!

No alcanzó a terminar su frase cuando Viuda Negra dio un fuerte golpe en el pecho de Donovan, enviándolo volando directamente hacia ella. Sin tiempo para reaccionar, Balmaceda recibió el impacto de Donovan, y ambos cayeron al suelo. La pequeña científica sintió el peso abrumador del gigante, pero para su sorpresa, Donovan fue rápido en levantarse y apartarse de ella.

Donovan: ¡Dios santo, Bal, ¿te encuentras bien?!

Se puso de rodillas a su lado, tomando su cabeza entre sus grandes manos, sus ojos llenos de preocupación.

Balmaceda, algo aturdida, alzó la vista. Para ella, Donovan parecía rodeado de un resplandor celestial, casi como un ángel. Su imaginación, siempre vívida, comenzó a fantasear.

Balmaceda: M-mejor que nunca...~

Apenas dijo esto, Donovan la soltó con total indiferencia, dejando que su cabeza cayera de nuevo contra el suelo.

Donovan: Perfecto. ¿Qué es lo que quieres? ¿Viniste a entrenar con nosotros?

Balmaceda, frotándose la cabeza y recuperando la compostura, recordó el motivo de su desesperada búsqueda.

Balmaceda: ¡Olvídense del entrenamiento! ¡Están en las noticias! ¡Los están señalando como sospechosos de las desapariciones! ¡Tenemos que hacer algo antes de que nos echen la culpa!

Donovan y Viuda Negra intercambiaron una rápida mirada, sus expresiones endureciéndose ante las palabras de Balmaceda. Sin perder tiempo, dejaron de lado el entrenamiento y se acercaron a ella, preparados para escuchar más detalles.

Viuda Negra se cruzó de brazos, mirando a Balmaceda con una expresión severa.

Viuda Negra: Ve directa al grano y dinos cómo se está llevando la situación.

Balmaceda, aún con su computadora portátil entre manos, abrió la tapa y comenzó a teclear con rapidez. El resplandor de la pantalla iluminaba su rostro mientras un noticiero en vivo comenzaba a sonar. Las imágenes mostraban calles acordonadas y oficiales de policía entrevistando a testigos, mientras la presentadora relataba las recientes desapariciones que habían estremecido a la ciudad.

Noticiero: … hasta el momento, las autoridades no han encontrado pistas concretas sobre el paradero de las víctimas. Sin embargo, algunos testigos aseguran haber visto figuras misteriosas en la zona, y se especula que los responsables podrían estar relacionados con los recientes incidentes ocurridos en Musutafu. Entre los sospechosos están los infames fugitivos conocidos como Viuda Negra y Donovan.

Viuda Negra frunció el ceño, su mirada se oscureció.

Viuda Negra: ¿Así que nos inculpan por esto? Si fuera por las desapariciones de criminales en prisiones, no me molestaría, porque esas veces sí fuimos nosotros. Pero que nos inculpen por las desapariciones de civiles inocentes… eso me repugna.

Donovan: Bueno, no podemos culpar a los medios por eso. Después de lo que pasó ayer, tiene algo de lógica que estemos en el ojo de las noticias.

Balmaceda: Sí, están paranoicos, y no los culpo. Pero tampoco podemos quedarnos de brazos cruzados. ¿Qué estamos esperando? Hay que investigar esto a fondo.

Balmaceda cerró su computadora y se puso de pie, señalando con la cabeza hacia el pasillo. Los tres avanzaron a paso firme por los corredores de la base subterránea, iluminados por luces frías que proyectaban sombras alargadas en las paredes metálicas. Llegaron a la sala de control, una enorme habitación llena de pantallas y computadoras. Varias de las pantallas colgaban de barras de metal en el techo, mostrando transmisiones en vivo de diferentes zonas de Japón: Shinjuku, Meguro y Shibuya, los tres lugares donde se habían reportado las desapariciones.

Balmaceda: Las desapariciones ocurrieron en estos tres distritos. Shibuya parece ser el epicentro, ya que es donde hubo más casos. Eso me hace pensar que el responsable podría estar operando desde ahí.

Las cámaras mostraban calles llenas de policías acordonando áreas y héroes locales revisando cada rincón. Viuda Negra observó con atención las imágenes, mientras Donovan se cruzaba de brazos, reflexionando.

Viuda Negra: ¿Y cómo se supone que vayamos sin levantar sospechas? Con la policía y los héroes investigando, solo necesitamos un mal movimiento para que nos capturen.

Balmaceda sonrió de manera astuta, como si hubiera estado esperando esa pregunta.

Balmaceda: Iremos en mi furgoneta…

Donovan y Viuda Negra intercambiaron miradas de incredulidad. Antes de que pudieran objetar, Balmaceda ya estaba caminando hacia el garaje. No pasó mucho tiempo antes de que los tres se encontraran dentro del vehículo. Balmaceda estaba al volante, con una sonrisa orgullosa en el rostro. Viuda Negra y Donovan se acomodaron en la parte trasera.

Donovan, encorvado para no golpear el techo con su cabeza debido a su gran tamaño, suspiró.

Donovan: ¿No había una furgoneta más grande o, mejor aún, un vehículo militar?

Balmaceda: ¿Y que nos detengan antes de llegar al primer distrito? No, gracias. Mi furgoneta es perfecta. Nadie sospechará de una chica sexy conduciendo una vieja chatarra.

Donovan: ¿Donde está es supuesta chica sexy?

Viuda Negra rodó los ojos, pero una pequeña sonrisa se asomó en sus labios. A pesar de todo, Balmaceda siempre lograba mantener el ambiente ligero. La furgoneta arrancó, saliendo del refugio oculto a través de un túnel camuflado en el bosque.

El vehículo avanzaba por carreteras secundarias, evitando las rutas principales para no llamar la atención. Balmaceda mantenía la vista en el camino, pero de vez en cuando revisaba una pequeña pantalla en el tablero que mostraba imágenes de las cámaras de la base.

