La Liga de Villanos y las Mil Manos

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|!¤*~*¤!|INTRODUCCIÓN|!¤*~*¤!|

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Bienvenidos a la Oscuridad

Aquí, las sombras se alargan más de lo normal y los susurros entre las páginas parecen venir de algo que no debería estar ahí. Este no es un espacio común, sino un rincón donde la realidad se retuerce y las historias toman vida propia… a veces, demasiado.

Si decides seguir leyendo, hazlo con cautela. Hay relatos que dejan una huella más profunda de lo que deberían. Hay ecos de risas que no siempre provienen de los personajes. Y, sobre todo, hay puertas que, una vez abiertas, no se pueden volver a cerrar.

Bienvenido a este blog.

Entra, si te atreves... Advertencia :warning: :warning: :warning: este blog tiene descripciones gráficas, tales de películas de terror, no me hago responsable de trauma.

Me dijeron que las misiones de diciembre seguían activas, así que eso estoy haciendo.

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Disfruten de mi trabajo, es mi promesa que habrá al menos una vez al mes parte de mi alma esplayada sobre el fondo.

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|!¤*'~``~'*¤!| FICHA |!¤*'~``~'*¤!|

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《Título》

La Liga de Villanos y el Ritual de las Mil Manos

《Autor》

—(••÷ 𝔸𝕜𝖆𝕿𝖘𝖚𝖐𝖎𝖔𝖋𝖇𝖑𝖔𝖔𝖉 ÷••)—

《Estado》

Completo

《Partes》

One-Shot

《Palabras》

2059

《Caracteres》

12381

《Personajes》

Liga de Villanos

《Serie》

Misiones

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I. Invitación a la Locura

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La lluvia caía en gruesas cortinas sobre el edificio abandonado donde la Liga de Villanos se refugiaba aquella noche. Afuera, el viento silbaba a través de las ventanas rotas, y en el interior, las sombras danzaban con la luz mortecina de unas pocas velas.

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—¿Estás seguro de esto, Dabi? —preguntó Toga, balanceándose sobre los talones con una sonrisa inquietante.

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—¿Por qué no? —respondió el villano con una media sonrisa, arrojando un viejo libro encuadernado en cuero sobre la mesa. Se veía húmedo y polvoriento, como si lo hubieran desenterrado de una tumba.

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—El Ritual de las Mil Manos… —Shigaraki arrastró las palabras con desinterés, rascándose el cuello con esos dedos de uñas rotas—. Suena aburrido.

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—Oh, pero no lo es, jefe —Dabi entrecerró los ojos con malicia—. ¿Has oído hablar de la aldea de Yurei-no-Mori?

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Los presentes guardaron silencio. Incluso Twice, que normalmente no dejaba de murmurar, se quedó callado.

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—La leyenda dice que hace siglos, en un bosque al norte de Japón, un pueblo entero desapareció en una sola noche. Lo único que encontraron los soldados que fueron a investigar fueron… manos. Miles de ellas, dispuestas en espiral, como una flor abriéndose.

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—Kyaaa~, eso suena lindo —susurró Toga, llevándose las manos a las mejillas con una risa emocionada.

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—¿Y qué? —bufó Shigaraki, fastidiado—. ¿Vamos a recolectar manos? Ya tengo suficientes.

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Dabi sonrió de lado, señalando el libro.

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—El ritual se usaba para invocar a los espíritus de los condenados. Si se hace bien, puedes ver sus últimas memorias, escuchar sus voces, incluso… traerlos de vuelta.

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Mr. Compress chasqueó la lengua.

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—Si esto es solo otro de tus trucos para asustar a Spinner…

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—¡No me asustan las tonterías sobrenaturales! —protestó el villano reptil, aunque su cola golpeó nerviosa el suelo.

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—Entonces, ¿qué opinas, jefe? —preguntó Dabi, alzando una ceja—. ¿Probamos?

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Shigaraki miró el libro, luego a sus compañeros. Sus labios se curvaron en una sonrisa retorcida.

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—Hagámoslo.

Y así, la Liga de Villanos decidió desenterrar un horror olvidado.

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El libro, pesado y mohoso, se abrió con un crujido que sonó como un lamento ahogado. Las páginas estaban manchadas de algo oscuro—¿tinta?, ¿sangre?—y la caligrafía era angulosa, como si alguien la hubiera grabado con una garra en vez de una pluma.

