Adorado como una deidad, Aideh nunca fue capaz de formar una verdadera relación debido a cómo lo veían los demás habitantes de la isla.
Un día como cualquier otro, Aideh estaba descansando en el jardín de la iglesia, hasta que fue interrumpido por una niña llamada Alba que lo saludó apenas lo vio. Aideh, suponiendo que ella lo trataría como a los demás, se mantuvo con una actitud distante que no molestó a Alba, quien se sentó a su lado para charlar con él.
Muy pronto, la actitud del joven Aideh cambió cuando aquella chica se refería a él como una persona común y corriente y no como una deidad, logrando así finalmente forjar una amistad.
Pasaron los días y ambos jóvenes jugaban y charlaban desde la mañana hasta el anochecer. El hecho de que se juntaran había vuelto feliz la vida del joven Aideh. Lamentablemente, estos días de felicidad duraron muy poco.
Un grupo extremista, liderado por los padres de Aideh, había atrapado a la joven Alba para darla como ofrenda a su deidad. Aideh, a la mañana siguiente, fue despertado por su madre en un estado de euforia. El joven fue tomado de la mano y llevado fuera de su habitación apresurado, para encontrar en el jardín de la iglesia un altar donde yacía su querida amiga con el pecho abierto, dada como sacrificio a él.
Sus adoradores vitoreaban su nombre con fulgor, creyendo que su ofrenda haría feliz al joven, pero este solo pudo correr a abrazar el cadáver de la joven entre lágrimas, gritando su nombre con dolor, mientras las voces y aplausos de sus seguidores se detenían lentamente.
En ese momento, el viento enfurecido azotó todo el pueblo, a la vez que el cielo se tornaba de color rojo y comenzaba a agrietarse. Aideh, en rabia y tristeza, dio un grito de furia que provocó una explosión de su energía en forma de poderosos vendavales.
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Historia trajica pero interesante