Balmaceda: Bien, aquí está el plan. Primero, iremos a Shinjuku. Observaremos el área desde una distancia segura. Si detectamos algo extraño, Viuda Negra se infiltrará. Donovan, tú te mantendrás cerca para apoyo en caso de emergencia. Yo coordinaré desde aquí.

Viuda Negra: Perfecto. Si descubro algo, entraré en acción.

Donovan: ¿Y si resulta ser una trampa?

Balmaceda: Entonces improvisaremos… como siempre.

El silencio se apoderó del vehículo por unos minutos, solo roto por el suave murmullo del motor. Balmaceda sonrió para sí misma, sintiendo esa mezcla de emoción y nerviosismo que siempre la acompañaba en cada misión.

Mientras tanto, Donovan trono sus dedos, haciendo crujir sus nudillos de lonsdaleíta. Viuda Negra observaba por la pequeña ventana trasera, analizando las calles y posibles rutas de escape.

Viuda Negra: Balmaceda, asegúrate de mantenernos informados. No quiero sorpresas.

Balmaceda: Descuida, estaré vigilando todo.

La furgoneta avanzó entre las sombras, perdiéndose en las luces de la ciudad. Los tres, aunque diferentes en habilidades y personalidades, estaban listos para enfrentar lo que fuera que estuviera causando esas desapariciones.

Balmaceda: Bien, llegamos a uno de nuestros destinos.

La furgoneta se detuvo suavemente en un callejón oscuro. Balmaceda apagó el motor, y las luces se extinguieron, sumergiéndolos en las sombras. Viuda Negra, Donovan y Balmaceda descendieron, sus pasos amortiguados por el pavimento húmedo. El aire olía a humedad y basura, y un silencio inquietante envolvía el lugar.

Avanzaron con cautela, pegados a las paredes, hasta que al asomarse por la esquina del callejón, sus miradas se centraron en una escena inusual. Allí, varios oficiales de policía yacían inmovilizados, colgados en gruesas telarañas blancas que los sujetaban de pies a cabeza. Sus cuerpos estaban suspendidos del suelo, y aunque sus ojos estaban cerrados, sus pechos se movían débilmente, señal de que aún respiraban.

Donovan se inclinó hacia las dos mujeres, acercando su rostro al de ellas y susurrando con voz baja pero firme:

Donovan: Hay varios oficiales ahí. No creo que podamos investigar sin levantar sospechas.

Balmaceda sonrió con una expresión ligeramente arrogante, acomodándose sus lentes. Esta era su oportunidad para impresionar. Sin perder tiempo, tomó suavemente a Donovan del brazo y lo alejó de la esquina para hablar con más privacidad.

Balmaceda: Tienes toda la razón, grandulón. Pero no te preocupes, ya tengo un plan. Donovan, tú rodeas a los tres primeros guardias y...

Antes de que pudiera terminar de explicar su elaborado plan, ambos escucharon un suave sonido de pasos acercándose. Al asomarse de nuevo, notaron que Viuda Negra caminaba hacia ellos, limpiándose las manos de los hilos de telaraña que comenzaban a desvanecerse.

Viuda Negra: No se preocupen, ya está hecho. Los inmovilicé sin hacerles daño. Ahora puedes investigar, Bal.

Donovan dejó escapar una carcajada breve y se acercó a Viuda Negra, dándole un suave golpe en el hombro, que para cualquier otro podría haber sido un empujón fuerte, pero para ella era solo un gesto amistoso.

Donovan: Hey, jefa, eso fue asombroso. No esperaba menos de usted.

Balmaceda, por otro lado, se quedó boquiabierta. En los pocos segundos que había tomado para idear su plan, Viuda Negra ya había resuelto la situación de manera efectiva y silenciosa.

Balmaceda: Yo… pero… ¡Mi plan era bueno!

Viuda Negra le lanzó una mirada divertida.

Viuda Negra: Estoy segura de que lo era, Bal. Pero a veces, la acción rápida supera la planificación.

Balmaceda frunció el ceño, pero una pequeña sonrisa se dibujó en sus labios. Sin más objeciones, avanzó hacia la escena, comenzando su análisis. Sacó su computadora portátil, encendiéndola mientras observaba el callejón. Sus ojos se posaron en las paredes, que estaban marcadas por enormes rasguños profundos. Cada surco parecía haber sido hecho con garras afiladas que se habían deslizado violentamente sobre la superficie de ladrillo.

Balmaceda: Estos rasguños… son demasiado profundos para ser causados por una simple herramienta o cuchillo. Definitivamente fueron hechos por algo con garras… algo fuerte y agresivo.

Donovan se acercó, observando las marcas con el ceño fruncido.

Donovan: ¿Un animal? ¿O tal vez un villano con un Don similar?

Balmaceda: No puedo asegurarlo todavía. Pero quien sea que haya dejado estas marcas parece estar cazando por aquí. Y considerando las desapariciones recientes, no creo que sea una coincidencia.

Viuda Negra inspeccionó las telarañas que ella misma había usado para inmovilizar a los oficiales. Los observó respirar lentamente, aún inconscientes.

Viuda Negra: Los oficiales estarán bien. Los dejé dormidos. No son nuestro problema.

Balmaceda tecleó rápidamente en su computadora, conectándose a las cámaras de seguridad cercanas. En las pantallas comenzaron a aparecer imágenes de las calles adyacentes, la mayoría mostrando escenas cotidianas, pero en una de ellas, una sombra cruzó el marco a una velocidad anormal.

Balmaceda: ¡Ahí! Algo se movió… pero es demasiado rápido.

Donovan y Viuda Negra se acercaron, observando la pantalla. La figura que aparecía era apenas una mancha borrosa, pero se distinguía una forma humanoide con extremidades alargadas y algo que parecía brillar en sus manos… ¿garras?

Donovan: No parece humano.

Viuda Negra: No. Y si está detrás de las desapariciones, será mejor que averigüemos más.

Balmaceda guardó su computadora, lanzando una última mirada a las paredes rasgadas del callejón.

Balmaceda: Esto es solo el comienzo. Debemos rastrear a esa cosa antes de que alguien más desaparezca.