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—¿Cómo empieza esto? —preguntó Twice, inclinándose sobre el texto—. ¿Vamos a bailar desnudos bajo la luna? ¿O necesitamos sacrificar un pollo? Espero que no sea un pollo, pobrecito pollo...

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—No necesitamos un pollo, idiota, pero sí un círculo de velas negras, agua bendita y… —Dabi frunció el ceño—, una cantidad alarmante de manos.

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Shigaraki soltó una carcajada áspera y extendió los dedos sobre la mesa.

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—Bueno, eso no será un problema.

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Toga saltó emocionada, desenvainando un cuchillo brillante de su cinturón.

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—¡Podemos usar estas manos! —Se giró bruscamente hacia Twice—. ¿Puedo cortarte una?

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—¡No quiero, pero tal vez sí quiero! ¡No, definitivamente no quiero!

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—Relájense, payasos —Dabi rodó los ojos, sacando una bolsa de tela oscura y dejándola caer con un golpe seco. Algo dentro de ella sonó demasiado parecido a huesos chocando entre sí.

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—No voy a preguntar de dónde las sacaste —dijo Compress con calma, frotando su máscara.

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—No preguntes —respondió Dabi, guiñándole un ojo.

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Spinner se removió incómodo.

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—Está bien, tenemos manos, pero ¿y el agua bendita? Dudo que alguien aquí tenga os en una iglesia…

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—Ja. —Dabi sonrió con malicia—. Toga y yo nos conseguimos un poco del almacén de un santuario antes de venir.

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—¡El monje estaba taaaan asustado! —Toga rió, mostrando los colmillos—. Su cara se puso azul cuando le pregunté si podía beber un poco.

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Shigaraki suspiró, aburrido.

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—Muy bien, ya tenemos todo. Solo falta recitar las palabras.

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Dabi le entregó el libro a Compress con una sonrisa burlona.

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—¿Quieres hacer los honores, caballero elegante?

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Compress lo tomó con exagerada elegancia y se aclaró la garganta.

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—Oh, espíritus de las sombras, de las manos cortadas y almas deshechas, oigan nuestro llamado...

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Las velas chisporrotearon de golpe.

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—Despierten del olvido y caminen entre los vivos…

La temperatura en la habitación descendió bruscamente. Un viento invisible recorrió el lugar, haciendo que Spinner se encogiera.

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—¿Alguien más sintió eso?

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—Aceptamos el precio de la invocación…

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El sonido de carne húmeda arrastrándose contra madera les heló la sangre.

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Dabi alzó la vista con una sonrisa torcida.

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—Creo que funcionó.

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El aire se volvió denso, pesado como si estuviera saturado de algo invisible pero opresivo. Las llamas de las velas titilaron y se apagaron una por una, sumiendo la habitación en la penumbra.

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—¡Dabi, si esto es otra de tus estúpidas bromas, juro que te…! —Spinner se calló de golpe.

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Algo se movía en la oscuridad.

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Un sonido húmedo y viscoso, como carne cruda siendo manipulada con dedos torpes.

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—Digan lo que quieran, pero esto no es normal —murmuró Compress, su tono aún elegante pero con un filo de tensión.

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—Ay, qué dramatismo… —Dabi rodó los ojos, encendiendo una pequeña flama en su mano para iluminar la estancia

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Y entonces lo vieron.

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En el centro del círculo de manos, algo se estaba formando.

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Eran dedos, muñecas, brazos retorcidos emergiendo del suelo como raíces enloquecidas. Se movían, se tocaban entre sí, formando un cuerpo grotesco que aún no tenía rostro, solo extremidades palpitantes que se entrelazaban, buscando una forma definitiva.

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Y luego, la voz llegó.

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Un susurro.

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—¿Dónde… están… mis manos…?

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Toga soltó una risita emocionada.

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—¡Qué lindo! —susurró, inclinándose peligrosamente hacia la figura—. ¿Cómo te llamas?

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La criatura giró un cúmulo de manos hacia ella, como si intentara mirarla sin ojos.

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—¿Dime… dónde… están… mis manos…?

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Twice se estremeció.

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—Oh, no, no, no, esto no es divertido, esto no es bueno, esto es pésimo.

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—Dabi, ¿qué demonios hiciste? —gruñó Shigaraki, retrocediendo un paso.

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Dabi se encogió de hombros.

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—Eh, probablemente conjuré un espíritu que fue desmembrado brutalmente y ahora busca venganza. Nada fuera de lo común.