Los tres regresaron a la furgoneta. Balmaceda aceleró por las calles oscuras, siguiendo las coordenadas de las cámaras mientras Viuda Negra y Donovan se preparaban para lo que fuera que estuvieran a punto de enfrentar. La cacería apenas comenzaba.

Mientras Balmaceda, Donovan y Viuda Negra continuaban su investigación, las calles de Shinjuku se mantenían envueltas en una inquietante quietud. Las luces neón parpadeaban, proyectando sombras distorsionadas en las estrechas callejuelas, y el murmullo lejano del tránsito creaba un ambiente de tensión constante.

En lo alto de uno de los muchos edificios de la zona, una puerta se abrió, revelando una habitación oscura. Las paredes estaban cubiertas de pinturas, cada una más perturbadora que la anterior. Algunas mostraban a una figura femenina similar a Viuda Negra, tejiendo su telaraña sobre un fondo sombrío. Otras eran aún más siniestras, retratando criaturas deformes y monstruos retorcidos que emergían de las sombras.

Sin embargo, el cuadro más imponente era el de una gigantesca sombra humanoide deforme, con múltiples brazos y piernas, aplastando una ciudad destruida bajo sus pies.

Frente a otro cuadro, uno que mostraba la muerte de Nana Shimura a manos de Viuda Negra, se encontraba de pie una mujer de cabello naranja, su mirada fija y perdida en la pintura. Sus ojos estaban llenos de amargura y desesperación.

Un hombre entró lentamente en la habitación, observando la escena con cautela.

Hombre: Señorita Yoshida…

Sin embargo, antes de que pudiera continuar, Yoshida se giró lentamente. Sus labios apenas se movieron, pero su voz, un susurro gélido, se extendió por toda la habitación.

Yoshida: Ya lo sé… Ya sé sobre la muerte de Nana. No hace falta que lo digas. Lo he visto mil y un veces en mis pesadillas.

El hombre pareció dudar, pero decidió continuar.

Hombre: Y además… las desapariciones…

Yoshida: También lo sé. Todo lo veo antes de que ocurra, y aunque lo intentará, no puedo cambiarlo...

El hombre dejó escapar un suspiro frustrado. Sabía que discutir con ella era inútil. Cerró la puerta, dejándola sola en la penumbra de la habitación. Yoshida permaneció inmóvil por unos segundos, su respiración acelerándose lentamente, sus puños temblando.

Su mirada se posó en las pinturas de Viuda Negra. Una furia irracional la consumió.

Yoshida: ¡¿Por qué?! ¡¿Por qué siempre es ella?! ¡¿Por qué aparece en todas mis visiones?!

Con un grito desesperado, Yoshida comenzó a arrancar las pinturas de las paredes, rompiéndolas, desgarrándolas con sus uñas hasta que solo quedaron fragmentos esparcidos por el suelo.

Finalmente, se quedó inmóvil, observando con horror el enorme cuadro de la sombra humanoide deforme que se alzaba sobre la ciudad destruida. Un silencio abrumador llenó la habitación.

Yoshida: Cada día está más cerca de suceder… ¿Qué es lo que haré…?

Yoshida cerró los ojos por un instante, buscando consuelo en la oscuridad, pero solo encontró imágenes de caos y muerte. Miró su propia mano, y una idea desesperada cruzó su mente.

Avanzó hacia el cuadro, apoyando su frente contra la superficie fría.

Yoshida: No dejaré que ocurra. No esta vez…

Con un movimiento decidido, sus dedos comenzaron a emanar tinta negra, que fluyó como un río oscuro. Con esa tinta, comenzó a pintar su propia figura en el cuadro, pequeña pero firme frente a la sombra.

Yoshida: Cambiaré el destino… No importa cuánto cueste…

Mientras tanto, dentro de la furgoneta de Balmaceda, la frustración era palpable. Balmaceda tenía la frente apoyada en el volante, soltando un quejido de impotencia.

Donovan, sentado a su lado, suspiró, golpeando suavemente la puerta de la furgoneta con su dedo índice.

Viuda Negra se recostaba en el asiento trasero, cruzada de brazos y con el estómago gruñendo.

Donovan: Llevamos como tres horas buscando y no encontramos nada… ¿Algún otro lugar donde podamos buscar?

Viuda Negra: ¡Ahg, muero de hambre!

Balmaceda se tomó la cabeza, dejando escapar un gruñido frustrado.

Balmaceda: ¡Carajo, llevamos horas buscando y solo tenemos dos miserables pistas! ¡Y lo peor de todo es que mi hermosa furgoneta se va a quedar sin gasolina a este ritmo! ¡Y no pienso empujarla hasta nuestra base!

Viuda Negra: Suficiente, Bal. Quejarnos no hará aparecer al culpable.

Balmaceda giró para mirarlos, su frustración evidente.

Balmaceda: ¡Lo sé! Pero no puedo evitarlo. Tenemos esos malditos rasguños en las paredes y la figura irreconocible de las cámaras, ¡pero nada más!

Donovan: Podríamos revisar las cámaras de seguridad en otras zonas. Tal vez encontremos un patrón de movimiento.

Balmaceda suspiró, tomando su computadora portátil y tecleando rápidamente.

Balmaceda: Sí, eso es lo único que nos queda. Revisaré las cámaras de Shinjuku y Meguro también. Si esa cosa está cazando, debe haber dejado algún rastro…

Viuda Negra miró por la ventana, su mirada fija en las sombras de los callejones que atravesaban. Había algo en el aire, una sensación de inquietud que no podía ignorar.

Donovan notó su tensión.

Donovan: ¿Todo bien, jefa?

Viuda Negra: No lo sé… Pero tengo el presentimiento de que algo nos está observando…

En ese instante, las cámaras de Balmaceda mostraron una figura oscura cruzando rápidamente una calle en Shinjuku.

Balmaceda: ¡Ahí está! ¡Lo tenemos!

Donovan sonrió, estirando sus músculos, listo para la acción.

Donovan: Ya me estaba aburriendo.

La furgoneta rugió al encenderse nuevamente, avanzando a toda velocidad hacia su nueva pista, mientras la sombra misteriosa continuaba su movimiento.

Balmaceda conducía como una experta, maniobrando la furgoneta con una precisión casi temeraria. El motor rugía mientras realizaba giros cerrados y derrapes controlados, esquivando vehículos y atravesando callejones angostos. El sol aún brillaba en el cielo, pero las sombras comenzaban a alargarse a medida que la tarde avanzaba.

Siguiendo el rastro de aquella figura enigmática que se deslizaba entre las azoteas y callejones, los ojos de Balmaceda no se despegaban de las cámaras y sensores instalados en el tablero.

Sin embargo, tras una última curva cerrada, la furgoneta se detuvo bruscamente, las llantas rechinando contra el pavimento. Habían quedado atrapados en un callejón sin salida.

Viuda Negra: ¡Carajo, Bal, te dije que giraras al otro lado!

Sin perder tiempo, Viuda Negra abrió la puerta trasera de la furgoneta y salió de un salto, su expresión endurecida por la frustración.

Viuda Negra: Al diablo, me salgo de esta chatarra. Donovan, acompáñame.

Donovan suspiró y la siguió. Su imponente figura apenas cabía en la furgoneta, pero al salir, su cuerpo cubierto de lonsdaleita brillaba débilmente bajo la luz del sol que comenzaba a descender.

Balmaceda, aún en el asiento del conductor, se asomó por la ventana, claramente preocupada.

Balmaceda: ¡Esperen! ¡La gente los va a ver! ¡Y si aparece un héroe, tendremos aún más problemas! ¡Oigan!

Sus palabras se perdieron en el eco del callejón. Viuda Negra ya saltaba hacia los tejados, sujetando a Donovan con su fuerza sobrehumana. Utilizaba su telaraña para balancearse entre los edificios, y con un esfuerzo calculado, lo lanzó hacia adelante.

Desde las alturas, Viuda Negra mantenía su mirada fija en la figura que corría por los techos, su silueta apenas visible entre las sombras de la tarde.

Viuda Negra: ¡Donovan, prepárate!

Con un impulso brutal, lo lanzó hacia la figura como si fuera un proyectil. Donovan avanzó como una bala, su piel de lonsdaleita reflejando la luz del sol. Pero antes de que pudiera alcanzarla, la criatura se deslizó a un lado, moviéndose con una velocidad y agilidad imposibles.

Donovan aterrizó pesadamente en el tejado de un edificio, sus pies dejando una grieta en las baldosas por el impacto. Miró alrededor, desorientado.

Donovan: ¡¿Lo perdimos?!

Viuda Negra descendió con gracia, usando su telaraña para frenar su caída. Sus ojos analizaban las sombras, pero no había rastro del objetivo.

Viuda Negra: ¡Maldición!

Donovan inspeccionó el borde del edificio, pero las huellas desaparecían abruptamente.

Donovan: En esa grabación de la cámara de seguridad no parecía tan rápido...

Viuda Negra: Esto es una pérdida de tiempo. Volvamos con Bal. Necesitamos un plan mejor.

Ambos se desplazaron por las azoteas hasta regresar al callejón donde habían dejado la furgoneta. Para su sorpresa, encontraron a Balmaceda aún en el asiento del conductor, dormida, su rostro cubierto parcialmente por una de sus mangas.

Donovan abrió la puerta trasera y tocó su hombro con suavidad.

Donovan: Bal, despierta.

Balmaceda dio un pequeño sobresalto, retirando su manga y frotándose los ojos.

Balmaceda (bostezando): Ah, son ustedes... ¿Lo alcanzaron?

Donovan: Me temo que no. Es más rápido de lo que parece.

Balmaceda: Genial… Bueno, volvamos a la base. Investigaré lo que pueda desde ahí.

Sin perder tiempo, Balmaceda encendió la furgoneta y maniobró para salir del callejón. El sol ya comenzaba a ocultarse tras los edificios, y la luz dorada se transformaba en tonos anaranjados y púrpuras. El viaje de regreso fue silencioso, apenas iluminado por las luces de la ciudad y el suave rugido del motor.

Una vez de vuelta en la base, la noche ya había caído por completo. Balmaceda se dirigió directamente a su sala de control, una enorme habitación repleta de pantallas de distintos tamaños. Las imágenes en tiempo real de calles y callejones de Shibuya se proyectaban frente a ella, mientras sus dedos volaban sobre el teclado.

Donovan y Viuda Negra la siguieron, observando cómo analizaba las imágenes y revisaba grabaciones.

Balmaceda: Fuera de mi cámara de control. Necesito privacidad para concentrarme. Además, ya son las 8 de la noche. Vayan a descansar o comer algo.

Viuda Negra cruzó los brazos, su mirada fija en Balmaceda.

Viuda Negra: Pero podríamos ayudarte en algo.

Sin decir nada, Balmaceda comenzó a empujar suavemente a Donovan y Viuda Negra hacia la salida.

Balmaceda: ¡Fuera, fuera! Si necesitan algo, usen la cocina o la sala de descanso. Yo me encargo de esto.

Viuda Negra intentó protestar, pero Balmaceda era sorprendentemente fuerte para su tamaño cuando se lo proponía.

Balmaceda: Aunque, sabes algo, Don... No me molestaría tenerte de compañía~

Donovan se detuvo, su expresión endureciéndose. No respondió, simplemente dio media vuelta y salió de la habitación, seguido por Viuda Negra.

Balmaceda: ¡Oh, vamos! ¿Dije algo malo?

La puerta se cerró, y Balmaceda quedó sola en su sala de control. Un suspiro escapó de sus labios mientras ajustaba sus lentes y volvía a concentrarse en las pantallas.

Balmaceda (murmurando): Vamos, ¿dónde estás, maldita cosa? ¿Qué eres realmente?

Las imágenes en las pantallas parpadeaban mientras sus programas rastreaban cualquier señal anómala, cualquier figura que se asemejara a aquella sombra.

Fuera de la sala, Donovan caminaba junto a Viuda Negra por los pasillos de la base, ambos en silencio.

Viuda Negra: ¿Te molestó lo que dijo Bal?