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—¡¿Y no lo mencionaste antes?! —gritó Spinner.

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La criatura avanzó con movimientos espasmódicos, los dedos chasqueando y arrastrándose como insectos sobre el suelo. Una de sus manos, de dedos huesudos y largos, se estiró hacia Shigaraki.

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—Dame… tus manos…

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Shigaraki entrecerró los ojos.

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—Hazlo y te desintegro.

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La criatura se quedó inmóvil un segundo.

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Luego, rió.

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Un sonido desgarrador, como uñas rascando un ataúd cerrado.

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Y de repente, las velas volvieron a encenderse, pero con llamas verdes.

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La risa se multiplicó.

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No venía solo de la criatura.

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Venía de todas partes.

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La risa se deslizaba por la habitación como un veneno invisible, un coro de voces entrecortadas, chirriantes, demasiado numerosas para pertenecer a un solo ser.

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—Esto es oficialmente la peor idea que hemos tenido —murmuró Spinner, con la cola erizada.

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—Oh, vamos, no hemos llegado a la mejor parte —Dabi sonrió, pero su postura estaba tensa.

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Las sombras se extendieron, palpando las paredes como si tuvieran vida propia. El ente de manos comenzó a convulsionar, retorciéndose, hasta que un crujido espantoso hizo que todos se estremecieran.

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La carne se abrió.

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Algo emergió de su interior.

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Ojos.

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Un enjambre de ojos sin párpados, observándolos desde los espacios entre los dedos.

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—Nos ven… nos oyen… nos buscan…

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El aire se espesó con un hedor a sangre rancia.

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Toga aplaudió, encantada.

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—¡Miren qué lindos son! ¡Todos esos ojitos! —Se inclinó más cerca—. ¿Puedo llevarme uno?

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Una de las manos se lanzó hacia ella.

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Shigaraki actuó por instinto.

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Tocó los dedos que intentaban agarrar a Toga y, en un susurro de polvo y hueso, la extremidad se desmoronó.

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El ente chilló.

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No fue un sonido humano. Fue el lamento de muchos, un eco de gritos sofocados en la eternidad.

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Dabi chasqueó la lengua.

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—Bien, parece que tocarlo lo cabrea… o tal vez lo pone cachondo, no estoy seguro.

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—¡Dabi, no ayudes! —Twice gritó, temblando—. ¡Este es un problema real, un problema gigante de maldición asesina, y tú solo haces chistes!

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Dabi solo se encogió de hombros.

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—Lo siento, amigo, cuando el terror toca la puerta, yo la abro con sarcasmo.

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Mientras tanto, la criatura se recompuso. La mano desintegrada se regeneró, pero ahora tenía el doble de dedos.

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—Nos ven… nos oyen… y ahora… nos tocan…

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Las velas verdes se alzaron con un rugido de fuego.

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Y las sombras que habían estado expectantes… se movieron.

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Unas manos incorpóreas comenzaron a surgir de la nada, extendiéndose desde las esquinas oscuras como ramas de un árbol muerto.

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—¡Nos quiere tocar! —gritó Twice, horrorizado—. ¡No me gusta que me toquen sin mi consentimiento! ¡Ni siquiera me gusta darme la mano con extraños!

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Spinner intentó apartarse, pero unas manos frías y etéreas se aferraron a su espalda.

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—¡Ay, ay, ay, QUÍTENME ESTO!

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Shigaraki frunció el ceño.

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—Basta.

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Su voz sonó más grave de lo normal.

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Y el suelo se sacudió.

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El ente titubeó.

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Los murmullos se entrecortaron.

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Algo peor que él estaba en la habitación.

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Las sombras se encogieron ante la presencia de Shigaraki.

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El ente de las mil manos pareció percatarse de que algo en él era diferente.

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—Nos ven… nos oyen… nos buscan… pero él… él nos rompe…

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Las manos espectrales que habían salido de la oscuridad titubearon, como si estuvieran dudando de su propia existencia.

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Dabi levantó una ceja.

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—Vaya, jefe, parece que hasta los fantasmas te tienen miedo.

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Shigaraki no respondió. En cambio, avanzó.

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Las sombras retrocedieron.

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El ente tembló.

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Los murmullos se volvieron un eco desesperado.

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—No… no… no nos toques…

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Shigaraki entrecerró los ojos.

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—Ya es tarde para pedir piedad.

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Alzó la mano y la acercó al ser deforme.