Donovan: No es eso. Solo… no estoy de humor para sus bromas ahora.

Viuda Negra asintió, entendiendo. Había algo en aquella criatura, algo que los estaba superando. Y esa sensación de impotencia no era algo a lo que estuvieran acostumbrados.

Finalmente, ambos se dirigieron a la sala de descanso. Viuda Negra se dejó caer en un sillón, cerrando los ojos por un instante, mientras Donovan permanecía de pie, cruzando los brazos.

Viuda Negra: Mañana encontraremos a esa cosa. Te lo prometo.

Donovan: Eso espero, jefa.

Pero en el fondo, ambos sabían que el misterio solo estaba comenzando. Y con cada hora que pasaba, aquella sombra se volvía más peligrosa.

Finalmente, después de una hora de espera en la sala de descanso, el silencio comenzó a adueñarse del lugar. La luz tenue que provenía de una lámpara en el rincón apenas alcanzaba para iluminar el rostro de Donovan, que seguía recostado contra la pared con los brazos cruzados. Su cuerpo recubierto de lonsdaleíta lo hacía ajeno a cualquier incomodidad: el suelo duro no representaba obstáculo alguno para él. Sus párpados pesaban y, poco a poco, el cansancio acumulado de la persecución y el día entero de tensión lo llevó a quedarse dormido, su respiración pausada y rítmica como un reloj antiguo.

Viuda Negra, por su parte, dormitaba en el sillón, con una manta raída cubriéndole parte del torso. Aunque parecía en calma, sus cejas fruncidas delataban un sueño intranquilo. En su mente aún resonaban las imágenes del ser que habían perdido de vista. No podía dejar de pensar en qué era realmente… y por qué tenía esa forma tan monstruosa.

Mientras tanto, al otro lado de la base, Balmaceda continuaba en su santuario de pantallas y tecnología. La única luz que iluminaba su rostro provenía de los múltiples monitores que parpadeaban con imágenes de cámaras de vigilancia, mapas satelitales y datos que se actualizaban en tiempo real.

Sus dedos temblaban mientras volaban sobre el teclado, cambiando de cámara en cámara, buscando entre sombras, callejones, techos y túneles. Había algo paranoico en su mirada, como si esperara que la criatura saltara de la pantalla en cualquier momento.

De pronto, sus pupilas se contrajeron.

En una de las cámaras captada desde un cruce poco transitado de Shibuya, una figura apareció corriendo… tambaleante. Era la misma criatura que habían perseguido horas atrás. Pero esta vez, algo era distinto. Se movía con torpeza, como si estuviera herida o debilitada.

La luz de un farol la alcanzó por un instante fugaz, revelando detalles escalofriantes: su cuerpo delgado y encorvado se desplazaba en cuatro extremidades, como un depredador cansado. Sus brazos y piernas eran anormalmente largos, con garras que se arrastraban por el asfalto. Su piel pálida contrastaba con mechones de un cabello largo y desordenado que cubría parcialmente su espalda y rostro. La ropa que llevaba estaba desgarrada, quemada en algunas partes, como si hubiese atravesado fuego y escombros.

Pero lo que más inquietó a Balmaceda fueron sus ojos: dos orbes rojos intensos, que parecían brillar incluso entre sombras, y una boca entreabierta de la que parecía gotear un líquido oscuro. ¿Era sangre? ¿Saliva? ¿O ambas?

Un escalofrío le recorrió la espalda.

Instintivamente, Balmaceda estuvo a punto de levantarse de su asiento y correr a despertar a Donovan y Viuda Negra, pero algo en su instinto analítico le hizo detenerse. Respiró hondo. Si alertaba ahora al equipo, podrían perder una oportunidad crucial.

No. Aún no.

En su lugar, se quedó observando. Tomó nota del recorrido que la criatura hacía, de las esquinas que evitaba, los callejones por los que se escabullía, los tejados que no se atrevía a pisar. Comenzó a trazar mentalmente un patrón.

En una de las pantallas, también detectó otra figura: el Pro Hero Endeavor, caminando por una calle cercana. Su presencia encendió una alerta en su mente, pero se contuvo de interferir.

Durante toda la noche, Balmaceda trabajó como una científica poseída por su obsesión. Marcó mapas, anotó puntos estratégicos, sacó cálculos y estimaciones. La adrenalina no le permitió siquiera pestañear.

Al día siguiente, la luz del sol entraba tímidamente por las rendijas de la sala de descanso. Viuda Negra abrió los ojos con una leve mueca. Se estiró en el sillón, mientras Donovan, aún apoyado contra la pared, despertaba con una inhalación profunda.

Donovan: ¿Cuántas horas pasaron? ¿Encontró siquiera algo? -pregunto frotándose el cuello-

Viuda Negra: Supongo que nos habría despertado si fuera así…

Ambos se pusieron de pie y caminaron por los pasillos hasta la sala de control. Al abrir la puerta, no esperaban el caos que se encontraron.

Balmaceda: ¡Ni se les ocurra pisar mi investigación! -grito desde el centro de la habitación-

Los dos se detuvieron en seco y bajaron la vista. El suelo estaba completamente cubierto por papeles, croquis y fotografías. Cada hoja llevaba anotaciones hechas a mano, cálculos, especulaciones, y lo más llamativo: direcciones de varios puntos de Shibuya y otras ciudades cercanas.

En las paredes colgaban mapas de tamaño mural, algunos cubiertos de círculos rojos, otros marcados con chinchetas de colores, líneas conectando puntos estratégicos como si fueran nodos de una telaraña invisible.

Donovan: Bal… ¿Qué se supone que es todo esto?

Balmaceda: Duh… es mi investigación sobre el culpable de las desapariciones. Anoche estuvo muy activo.

Viuda Negra: ¡¿Lo viste?! ¿Dónde demonios está ahora?

Balmaceda soltó una pequeña risa, como si disfrutara más del juego mental que de la captura en sí. Se inclinó hacia una de las pantallas, casi pegando su rostro al cristal mientras revisaba las grabaciones de la noche anterior.

Balmaceda: Eso estoy tratando de averiguar. Lo vi, sí, pero preferí dejarlo moverse con libertad. Así puedo aprender de sus rutas, sus hábitos… y luego ¡boom! Lo atrapamos en su guarida. Cuando sepa dónde está, claro.

Donovan apretó los puños.

Donovan: ¿Y las posibles víctimas? Esa cosa rondando libre por la ciudad podría haber causado más desapariciones.

Balmaceda giró lentamente hacia ellos, con una sonrisa que heló el ambiente. No era la Balmaceda distraída, torpe y risueña que conocían. Sus ojos estaban afilados, su tono era frío, casi clínico.

Balmaceda: Tranquilos, chicos. Sé que no les agrada, pero créanme: los sacrificios habrán valido la pena. Además… ¿qué importan unas cuantas vidas si, al costo de esas pocas, podemos salvar a muchísimas más?

Viuda Negra y Donovan intercambiaron una mirada silenciosa. Había algo inquietante en Balmaceda. Algo nuevo. Algo que no terminaban de reconocer… pero que no podían ignorar.

Viuda Negra, aún con el ceño fruncido por la actitud cada vez más inquietante de Balmaceda, observó por unos segundos a la científica, quien seguía completamente absorta en sus pantallas, rodeada de papeles, mapas y anotaciones que cubrían hasta el suelo. Su obsesión por descifrar los movimientos de la criatura la había consumido por completo, al punto de ignorar todo a su alrededor.

Viuda Negra: Iremos a patrullar por Shibuya... ¿Nos acompañas, Bal?

No hubo respuesta. Ni un gesto. Ni un murmullo.

Balmaceda no levantó la vista ni un segundo. Sus ojos seguían fijos en los monitores, su cuerpo inmóvil como una estatua frente a la mesa repleta de mapas marcados con chinchetas, líneas rojas y coordenadas escritas a mano. Para ella, el mundo exterior simplemente había dejado de existir.

La líder del grupo apretó los puños, indignada por el desdén. Cerró la puerta con fuerza, provocando un estruendo metálico que retumbó por los pasillos de la base subterránea. Luego se giró hacia Donovan, con una expresión dura en el rostro.

Sin decir palabra, caminaron juntos por los pasillos hasta llegar a la superficie. Al salir, la luz del sol los recibió de lleno: el cielo estaba completamente despejado, y la ciudad comenzaba a llenarse del habitual bullicio del mediodía. La gente se desplazaba como de costumbre, ajena a los horrores ocultos que se desarrollaban en la sombra.

Viuda Negra: Prepárate.

De un solo movimiento, lo sujetó con fuerza por los brazos y lo lanzó por los aires, tal como lo había hecho en misiones anteriores. En el aire, Viuda Negra se impulsó con sus telarañas, enganchándose rápidamente a la espalda de Donovan. Juntos, comenzaron a desplazarse a través de los cielos, saltando entre edificios con precisión quirúrgica, como dos depredadores silenciosos en busca de su presa.

Durante el trayecto, mientras descendían brevemente por los estrechos callejones para cambiar de dirección, Donovan rompió el silencio.

Donovan: No puedo creer la forma en que nos ignoró... fue como si la vida de los demás no significara nada para ella. Jefa, ¿de verdad está segura de que esa mujer es la persona más inteligente del mundo? ¿O siquiera alguien en quien podamos confiar?

Viuda Negra trepaba como una araña por la pared de un edificio, sujetando a Donovan con una sola mano mientras usaba la otra para fijar sus telarañas y seguir avanzando. Hizo una pausa en un pequeño descanso entre pisos, observando el cielo despejado y las antenas que coronaban la estructura.

Viuda Negra: Lamentablemente sí. Nos guste o no, es lo único que tenemos para mantener a los héroes y a los villanos lejos de nosotros mientras ejecutamos nuestros planes. Su inteligencia no tiene precedentes, aunque su humanidad... esté en duda.

Donovan: ¿Y sabe algo de ella? Hasta ahora es la única que no nos ha dicho absolutamente nada sobre su vida. No sabemos su nombre real, su origen, ni siquiera su motivo para ayudarnos. Y según tengo entendido, usted la conoció hace tres años…

Ya en lo alto del edificio, Viuda Negra no respondió de inmediato. Se impulsó una vez más, saltando con Donovan de azotea en azotea. La ciudad se abría ante ellos como un laberinto de concreto y humo. Finalmente, tras un largo recorrido, alcanzaron uno de los edificios más altos de Shibuya. Desde allí, tenían una vista perfecta de las principales avenidas, callejones y estaciones de tren, por donde la misteriosa figura podría haberse desplazado.

Viuda Negra se sentó en el borde del techo, cruzando los brazos y escaneando el horizonte. Donovan permaneció de pie junto a ella, expectante.

Viuda Negra: No, no sé nada de ella. Lo único que hace, fuera de trabajar, es hablar de cosas como “mangas” y “animes”. Temas de frikis, como ella los llama.

Donovan: Hmm… Bueno. Supongo que no tiene sentido preocuparnos por eso ahora. Hay cosas más importantes.

Ambos guardaron silencio por un momento, mientras el sol del mediodía iluminaba la ciudad que se extendía ante ellos. Miles de personas caminaban, reían y vivían su día sin saber que en las sombras, una criatura inhumana acechaba. Viuda Negra entrecerró los ojos, agudizando la vista, como una cazadora que rastrea los movimientos de su presa.

Al no detectar ninguna actividad relevante desde el punto de observación en el que se encontraban, Viuda Negra y Donovan decidieron seguir avanzando. Con movimientos fluidos y perfectamente sincronizados, se impulsaron de nuevo entre los edificios, saltando de azotea en azotea con la agilidad de depredadores silenciosos. El viento soplaba con fuerza a esa altura, y la ciudad seguía con su ritmo incesante a plena luz del día.

Fue entonces que, en medio de un salto, algo llamó poderosamente la atención de Donovan.

Donovan: Oiga… mire eso.