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Y entonces, ocurrió algo nuevo.

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El ente sonrió.

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O mejor dicho, todas las manos que lo formaban se abrieron al mismo tiempo, mostrando hileras de dientes humanos en sus palmas.

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—Nos rompes… pero siempre volvemos… porque fuimos muchos… y ahora somos uno…

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Y en un estallido de negrura, las sombras de la habitación se los tragaron a todos.

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La oscuridad no era como la noche.

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Era peor.

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Era como ser enterrado vivo en algo tibio y húmedo, una prisión sin luz, sin aire, sin sentido del tiempo.

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Shigaraki sintió cómo manos invisibles intentaban tocar su piel, buscando algo que pudieran descomponer sin que él lo tocara primero.

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Dabi sintió que algo se aferraba a sus muñecas, tratando de hundirlo en lo desconocido.

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Toga escuchó susurros, dulces como promesas de amor, que le pedían que dejara su piel atrás y se quedara con ellos.

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Twice intentó gritar, pero su propia voz le respondió desde otra parte:

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—Shhh. Ya no eres dos. Ahora eres mil.

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Y Spinner… simplemente se quebró.

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—¡QUIERO SALIR, QUIERO SALIR, QUIERO SALIR!

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Pero la oscuridad reía.

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La oscuridad se cerró alrededor de ellos como un ataúd de carne y sombras.

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Las manos invisibles arañaban, presionaban, querían algo.

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Algo que ninguno de ellos estaba dispuesto a dar.

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Toga sintió un escalofrío recorrer su espalda cuando unas uñas frías le acariciaron el cuello.

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—Hermosa piel… tan suave… ¿puedo usarla?

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Dabi sintió dedos hundiéndose en sus quemaduras, palpando con curiosidad mórbida.

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—Oh, esto es nuevo… ¿te dolió?

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Twice escuchó su propia risa, pero era hueca, rota, como si algo más la estuviera usando.

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—Ya no necesitas ser dos. Sé uno con nosotros.

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Y Spinner… Spinner estaba llorando.

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—¡Esto no es divertido, esto no es divertido, ESTO NO ES DIVERTIDO!

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Entonces, en el corazón de la negrura, alguien gruñó.

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Un sonido bajo, gutural, primitivo.

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Shigaraki.

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—Largo de aquí.

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Su voz no era un grito.

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Era un veredicto.

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Las sombras titubearon.

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El ente de las manos—o lo que quedaba de él—emitió un sonido de desesperación.

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—Pero… nosotros solo queríamos jugar...

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Shigaraki alzó su mano derecha.

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Las sombras se arremolinaron, resistiéndose.

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Pero su poder no era algo que se pudiera negociar.

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Con un toque, el mundo se deshizo.

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Volvieron a la habitación con un sobresalto.

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Las velas habían desaparecido.

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Las sombras estaban normales.

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La atmósfera había cambiado, pero un hedor a carne podrida aún impregnaba el aire.

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Spinner se abrazó la cola, temblando.

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Twice se miró las manos como si necesitara asegurarse de que todavía eran suyas.

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Toga suspiró, decepcionada.

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—Ohhh, me estaba empezando a divertir…

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Dabi soltó una carcajada seca.

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—Bueno, eso fue espantoso.

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Shigaraki miró alrededor, frunciendo el ceño.

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—Dabi.

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—¿Sí, jefe?

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—Si vuelves a sugerir algo así…

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Shigaraki no terminó la amenaza.

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No hacía falta.

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Dabi solo sonrió con diversión, encendiéndose un cigarrillo con sus propias llamas.

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—No prometo nada.

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Y en la esquina de la habitación, donde las sombras eran más profundas...

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Alguien ignorado aún susurraba.

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> ᒮ× DESPEDIDA ×ᒳ <

La oscuridad comienza a desvanecerse, pero no te engañes: lo que has leído no se disipa con la luz. Las palabras, una vez pronunciadas, siguen flotando en el aire, esperando su regreso. Quizá ya no hoy, quizá no mañana, pero volverán.

El telón cae, pero recuerda, las puertas siempre están entreabiertas. Y las sombras… las sombras nunca se alejan por completo.

Hasta la próxima, si te atreves a cruzar nuevamente.

Nos vemos en el próximo blog, Carpe Diem, Quam Minimum Credula Postero, momento mori.

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-Hasta que llegue la eternidad nos encontrarás persiguiendo el sol.

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