Viuda Negra frenó en seco, anclándose a una de las paredes cercanas con una telaraña. Siguió la dirección de la mirada de Donovan, y entonces también lo vio: varias patrullas de policía formaban un perímetro en la calle de abajo, rodeadas por una multitud de reporteros y camarógrafos. Las cámaras estaban todas enfocadas en una figura inconfundible.

Viuda Negra: Enji Todoroki… ¿Qué demonios está haciendo aquí? -dijo mientras entrecerraba los ojos-

En efecto, el héroe número dos se encontraba rodeado por micrófonos y flashes, visiblemente molesto. Su expresión era severa, su postura firme, pero se notaba una tensión particular en su semblante, como si recordara algo desagradable. Viuda Negra tomó rápidamente a Donovan de la mano, y con precisión, disparó una telaraña que se ancló al borde del edificio. Con sumo cuidado descendieron hasta quedar a nivel de calle, ocultándose en un angosto callejón desde donde podían observar sin ser detectados.

Frente a ellos, Enji Todoroki respondía de mala gana a las preguntas insistentes de los reporteros.

Reportera: ¡Todoroki-san! ¿Entonces confirma que el individuo con el que luchó anoche está relacionado con las desapariciones recientes?

Enji: Ya les dije que no puedo dar más información… si es que a esa cosa se le puede llamar persona. Es más un monstruo que otra cosa. -dijo frunciendo el ceño, con evidente molestia-

Otro reportero: ¿Puede describirlo? ¿Está herido? ¿Dónde fue la batalla?

Enji: ¡Dije que se aparten!

Con un gesto brusco, empujó a uno de los micrófonos y se abrió paso entre la multitud. La prensa retrocedió, algunos soltando quejas por el trato recibido, pero nadie se atrevió a detenerlo. Enji Todoroki subió a su vehículo y se marchó, dejando tras de sí un ambiente tenso y especulativo. Las patrullas comenzaron a disolverse y, poco a poco, los equipos de noticias se retiraron del lugar. En cuestión de minutos, la calle quedó completamente vacía, como si nada hubiera ocurrido.

Donovan: Así que el fosforito se topó con el monstruo… Supongo que eso nos quita presión. Si la atención pública se enfoca en él, ya no nos verán como sospechosos.

Viuda Negra observaba en silencio, pensativa. Algo en la actitud de Enji le había parecido extraño. No era común verlo tan alterado ante la prensa, y si lo que había dicho era cierto… el monstruo ya había comenzado a exponerse.

Viuda Negra: Podríamos volver y contárselo a Bal… pero no. Quiero seguir buscando a esa cosa. No podemos darnos el lujo de más muertes por su culpa.

Donovan: ¿A qué te refieres? ¿Crees que ya hubo más víctimas anoche?

Viuda Negra: Estoy segura de que sí. Mientras Balmaceda se obsesionaba con sus mapas, esa criatura rondaba por la ciudad libremente. No pienso quedarme sentada esperando a que se le ocurra compartirnos su brillante plan. Alguien tiene que hacer algo de verdad.

El silencio se apoderó del callejón por unos segundos. Donovan asintió lentamente. Sabía que, aunque Viuda Negra rara vez mostraba remordimiento, su tono reflejaba cierta culpa. Tal vez no por las acciones que ya habían cometido, sino por las que podrían evitar y no estaban evitando.

Donovan: Entonces sigamos. No dejemos que esa cosa se nos escape esta vez.

Viuda Negra dio un salto ágil, volviendo a trepar por la pared con la determinación encendida en sus ojos. Donovan la siguió de inmediato.

Mientras tanto, en la profundidad de su base subterránea, Balmaceda continuaba inmersa en su mundo de cálculos, mapas y monitores parpadeantes. El lugar estaba cubierto de pantallas que mostraban múltiples ángulos de Shibuya y otras ciudades clave. Los cables colgaban como telarañas del techo, y montones de papeles cubiertos de anotaciones manuscritas y fórmulas descansaban sobre mesas metálicas.

Frente al gran mapa físico de la ciudad, Balmaceda murmuraba para sí mismo, moviendo con precisión milimétrica las chinchetas de colores y conectándolas con delgados hilos. Su atención se centró en una vieja vía de tren abandonada a las afueras del distrito de Shibuya. Con manos temblorosas, colocó una chincheta roja justo sobre una estructura industrial olvidada.

Rápidamente tomó un marcador y escribió en una de sus notas: “Fábrica abandonada Hoshikawa”.

Balmaceda: ¡Eureka! ¡Lo encontré! ¡Ese maldito no se puede esconder más! -grito con entusiasmo-

El alivio y la emoción fueron tan grandes que dio un pequeño salto, derribando un par de papeles de su escritorio. Se giró rápidamente, con la intención de compartir la noticia.

Balmaceda: ¡Jefa, Donovan, al fin tengo su ubicación...!

Pero su voz se perdió en el eco. La sala estaba completamente vacía. Su sonrisa se desvaneció y se rascó la cabeza con gesto confuso.

Balmaceda: ¿Eh...? ¿Cuánto tiempo estuve aquí? Juraría que solo pasaron unos minutos…

Se apresuró a revisar las cámaras de seguridad. Su mirada recorrió las transmisiones hasta que una figura llamó su atención. En una de las pantallas, caminando por las calles de Shibuya, distinguió a una mujer de presencia imponente: piel curtida por los años, expresión imperturbable y una larga chaqueta tipo gabardina de color verde militar que ondeaba con el viento.

Su corazón dio un vuelco.

Balmaceda: ¡Mierda, mierda, mierda… esto es muy, muy malo!

Era Yoshida. No cualquiera, sino una antigua heroína de élite. Retirada, sí… pero con una reputación temida incluso entre los veteranos. Si estaba patrullando esa zona, significaba problemas serios. Y si Viuda Negra y Donovan estaban cerca...

Balmaceda se lanzó al escritorio, tomó su laptop y activó su dron explorador. Con un par de comandos, lo puso en marcha y lo envió volando a toda velocidad en dirección a Shibuya. Al mismo tiempo, salió disparado hacia la superficie, controlando el dron en tiempo real mientras recorría pasillos metálicos como si su vida dependiera de ello.

Sobre los tejados de Shibuya, Donovan y Viuda Negra continuaban su patrullaje. El sol se ocultaba tras los edificios y las sombras comenzaban a alargarse. Sus cuerpos estaban tensos por el esfuerzo y la frustración.

Donovan: ¡Carajo! ¡Llevamos horas buscando y no hemos encontrado ni una pista de ese malnacido!

Viuda Negra: No dejo de pensar en lo que dijo Balmaceda. El culpable parece más activo por las noches... tal vez estamos buscando en el momento equivocado.

Hizo una pausa, contemplando el horizonte con gesto pensativo.

Viuda Negra: Será mejor que volvamos. Si Bal ha conseguido algo, no deberíamos perder más tiempo aquí.

Volvió a tomar la mano de Donovan y juntos comenzaron a desplazarse por los tejados, ágiles como sombras entre las alturas. Pero justo cuando estaban por dejar el distrito, un dron descendió a toda velocidad y se colocó frente a ellos, bloqueando su paso.

Balmaceda (desde el dron): ¡Chicos! ¡Ya lo encontré! Está en la fábrica abandonada Hoshikawa, al borde de Shibuya. ¡Tenemos su ubicación exacta!

Viuda Negra abrió los ojos sorprendida. Sin perder tiempo, dio media vuelta, lista para lanzarse hacia el nuevo objetivo.

Viuda Negra: ¡Entonces no perdamos tiempo, vamos allá ahora mismo!

Sin embargo, el dron volvió a interponerse, flotando justo frente a ella.

Balmaceda (dron): ¡Esperen! ¡No pueden ir ahora! ¡Yoshida está cerca!

Ambos se detuvieron. Viuda Negra frunció el ceño; Donovan ladeó la cabeza con visible confusión.

Donovan: ¿Y quién demonios es Yoshida?

Balmaceda: Una heroína retirada, pero aún peligrosísima. No puedo explicarlo todo ahora. ¡Solo váyanse de ahí!

Con una mirada de resignación, Viuda Negra asintió. Ella y Donovan retomaron la marcha, alejándose de la zona con el dron acompañándolos. Mientras avanzaban, la voz de Balmaceda volvió a sonar.

Balmaceda: Lamento haberme desconectado tanto. Ya saben cómo me clavo en las investigaciones... Pero al menos ahora tenemos un blanco claro. Además...

La transmisión se cortó abruptamente. El dron se quedó en silencio.

Donovan alzó la mirada, extrañado.

Donovan: ¿Bal?

Viuda Negra se detuvo y escaneó los alrededores. El dron ya no estaba. Se acercaron al borde del edificio, asomándose por si lo veían caído en la calle. Entonces, sin previo aviso, una gigantesca mano oscura surgió de las sombras. Hecha de una sustancia viscosa, parecida a tinta viva, los atrapó con violencia, lanzándolos contra el asfalto.

Donovan se reincorporó de inmediato, ileso por su cuerpo de lonsdaleíta. Viuda Negra, aunque herida, rodó con agilidad, sacudiéndose el polvo mientras examinaba el área. Ambos se pusieron en guardia, atentos a cualquier movimiento.

Y entonces, una figura emergió del callejón. Alta, firme, con pasos pesados pero seguros. Su cabello largo y anaranjado se agitaba apenas con el viento, y su gabardina verde militar se abría levemente con cada paso.

Yoshida: Espero que estén listos… porque aquí es donde termina su viaje...

El viento agitaba la gabardina negra de Viuda Negra, haciendo que los pliegues de la tela danzaran a su alrededor como si presintieran el peligro. A su lado, Donovan avanzó un paso, flexionando los dedos con fuerza, mientras su piel de lonsdaleíta brillaba tenuemente bajo la luz del atardecer. Ambos adoptaron una postura defensiva, atentos, preparados para cualquier movimiento.

Frente a ellos, Yoshida se mantenía completamente inmóvil. Su cabello largo y anaranjado ondeaba con elegancia al ritmo del viento, contrastando con su gabardina verde militar que caía pesada sobre sus hombros. Su expresión era inquietantemente serena, casi inexpresiva… pero en sus ojos brillaba una intensidad gélida, como si ya supiera el resultado del enfrentamiento.

El ambiente se volvió denso, cargado de electricidad estática. La tensión entre ambas partes era palpable, como si la ciudad misma contuviera el aliento ante lo inevitable. En silencio, se evaluaban mutuamente, midiendo la distancia, calculando los movimientos. No hacían falta palabras: la presencia de Yoshida lo decía todo.

La que posiblemente sería la mayor amenaza a la que Viuda Negra se habría enfrentado acababa de aparecer.

Y en ese momento, sin necesidad de una señal, la batalla estaba a punto de comenzar. Los que habían sido los cazadores momentos antes ahora eran presa de otra persona.

. . . . . . . . . ╰──╮ Fin del cap ╭──╯ . . . . . . . . .

〔 Partícipes 〕

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𝐕𝐢𝐮𝐝𝐚 𝐍𝐞𝐠𝐫𝐚
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𝐃𝐨𝐧𝐨𝐯𝐚𝐧
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𝐁𝐚𝐥𝐦𝐚𝐜𝐞𝐝𝐚
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𝐘𝐨𝐬𝐡𝐢𝐝𝐚

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🇳 🇴 🇹 🇦

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Bueno, antes que nada, quiero disculparme por la gran demora en publicar el capítulo 2 de Relatos de la O.D.L.G.. Espero que no les haya molestado demasiado. La verdad es que cuesta mucho recordar con detalle lo que ocurrió en aquel rol, así que me esforcé para que este capítulo esté a la altura y sea de su agrado.

Como mencioné en publicaciones anteriores, todo esto está basado en un rol muy antiguo en el que tuve el gusto de participar. Este blog es un pequeño homenaje a mis compañeros de entonces, quienes ya no están (al menos en Amino).

Sin más que decir, les deseo un bonito día, tarde, noche... o lo que sea según donde estén.

¡Besos y abrazos para todos!

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